En la Argentina se lee menos

Un reciente informe de la Cámara Argentina del Libro señala que alrededor del treinta por ciento de la población no llega a leer un libro por año. No siempre los números y los porcentajes describen la totalidad de lo real, pero en ciertas ocasiones lo hacen y su eficacia suele ser demoledora. Este es uno de los casos.

Si la medición es real, esto quiere decir que más de diez millones de personas se encuentran en esta situación, y atendiendo a las modalidades de la encuesta esta proporción de la población es joven y activa, es decir, es un sector de la población que debería tener un protagonismo central en los años venideros.

Queda claro que si la educación es un valor estratégico, como formalmente se dice desde los medios oficiales, estos porcentajes demuestran que la estrategia en la Argentina está muy desatendida y, como consecuencia, amplios sectores de la población no disfrutarán de los probables beneficios de ese valor. Es más: si no se hace nada por revertir esta realidad, nuestro destino como nación será frustrante en tanto, como dijo un historiador de renombre, una nación es un proyecto colectivo.

Asimismo, si se acepta que el libro sigue siendo el instrumento decisivo para medir la calidad de la cultura, las cifras de esta medición nos obligan a arribar a una conclusión deplorable: el subdesarrollo no sólo es económico y social, es en primer lugar cultural. Los datos de los países avanzados al respecto son elocuentes. En Europa el promedio de lectura anual de libros es de cinco textos anuales, y hay naciones en donde esta cifra trepa a siete.

Como se podrá apreciar, la diferencia de calidad de vida entre países centrales y periferia es también una cuestión cultural. Un dato más es necesario tener en cuenta: en los países centrales la lectura de los diarios y las revistas es mucho más alta que en la Argentina. En otros tiempos se consideraba que el diario era un sustituto devaluado del libro. Hoy se estima -con muy buenos fundamentos- que la crisis de lectores alcanza a los consumidores de libros y de diarios. Dicho con otras palabras: el descenso de lectores de diarios y revistas es un síntoma más de la crisis cultural que nos embarga.

Lo más alarmante de todo es que esta medición incluye solamente -como no podría ser de otra manera- a personas alfabetizadas. Es decir, acá no están incluidos los analfabetos, condición que en la Argentina, lamentablemente, ha crecido en las últimas décadas. En conclusión, si a esta estadística de la Cámara del Libro le sumamos los analfabetos, los resultados serían mucho más negativos.

Desde el ámbito oficial, se han promovido algunas iniciativas orientadas a estimular la lectura, pero a juzgar por los resultados, éstas han sido incompletas o no fueron tenidas en cuenta por los destinatarios. Se sabe que en los tiempos que corren, la llamada cultura de la imagen y las diversas modalidades de banalización cultural que se ofrecen al gran público han dejado su huella en la conciencia y en los hábitos de amplios sectores. Revertir esta situación no será fácil, pero en principio ya es un buen punto de partida conocer lo que nos está sucediendo.