Alvaro Alsogaray, uno de los símbolos del pensamiento liberal argentino, falleció ayer, a los 91 años, dejando tras de sí dos gestiones como ministro de Economía, un partido conservador y una autobiografía inconclusa: Cincuenta años de vida pública.
Alsogaray falleció en la tarde de ayer en el piso del petit hotel de Junín y Pacheco de Melo que su hija María Julia, hoy condenada por enriquecimiento ilícito, acondicionó para sus padres.
El ex funcionario y factótum de la Unión del Centro Democrático (UCeDé) venía siendo asistido por un respirador artificial, debido a un cáncer generalizado que minó su salud en los últimos meses.
El capitán ingeniero representó y defendió los ideales del libre mercado, en particular, la premisa de un Estado mínimo como garantía de libertad económica, durante todo su trajinar como funcionario de facto, legislador, diplomático y dirigente partidario.
Antiperonista confeso, paradójicamente, su primer cargo público lo desempeñó durante una gestión peronista, en 1949, cuando Perón estatizó la Sociedad Mixta de Aeronavegación Zonda, que Alsogaray fundó y condujo luego como Flota Aérea Mercante Argentina.
En su última aparición pública, en diciembre del año pasado, en oportunidad de la designación de autoridades de la Ucedé, Alsogaray legó las banderas ideológicas del partido a los nuevos dirigentes, reconoció que pecó de colaboracionista durante el menemismo y entrevió una severa crisis en el país que se originó con Perón. Además, se felicitó por lo que consideró el mayor logro de la Ucedé: haber logrado ubicar a la Nación entre las que se inclinan por soluciones liberales.
Alsogaray nació el 22 de junio de 1913 en Esperanza, en el seno de una familia de tradición castrense. A los 16 años, ingresó como cadete al Colegio Militar de la Nación, al igual que su hermano, Julio Alsogaray, quien llegó a general y en 1966 protagonizó el golpe de Estado contra el presidente radical Arturo Illia.
Como cadete, portó la bandera nacional durante tres años y, junto a compañeros de promoción ingresó a la Casa Rosada el 6 de septiembre de 1930, cuando se produjo el primero de los seis golpes de Estado que padeció la Argentina.
Alsogaray fundó, en 1956, su primer intento político, el Partido Cívico Independiente que, como todas sus agrupaciones, levantaría las banderas del liberalismo económico y defendería los intereses del conservadurismo político.
Durante la presidencia de Arturo Frondizi, Alsogaray fue designado ministro de Economía. Volvería a ese mismo cargo durante la gestión tutelada por José María Guido, durante la cual también presidió el Consejo Interministerial de Trabajo, Economía y Servicios. Fue por esos años cuando acuñó la frase "hay que pasar el invierno", que lo acompañó como un estigma durante toda su carrera política.
En 1966, un nuevo golpe de Estado instaló al general Juan Carlos Onganía como presidente, y éste, a Alsogaray como embajador itinerante, primero, y en Washington, después. Cuando la Revolución Argentina expiraba, fundó su segunda experiencia partidaria, Nueva Fuerza, que presentó la fórmula Julio Chamizo-Raúl Ondarts para las elecciones del 11 de marzo de 1973. Su proyecto fue un fracaso político.
Luego, vino la dictadura de 1976 y fue uno de los pocos dirigentes políticos que no tuvo problemas con la censura. En el ocaso del gobierno de facto, fundó en 1982 el partido político más exitoso de su carrera, la Unión del Centro Democrático (Ucedé), que llegó a convertirse en la tercera fuerza política del país, con los dos millones de votos que cosechó en las elecciones presidenciales de 1989.
Fue padre de tres hijos (Alvaro, María Julia y Eduardo) y estuvo casado con Edith Ana Gay, quien falleció meses atrás. Le gustaban el champagne, la música clásica, jugar al tenis y volar en avioneta.
María Julia Alsogaray definió a su padre Alvaro como "el hombre más maravilloso" que conoció y pidió que se lo recordase como "alguien que quiso mucho a su Patria".
La condenada y detenida ex funcionaria mantuvo un breve contacto con la prensa que hizo guardia frente a su casa, donde eran velados los restos de su padre. María Julia cumple su condena en la delegación de la Policía Montada y fue autorizada por la Justicia a asistir al velatorio para despedir los restos de su padre.
Cuando se la consultó por la negativa de la Justicia a participar en los funerales, María Julia se limitó a decir que no opinaba "sobre las decisiones de los jueces, porque eso corresponde a su conciencia".