Tras 34 años de una turbulenta relación marcada por adulterios, divorcios y muerte, el príncipe Carlos de Inglaterra se casa al fin con Camilla Parker Bowles, el viernes próximo, en el ayuntamiento de Windsor, oeste de Londres.
Esta boda estará muy lejos del fastuoso primer casamiento, en julio de 1981, del heredero de la corona británica con la joven Diana Spencer, quien se convirtió en la princesa más querida de la historia del país, cariño que subsiste más de siete años después de su muerte, en agosto de 1997.
A diferencia de la boda de ensueño de Carlos con Lady Di, el matrimonio del príncipe de Gales con Camilla no estará rodeado de la magia que tuvo ese primer enlace, celebrado en la majestuosa catedral de San Pablo, en el centro de Londres, ante 6.000 invitados.
En esa ocasión, Carlos tuvo a su lado a su madre, la reina Isabel, y a su padre, el duque de Edimburgo, y toda la realeza europea vistió sus mejores joyas para festejar el matrimonio de la bella Diana con el heredero de una de las monarquías más antiguas y estables de Europa.
En cambio, la boda de Carlos, ahora de 56 años, con Camilla, una divorciada un año mayor que él, se celebrará en un modesto salón del ayuntamiento de Windsor, donde sólo estarán presentes unas 30 personas, entre las cuales no figuran sus padres.
Además, mientras que su boda con Diana despertó entusiasmo e incluso fervor en todo el mundo, el enlace de Carlos con Camilla -a la que una mayoría de británicos culpa aún por el fracaso de su matrimonio con la joven princesa- ha estado rodeada de controversia.
Desde su anuncio, el 10 de febrero, la boda de Carlos ha acumulado una larga lista de bochornos para la monarquía.
Clarence House, la residencia oficial del príncipe de Gales, anunció primero que el casamiento civil se celebraría el 8 de abril en el histórico castillo de Windsor.
Pero, tras darse cuenta de que, según la ley británica, la "licencia" que debía pedir la pareja real para casarse en el castillo permitiría que miles de otras parejas plebeyas se casaran allí mismo, durante tres años, la casa real se rectificó, anunciando que la boda se celebraría en el ayuntamiento de Windsor.
En el castillo de Windsor, situado a unos 200 pasos del ayuntamiento, se celebrará sólo una bendición religiosa, impartida en la capilla San Jorge por el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, y una recepción a la que están invitados unas 700 personas.
Luego, en un anuncio que desató todo tipo de conjeturas y que una gran parte de la opinión consideró una humillación para Carlos, el palacio de Buckingham informó que ni la reina ni su esposo asistirán a la boda civil, para respetar el deseo de la pareja de tener una ceremonia "discreta",
Además, la boda generó una fuerte polémica entre juristas e historiadores sobre si el enlace civil era o no legal, mientras otros expertos señalaron su oposición a una boda civil, recordando que, si Carlos sube al trono, se convertirá en cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Para rematar la larga cadena de tropezones, aunque el Palacio afirmó que Camilla llevará el título de Su Alteza Real la duquesa de Cornwall, y que, si Carlos se convierte en Rey, será Princesa Consorte, el gobierno debió reconocer que, si el príncipe de Gales sube al trono, ella será Reina.
Pero, según el editor de la revista Royalty Magazine, Bob Houston, "aunque dos de cada tres británicos quieren que la pareja se case, cuatro de cada cinco rechazan que Camilla pueda convertirse en su reina".
Pero, contra viento y marea, y pese a todos los contratiempos, Carlos convertirá al fin el viernes en su esposa a la mujer calificada por Lady Di de Rottweiller y que fue hasta agredida con panes lanzados por admiradores de Diana, pero quien ha sido, a lo largo de tres décadas, su único gran amor.
Agencia AFP