Unión daba vergüenza y lo empató con vergüenza
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Enrique Cruz (h)Enviado Especial a Córdoba
Hay empates y empates. Una cosa es la hibridez y la falta de decisión que tuvo Unión en Santa Fe para ganarle a Ferro, por ejemplo. Y otra cosa es el amor propio y la vergüenza que mostró el equipo en Córdoba para dar vuelta la historia de un partido que se le había complicado desde el mismo arranque.
Se sabe que la cosecha es la misma. Que el punto ante Ferro tiene el mismo valor matemático que el empate de anoche. Se suma de a uno. Pero una cosa son los silbidos del sábado pasado en el "15 de Abril" y otra fue la ovación con que la hinchada tatengue despidió al equipo.
En realidad, es una cuestión de actitud y reconocimiento al esfuerzo. Unión había jugado 45 minutos pésimos, dando ventajas en todos los sectores de la cancha -sobre todo en defensa- y perdía 2 a 0 sin objeciones. Más todavía, la sensación que había quedado rondando al cabo de ese primer tiempo, era que Racing de Córdoba estuvo más cerca del tercero que Unión del descuento (a Gigena le anularon un gol y Tauber anduvo a los revolcones).
Silguero metió mano en todo. Puso a Peirotti y fue rearmando sobre la marcha un equipo que se le iba desmembrando por las lesiones (primero se fue Desvaux, luego Vera y terminaron Piombo y Bazán Vera en una pierna). Pero hubo dos aspectos que cambiaron la historia: 1) el ingreso de Peirotti, figura del partido; 2) la actitud diferente con la que salieron a jugar el segundo tiempo. Y el partido se hizo vibrante, emotivo e incierto en cuanto al resultado. Todo por "culpa" de un Unión renovado y "avergonzado" por aquella pobrísima imagen de chatura que el equipo había dejado en los 45 minutos iniciales.
Todo pasó por una cuestión de actitud. La falta de fútbol en el medio y los tremendos errores defensivos del primer tiempo, se transformaron en decisión para jugar y forzar los errores de un rival que había sido tremendamente superior en el primer tiempo, pero que empezó a claudicar en la medida en que Unión cambió.
Es verdad que queda siempre grabada la imagen del final. Por eso, el empate se dimensionó de otra manera. Una cosa fue el Unión al que le cabeceaban fácil en el área, no podía anular a Gigena y se desbordaba en el medio con la dinámica de Poy (figura del local) y la buena distribución de Monserrat; y otra totalmente distinta fue cuando entró Peirotti para manejar la pelota, cuando Urresti se cansó de subir y bajar por la derecha y Bazán Vera se pareció a Kempes cuando recibió la pelota de espaldas al arco, se llevó a la rastra a dos defensores y definió ante la salida de Dei Rossi para redondear, en el resultado, la elogiable levantada futbolística que el equipo mostró en la segunda parte del partido.