En nombre de los peces
|
Por Juan José Neiff (*)
En medio de una nueva confrontación de distintos grupos sociales en relación a la pesca y a los estudios y medidas necesarias para favorecer el uso del recurso a la par de su sostenibilidad, creo necesario dejar a mis conciudadanos algunas reflexiones "en nombre de los peces" por verlos indefensos y con un futuro incierto en el escenario actual.
La discusión entre actores sociales respecto de la pesca podría parecer irrelevante, toda vez que los distintos sectores de opinión confiesan que sus acciones están dirigidas a proteger el recurso, lo cual no deja dudas de la buena intención de quienes opinan.
Pero la realidad que conozco, basada en el seguimiento de las pesquerías en Corrientes y Chaco durante más de 10 años, por parte del equipo que lidera Marta B. Canon Verón, me permite ver una merma importante de la pesca fluvial en los últimos años, a juzgar por un mayor esfuerzo de pesca para mantener valores compatibles con la subsistencia de los pescadores.
Otra conclusión de este estudio es que están siendo afectados los peces de los niveles tróficos más altos (dorado, surubí, patí), con menor volumen de capturas y, en algunos casos, tamaño menor de las piezas capturadas.
El sábalo, en la proximidad de la confluencia del Paraná con el Paraguay, no alcanza la importancia que le fuera acordada por Bonetto y colaboradores a fines de los '60 y comienzo de la década del '70, cuando representaba 60% de la biomasa disponible de peces.
Este escenario permite concluir que los esfuerzos realizados para proteger al recurso pesquero han sido insuficientes y, posiblemente, inadecuados para atacar la constelación de impactos directos e indirectos de las actividades humanas sobre la ictiofauna.
Las represas se construyen en número creciente y hoy existen en el alto Paraná más de 40 embalses. Algunas de éstas cuentan con dispositivos para mitigar el "efecto barrera" que ellas imponen a las migraciones de peces. Los ascensores y escalas tienen muy baja eficiencia, debido a que estos ignorantes que son los peces, no han aprendido a leer las instrucciones de cómo subir aguas arriba y porque volver aguas abajo sólo es posible en condición de peces reventados por "la enfermedad de la burbuja" producida en alguna descompresión violenta generada por el mal funcionamiento de las represas, o como "puré de pescado" producido en la cámara de alguna turbina.
Sin embargo, el peor daño que producen estos "adelantos tecnológicos que favorecen el progreso de la sociedad" reside en el disturbio que producen sobre el régimen de pulsos (alternancia de sequías e inundaciones) propia del río y que es la que mantiene las distintas formas de vida fluvial. Hasta hoy, ninguna de las represas posee un gerenciamiento de caudales que permita mantener el régimen de pulsos y es por esto que los bañados y lagunas están sufriendo cambios que finalmente afectan a los peces.
La contaminación de las aguas ha dejado de ser un problema menor, especialmente en el tramo bajo del río, donde, por ejemplo, en 1993 registramos la mortandad de 800 toneladas de sábalos, a la altura de Quilmes, en un hecho que no tuvo culpables.
La pesca ha dejado de ser una actividad de supervivencia, para adoptar muy variadas formas y con medios a veces sofisticados de captura, procesamiento, traslado y una red de exportación furtiva con vocación de perpetuarse.
Alguien puede dudar que se esté abusando de la pesca, por no disponer de los números que nosotros manejamos, pero el ciudadano común conoce que, a precios constantes, en 1976 pagaba $ 2,80 por kilogramo de surubí y hoy, si lo consigue, paga $9,10.
Luego de este comentario, resulta difícil comprender por qué las autoridades de aplicación para el recurso pesquero se encuentren en un análisis muy simplificado y, en mi criterio, poco eficaz de encontrar soluciones para regular la pesca fluvial. Me refiero a la intención de encontrar la "primera talla de madurez" como parámetro para definir el tamaño a partir del cual se deber permitir la pesca.
Como bien señalara el Dr. C. Baigun días pasados, no todos los animales de una población llegan a la madurez sexual al mismo tiempo y la madurez efectiva se logra bastante tiempo después. Este criterio conducirá a un aumento de la presión de pesca y a agravar la situación crítica por la que pasa la ictiofauna hoy.
Llama la atención también que se esté poniendo todo el énfasis en las poblaciones de sábalo, descuidando el problema de especies mucho más amenazadas todavía, como son los grandes carnívoros del río (dorados, surubíes, y una veintena de especies que no son debidamente consideradas).
En nombre de los peces, pido a las autoridades, a nuestros representantes, que la pesca de los grandes ríos sea contextualizada en un encuadre más amplio e integrado, participativo, que la sola decisión sobre el tamaño mínimo de las piezas que puedan pescarse.