Romina Kippes (C) Ciencia y Técnica UNL - El Litoral
Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Instituto de Desarrollo y Diseño (Ingar, Conicet-UNL) están desarrollando pruebas piloto en diferentes industrias para determinar la eficacia de un método conocido pero poco utilizado. Se trata de reactores biológicos que funcionan con bacterias anaerobias (es decir, que no utilizan oxígeno), cuya función es "destruir" material contaminante presente en los efluentes industriales o domésticos.
A diferencia de los tratamientos empleados comúnmente, estos reactores biológicos anaerobios pueden disminuir la contaminación de los líquidos residuales y su contenido de materia orgánica más rápidamente, de manera más eficiente y ecológica, y utilizando espacios mucho más reducidos.
"El reactor es una especie de tanque: por un lado entra el efluente contaminado y por otro sale el efluente limpio", graficó el doctor en Ingeniería Química Pío Aguirre, responsable del grupo de investigación. Dentro, ese tanque contiene una enorme cantidad de bacterias que forman una película o film que se adhiere a partículas de (por ejemplo) arena. Esa capa de bacterias es la que destruye el contaminante presente en el líquido y es sumamente activa y resistente.
El equipo del Ingar ya probó los reactores biológicos con efluentes de industrias lácteas de la región (Paraná y Santa Fe), frigoríficos y papeleras con resultados alentadores.
Estos reactores biológicos "funcionan" con bacterias anaeróbicas (aquellas que no necesitan oxígeno para vivir), y aunque el proceso se utiliza desde fines del siglo XIX no se aplicó a nivel industrial hasta hace dos décadas. A partir de la crisis energética de los años 1970 "estos sistemas se volvieron más interesantes en comparación con aquellos que usan aire (aeróbicos) y comenzaron a aplicarse incorporando nuevos desarrollos técnicos de la década del '80".
Habitualmente, las industrias utilizan un tratamiento de efluentes por medio de aireación, un proceso que requiere de "una inyección continua de aire que es muy costosa, porque consume mucha electricidad". Además, estos sistemas requieren de tanques abiertos que, además de generar neblinas y malos olores, necesitan amplios espacios para funcionar, lo que implica a su vez mayores costos. Y son más contaminantes: el 50% de lo que se desecha es un "barro de bacterias" (el resto es gas), con lo que nuevamente hay que disponer maneras para eliminarlo y evitar los olores que emanan al descomponerse.
Los reactores biológicos anaerobios vienen a resolver varios de estos inconvenientes: necesitan mínima energía para funcionar, requieren de un espacio mucho más pequeño, son equipos cerrados (con lo que se evitan los gases, neblinas y malos olores) y también pueden servir para generar energía a partir de los gases producidos.
"La materia orgánica, desde el punto de vista del desecho, está compuesta por carbono, nitrógeno y fósforo. En una etapa eliminamos la componente de carbono, que es la contaminación más primaria y a la vez más complicada en este tipo de industria", explicó Aguirre.
Si bien estos reactores biológicos emiten dióxido de carbono, al igual que el sistema aeróbico (el gas causante del efecto invernadero), también "logran producir gas metano, que tiene un contenido energético importante", explicó Aguirre, y que es utilizado como variante energética en los principales países del mundo.
Uno de los problemas con que se enfrentan las industrias es el tratamiento de sus efluentes acuosos, que generalmente contienen compuestos en distintas concentraciones y combinaciones y que provienen de distintas etapas del proceso productivo. Sin embargo, y pese a su importancia para el cuidado del medio ambiente, no todas las industrias prestan verdadera atención a las plantas de tratamiento como parte fundamental de los procesos industriales.
"Las plantas de tratamiento de efluentes ya no son vistas como un gasto de dinero sino como una inversión", opinó Aguirre. Por eso, agregó, "hace falta contar con profesionales que asistan a esas empresas, para reconocer los problemas de efluentes y solucionarlos", agregó.
"Siempre concebimos el proceso industrial como un sistema completo: no se debe sólo tratar el efluente una vez que se genera sino también de estudiar el proceso y reducir los volúmenes y contaminantes que se deben desechar. Por ejemplo, en la industria de pulpa y papel, la reutilización del agua, que antes se descartaba como un efluente, permite reducir enormemente los costos del proceso. En general, la solución económica del problema de efluentes implica una revisión del proceso productivo y del tratamiento de los efluentes en forma simultánea", concluyó Aguirre.