Por Sol Lauría
Las Lomas ni siquiera figura en el mapa de la ciudad. Al extremo noroeste de la ciudad, con camino viejo a Esperanza y las calles Estado de Israel y Padre Vieyra como límites, el barrio sucumbe en el olvido.
Las 400 familias que se asentaron en el lugar que también padeció la voracidad del Salado, conviven con chapas, calles de tierra, basurales y la desconexión que provoca que la parada de colectivos más cercana esté a más de 20 cuadras.
En procura de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, con mayoría de niños y una comunidad Toba asentada en ranchos, el movimiento Los Sin Techo pretende inaugurar el próximo 25 de mayo las obras que encararon con fondos de la Unión Sindical Obrera de España.
La construcción de 15 casas con agua corriente, una guardería, un policlínico totalmente equipado y el mejorado de las calles, requirieron una inversión de $184.000. La mano de obra fue encarada por los propios beneficiarios que levantaron ladrillos, abrieron zanjas y colocaron el empedrado en las cuadras que, comúnmente, quedan anegadas después de las lluvias.
La idea es que la misma gente del barrio sea "protagonista" del cambio. "Tienen que descubrir que ellos pueden valerse por sí mismos", destacó el coordinador del movimiento en 25 barrios de la ciudad, José Luis Zalazar. Así se genera "desarrollo humano", porque "la relación entre los vecinos se fortalece: la mujer ayuda, los hombres hacen pozos, el chico que no sabe aprende y el abuelo le indica".
Mucho se ha hablado esta semana sobre la pobreza y el aumento de sus índices en la población infantil.
Hablar de la marginalidad con los propios vecinos de Las Lomas es novedoso, pero su vivencia es cotidiana. Así lo indican los pies descalzos de los chicos que corretean en un descampado, la ropa estropeada que cuelga de improvisados tendederos y los centros asistenciales colmados de gente.
Las manos curtidas y el rostro cansado de Aureliano, cuyos 42 años parecen 60, son también un síntoma de las luchas de la pobreza que "siempre persigue a las personas, nosotros la hemos conocido mucho". Su descripción incluye su vivencia de "necesidades" y el imperativo de permanecer "siempre luchando".
En una fría mañana, abría el zanjeo para el agua corriente a la que no pudo acceder en los ocho años que lleva viviendo en el barrio. Ya se sueña en esa casita de material que levantó con esfuerzo para él y sus seis hijos, y sueña que así la obligación de "salir a changuear y vender algo de artesanías" será menos sacrificada.
Ana Solís convive con ellos y coincide con la descripción de su cruda realidad. Como coordinadora de los comedores comunitarios de Los Sin Techo aprendió que padecen "una extrema pobreza". Las Lomas, asegura, "es lo marginal de lo marginal". En un intento por ejemplificar su afirmación enumera: "están aislados totalmente, la mamá que tiene problemas de salud con sus hijos o la que tiene que llevar el chico a la escuela en un día de lluvia, no lo puede hacer porque tiene que tomarse el colectivo a 30 cuadras. Ves los chicos descalzos; los más grandes llevando a sus hermanitos en brazos porque la mamá salió a hacer una changa o está durmiendo".
La sentencia terminal de Ana es que "falta educación y formación del ser humano y, al no tener toda la educación que requieren, están en la postergación".
El proyecto de Los Sin Techo permitirá que en la tierra del olvido exista un policlínico que atenderán profesionales las 24 horas, una guardería con preescolar y mejores condiciones de vivienda para 15 familias.
Pretenden, como explicó Zalazar, dar "atención a la embarazada con un plan materno infantil; buena alimentación, atención médica, instrucción y computación para los chicos de hasta 5 años, así pueden empezar el 1° grado en mejores condiciones".
En este lugar, como en tantos en palabras de Zalazar, "el Estado está ausente". Es que "no le importa resolver el problema de los pobres".
Mientras en el extremo norte y en otros puntos de la ciudad hay un 67,5% de chicos pobres, "el Concejo Deliberante se ocupa de los ascensores y de los perros". Se olvidan, según Zalazar, de que "hay 7.000 chicos en Santa Fe entre 15 y 20 años que no estudian ni trabajan y de que hay 33.000 analfabetos contra 33.000 profesionales en la ciudad".
La amnesia generalizada no considera al "37% de desnutridos crónicos y el 20% agudos".