Leonor Soria- Télam
El bailarín Maximiliano Guerra protagonizará las siete primeras funciones de "Medea" que, con coreografía y dirección de Mauricio Wainrot sobre la base del mito griego, y con la "etoile" Silvina Cortés en el rol femenino central, será estrenada hoy en la sala Martín Coronado por el Ballet Contemporáneo del porteño Teatro San Martín.
Luego del éxito de "Un tranvía llamado deseo", Guerra vuelve a trabajar a las órdenes de Wainrot, interpretando en esta ocasión al personaje de Jason, quien, según la tragedia griega, por ambición decide abandonar a su mujer, Medea, para casarse con la princesa Creuza y heredar el poder de su padre.
"Parece que a Mauricio le gusta cómo hago de malo -ironizó Guerra en diálogo con Télam-. Pero no sé si Jason es tan malo, yo pienso que es muy ambicioso. Creo que tiene un amor especial por Medea y siente una gran ternura por sus hijos. Con ese criterio, le sacamos un poquito de maldad y lo hacemos un poco más humano.
"Precisamente, ese amor por los hijos lo hace vulnerable, ya que Medea, para vengarse, le pega donde más duele y le saca lo más preciado que tiene, asesinando a los niños y a la novia", explicó.
Respecto de cómo se elabora en la danza un personaje teatral, Guerra sostiene que "exactamente igual que si yo tuviera que actuar en un filme o en una obra de teatro. Se trata de buscar las características específicas del personaje y de descubrir qué partes de la propia experiencia pueden servir para contar la historia, siempre a través de la coreografía, en este caso, de Mauricio. Tenemos que ponerles palabras a todos los pasos que él va creando. Atrás de cada movimiento y de cada secuencia, nosotros tenemos que traducir el texto, no en palabras, sino con el cuerpo".
Cuando se lo interroga respecto de qué sucede cuando hay que ajustar la idea del personaje a una coreografía dada, creada por otro, destaca que "fue creada por otro, pero pensando en mí. Obviamente, Mauricio tiene sus códigos, sus formas de armar las fraseos corporales y musicales. Sin embargo, en este caso pensó mucho en mí como bailarín".
Acerca de si cada bailarín tiene su propio registro de movimiento, no duda en afirmar que "sí, somos todos distintos aunque muchos tengamos la misma escuela, como pasa con los pintores o con los cantantes. Tenemos distintas formas de afrontar tanto la danza como los personajes, porque eso pasa por la personalidad y el carácter de cada uno.
"Sin embargo, la música tiene tanta cantidad de notas como palabras tiene la literatura. Es verdad que el teatro tiene más libertad en el movimiento, pero en la danza hay libertad para expresarse, y cada bailarín puede manejar a su manera las cadencias musicales y las físicas o la manera de dibujar en el espacio.
"En mi caso, pesa mucho la expresión. Aunque soy un bailarín reconocido por la técnica, toda mi vida me empeñé en interpretar los papeles que hacía, en buscar el lado actoral, el lado emotivo".