José Curiotto
La misma metodología, el mismo "profesionalismo" y las mismas consecuencias. Fueron tres casos en poco tiempo, en los que una banda presuntamente asentada en la zona de Concordia, Entre Ríos, estafó a un comerciante de productos comestibles, a un vendedor de agroquímicos y a un productor agropecuario de Santa Fe y zona de influencia.
En algún momento, ellos recibieron el llamado telefónico de un presunto comprador de sus productos quien, interesado, se decidió a "comprar" importantes cargamentos.
El modus operandi fue el mismo en los tres casos. Hacían la compra telefónicamente, enviaban por intermedio de un fax un boleto de depósito bancario falso para que las víctimas creyeran que el pago se había efectuado. Incluso, le daban a al estafado un número de teléfono que en teoría pertenecía al banco en cuestión, como para que pudiera confirmar que el dinero ya se encontraba en su cuenta.
Claro está que este número de teléfono pertenecía, en realidad, a la banda de estafadores. Al llamar la víctima, se encontraba con una amable voz femenina que le confirmaba el depósito que, claro está, jamás se había realizado.
Pero éstos eran sólo los primeros eslabones de esta cadena delictiva.
Los estafadores contrataban un camión para que se encargara de buscar la carga y transportarla hasta Concordia. Los camioneros no sabían que, en realidad, estaban formando parte de un robo.
Al llegar a Concordia, los choferes tenían la orden de dejar la carga en una estación de servicio semi abandonada, donde los esperaba un changarín especialmente contratado por la banda de delincuentes para que recibiera la mercadería. El changarín tampoco tenía idea de que estaba siendo utilizado para cometer este delito.
Una vez que la carga estaba depositada en la estación de servicio, llegaba otro camión -o camioneta- que se encargaba de hacer desaparecer la mercadería.
Mientras tanto, en Santa Fe los estafados se enteraban de que jamás se había depositado el dinero prometido en sus cuentas bancarias. En este sentido, los estafadores tomaban la precaución de realizar las operaciones los viernes o en días previos a feriados bancarios, de manera tal que las víctimas demoraran entre 24 y 48 horas en descubrir la maniobra.
Los dos primeros hechos terminaron con denuncias que fueron radicadas en el Juzgado de Instrucción a cargo del Dr. Carlos Ferrero. El tercer caso, terminó en manos del juez Dardo Rosciani, quien junto con la policía diagramó un esquema destinado a atrapar a los estafadores in fraganti.
Lo primero que se hizo fue acordar con la presunta víctima -que ya había sido estafada poco tiempo antes- que concretara la operación con los delincuentes pero que, en lugar de cargar el camión con los agroquímicos solicitados, lo hiciera con agua con algún tipo de colorante para engañar a los ladrones.
El camión cargado con los falsos agroquímicos partió rumbo a Concordia, sin saber que era seguido por la policía. Tal como estaba previsto, al llegar a la estación de servicio concordense estaban siendo esperados por el changarín.
Eso sí, las camionetas que debían terminar el recorrido de la mercadería robada jamás aparecieron.
En definitiva, la investigación terminó en el changarín que, al ser detenido, dijo haber sido contratado por una mujer que es la esposa de un hombre de aquella zona con antecedentes de estafa. Se supone que esa misma mujer era quien, con voz amable, atendía a las víctimas haciéndose pasar por empleada bancaria.
Los integrantes de la banda se las ingeniaron para poner en práctica un sistema que invalidaba cualquier posibilidad de rastreo de las llamadas telefónicas.
Ahora, el mayor reto de la Justicia será encontrar pruebas que incriminen a los sospechosos, quienes en todo momento actuaron con sumo "profesionalismo" y prácticamente no dejaron rastro.