Ladrón robó en una casa y amenazó con matar a un bebé
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Por José Luis Pagés
Cuando Claudio Botta dejó su casa de calle Llerena esta mañana temprano sintió que alguien, desde las sombras, vigilaba sus movimientos.
De todos modos, Claudio sabía que debía cumplir con sus obligaciones de trabajo, así que, pese a esa corazonada, siguió su camino.
Bajo lluvia y en lo oscuro, Botta recorrió las dos cuadras que separan su casa de la avenida Peñaloza.
En ese breve trayecto pudo ver que no se había equivocado y no le gustaron las miradas furtivas de ese desconocido que, de pronto, caminaba a su lado.
Por fin, Claudio llegó a la avenida, entonces extendió el brazo y sintió alivio cuando en la esquina se detuvo el colectivo.
Recién cuando el coche se puso en movimiento, Claudio pensó en lo cerca que había estado del asalto o de algo peor todavía.
Así y todo, no olvidaba esa mirada sombría y no podía dejar de pensar en sus chicos, que habían quedado al cuidado de la niñera.
Pero, por cierto, lo que buscaba ese desconocido no estaba en los bolsillos de Claudio, sino adentro de su casa de calle Llerena al 4000.
De ese modo, apenas estuvo seguro que Botta se alejaba en el colectivo, el sujeto volvió sobre sus pasos y fue derecho al objetivo.
Rápido y decidido a todo, el sujeto escaló y pasó por sobre el tapial para, en cuestión de contados segundos, presentarse ante la niñera armado con un martillo.
La pobre mujer, que hoy había ido a cumplir con su trabajo en compañía de una hija adolescente, intentó resistir, pero algo hizo que desistiera en el acto.
En un instante, comprendió que debía obedecer al desquiciado mental que amenazaba con golpear en la cabeza al menor de los chicos.
Alertado por los vecinos, Claudio Botta colgó el teléfono y volvió a su casa con el corazón en la boca. Para entonces, la policía ya estaba en el lugar, pero el ladrón se había marchado llevándose con él unos pocos artículos, como un televisor y un centro musical.
Recién cuando tuvo la certeza de que sus chicos estaban bien y fuera de peligro, Claudio denunciaría lo ocurrido en sede policial y regresaría nuevamente a su casa, ahora en compañía de los agentes de la Seccional 6a.
El martillo, arma con la que fue amenazada la vida de los niños, apareció entonces en el interior de un automóvil abandonado en una calle vecina, pero del ladrón y los bienes sustraídos no hubo más noticias.
Luego, Claudio nos confió -no sin amargura- que ya no le será igual acudir al trabajo -como lo hace cada mañana desde que falleció su esposa-, con la tranquilidad de saber que sus niños quedan seguros, cuidados y bien atendidos.