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Por Nancy Balza
Incorporar la variable riesgo en la planificación; que el riesgo no sea sólo un tema sino un elemento transversal al ser humano y al desarrollo; hallar mecanismos que permitan vincular el conocimiento académico con los saberes de la comunidad, aportar a una mirada interdisciplinaria sobre el problema, incluir el concepto de catástrofe a la agenda pública y política. Éstas y otras conclusiones surgieron del debate que el viernes por la tarde se desarrolló en la Universidad Católica de Santa Fe, en la primera parte de las jornadas sobre La ciudad y las catástrofes que organizaron, junto a esa casa de estudios, la Universidad Andrés Bello (Chile), la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Católica de Córdoba.
Luego de las palabras de bienvenida a cargo de Gerardo Galetto, rector de la UCSF, de Ricardo Rudi, decano de la Facultad de Arquitectura de esa casa de estudios y de Jorge Francisco Liernur (Torcuato Di Tella) comenzó el primero de los paneles: "Ciudad, catástrofe y sociedad", a cargo de la docente e investigadora santafesina Blanca Fritschy, el experto venezolano Alejandro Linayo y el sociólogo Máximo Lanzetta.
La catástrofe hídrica de abril de 2003 también estuvo presente en la jornada. Aunque no de manera excluyente, sí para repasar conceptos básicos como "amenaza", "vulnerabilidad", "desastre" y el necesario componente de planificación que debe acompañar toda política. Las condiciones que precedieron al 29 de abril, tanto naturales (precipitaciones más altas que las habituales) como sociales (concentración poblacional en zonas inundables) también fueron expuestas en el panel, para concluir en la necesidad de reflexionar sobre la planificación, el conocimiento del riesgo y el estudio de la mitigación.
"Mientras más nos alejamos de la última catástrofe, más nos acercamos a la próxima", advirtió Alejandro Linayo, experto venezolano quien particularizó en su país para reflexionar sobre la importancia de sostener en el tiempo el interés político y social por el tema.
Venezuela está marcada por tres amenazas: sísmica, hidrológica y geomorfológica, explicó Linayo y profundizó en el deslave de Vargas que en diciembre de 1999 dejó miles de víctimas. Pero puntualizó en aquella tragedia para aportar en definiciones más generales: "No son los ríos y las quebradas los que se llevan las casas por delante, sino que las casas son las que se llevan por delante a los ríos y las quebradas". Y avanzó en que, si bien el desencadenante puede ser natural, "los desastres no son naturales, son riesgos no manejados, problemas no resueltos del desarrollo"
Linayo planteó algunos interrogantes: ¿hacia dónde deben ir las ciudades en función de las amenazas que tienen? ¿Qué permite que el riesgo se construya? Para concluir en que "hacer gestión de desastre es hacer gestión de sociedad". Y en la concreción de esas acciones expuso como el "deber ser" la interacción entre organismos de respuesta, actores sociales (con roles asignados a la comunidad), instituciones del desarrollo que transversalicen el concepto de riesgo y actores del conocimiento que producen la información necesaria.
En el otro extremo, evaluó que el "modelo a vencer", es la hipertrofia del aparato de respuesta, la escasa vinculación del conocimiento científico con la realidad local, y el desconocimiento de prioridades en la comunidad.
El sociólogo Máximo Lanzetta, subsecretario de Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Política Ambiental de la ciudad de Buenos Aires, cerró el primer panel desde el aporte de una disciplina que históricamente no tuvo participación en el tema y sin embargo es fundamental para comprender, como él mismo dirá (ver aparte) la dinámica social.
Profundizó en el concepto de riesgo cuyos orígenes se ubican en la modernidad, concretamente con el terremoto de Lisboa de 1755 y la ruptura con las creencias asociadas a una visión providencial de los hechos. Y aportó conceptos de riesgo decisional, analítico y percibido, para reflexionar en el eje del proceso de decisión: ¿con cuánto riesgo queremos vivir?
La jornada del viernes culminó con la presentación de tres experiencias concretas de Ciudades vulnerables y reconstrucción: San Juan, Buenos Aires y Resistencia. Culminó el sábado con exposiciones acerca de las Manifestaciones de la catástrofe desde una perspectiva estética, a cargo del grupo local Matecosido, de Buenos Aires.
"El riesgo es un proceso, una película, y el desastre es como una fotografía". El Lic. en Sociología Máximo Lanzetta distingue ambos conceptos y explica por qué: "Si tenemos riesgo es porque sabemos que, en algún momento, el evento adverso va a suceder; la fuerza del evento adverso materializado en desastre tendrá que ver con cómo hemos gestionado el riesgo. Si hemos trabajado para reducir la vulnerabilidad de la población, el desastre va a ser de menor cuantía; si no hemos trabajado en vulnerabilidad y exposición, el resultado será de mayor cuantía".
forma parte, como consultor permanente, de una mesa ejecutiva integrada por ministros y referentes de primera línea para definir cuestiones como la transversalización del concepto de riesgo, su incidencia en procesos de desarrollo y en la planificación del presupuesto. En su opinión, los desastres son "ventanas de oportunidades" en términos de planificación estratégica. "En Venezuela se abrió esa ventana, la tarea es decidir qué podemos hacer".