Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. ut melius quidquid erit pati!
seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina, liques et spatio breui
spem longam reseces. dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
Tú no indagues -vedado está saberlo- qué fin a mí o a ti,
Leuconoe, los dioses quieran darnos, ni sondees los números
babilonios. íVale más aceptar aquello que ha de ser!
Ya sean muchos inviernos los que Júpiter nos conceda, o el último
este que vemos contra opuestas rocas quebrantar el oleaje
tirreno, sé sensata, filtra el vino y a un breve espacio ajusta
esa larga esperanza. En tanto hablamos, habrá huido envidiosa
la edad: cosecha el día, y no confíes mucho en el que vendrá.
Odio, muchacho, el pérsico aparato,
las guirnaldas de tilo me disgustan;
no busques ya en qué sitio la tardía
rosa persiste.
Al simple mirto nada, diligente,
quiero que añadas; ni de ti es indigno,
copero, el mirto, ni de mí, que bebo
bajo honda parra.
Han huido las nieves, la gramilla vuelve a los prados
y a los árboles su follaje;
cambia de faz la tierra, decreciendo soslayan
sus riberas los ríos.
La Gracia con las ninfas y sus gemelas ya se atreve
a guiar las danzas desnuda.
Inmortal nada esperes, dice el año, y la hora
que el día vital se lleva.
Los céfiros templan el frío, la primavera arrasa
luego el verano, que se acaba
cuando el cargado otoño rinde su fruta, y pronto
vuelve el invierno inerte.
Daños que el cielo causa, los reparan rápidas lunas;
nosotros, cuando descendemos
adonde el padre Eneas y el rico Tulo y Anco,
polvo somos y sombra.
�Quién sabe si a la suma de tus días otro mañana
le añadirán los altos dioses?
No irá a las manos ávidas de tu heredero aquello
que, amigo de ti mismo,
te concedas. Cuando estés muerto y Minos haya dictado
sobre ti su brillante fallo,
no, Torcuato, tu estirpe, ni elocuencia o piedad
te volverán la vida.
Porque de las tinieblas inferiores, ni Diana a Hipólito
púdico libra ni, aunque amado,
Teseo ha conseguido quebrantar las leteas
cadenas a Pirítoo.
Por Horacio(Traducción y notas de Alejandro Bekes) Por razones de espacio, transcribimos aquí sólo las notas necesarias para la comprensión primaria del poema, sin copiar las que se refieren a las precisiones o dificultades de la traducción que integran el volumen editado por Losada.(De "Odas", op. cit.).