Odas Libro I XI

Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi

finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios

temptaris numeros. ut melius quidquid erit pati!

seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,

quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare

Tyrrhenum, sapias, uina, liques et spatio breui

spem longam reseces. dum loquimur, fugerit inuida

aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

Liber Primus XI

Tú no indagues -vedado está saberlo- qué fin a mí o a ti,

Leuconoe, los dioses quieran darnos, ni sondees los números

babilonios. íVale más aceptar aquello que ha de ser!

Ya sean muchos inviernos los que Júpiter nos conceda, o el último

este que vemos contra opuestas rocas quebrantar el oleaje

tirreno, sé sensata, filtra el vino y a un breve espacio ajusta

esa larga esperanza. En tanto hablamos, habrá huido envidiosa

la edad: cosecha el día, y no confíes mucho en el que vendrá.

AD LEVCONOEN. No busquemos en los astros la adivinación del futuro; nada sabemos, salvo que la vida pasa; lo sensato es gozar del día presente, y pensar lo menos posible en el venidero.Las incontables variaciones que la posteridad y el propio Horacio urdieron sobre la fórmula del verso final -carpe diem- no han agotado sus resonancias, sin duda porque ella roza una cuerda íntima. Una variante célebre, que se encuentra en el poema De rosis nascentibus (seguramente de fines de la Antigüedad) es el Collige, uirgo, rosas, imitados después asiduamente en la lírica occidental. Entre sus versiones ilustres, recordemos el soneto XXIII de Garcilaso, profundamente horaciano: "En tanto que de rosa y azucena...", y la gozosa manipulación que de él hizo Góngora (soneto XX). También el final del más célebre de los Sonnets pour Hél�ne de Ronsard: Cueillez des aujourd'hui les roses de la vie.Metro: Asclepiadeo II.Leucónoe (en griego, Leukonoé, aproximadamente "alma cándida") es el nombre ficticio de una mujer que confía en las predicciones de los astrólogos. Sabemos que la astrología como medio de averiguar el porvenir era popularísima en la sociedad romana de la época, particularmente entre las mujeres.Los números babilonios son los cálculos astrológicos, porque esa disciplina fue inventada por los caldeos; hay pues sinécdoque (babilonios por caldeos) y metonimia (números por cálculos).El vino se purificaba de su borra haciéndolo pasar por un vaso de filtrado lleno de nieve (colum niuarium).Metro de la versión: versos de dieciocho sílabas, en hemistiquios de once y siete.

XXXVIII

Odio, muchacho, el pérsico aparato,

las guirnaldas de tilo me disgustan;

no busques ya en qué sitio la tardía

rosa persiste.

Al simple mirto nada, diligente,

quiero que añadas; ni de ti es indigno,

copero, el mirto, ni de mí, que bebo

bajo honda parra.

AD PUERUM. Ordena a su esclavo que le prepare un modesto banquete bajo la pérgola. Con este poemita de estilo epigramático concluye el primer libro de las Odas, mostrándonos la pura imagen del poeta y su amor por la sencillez, simplex munditiis. Como si quisiera mostrarnos, al final de su primer libro, a quien ha cantado todo esto.Metro: Estrofas sáficas.El mirto, como ya hemos dicho, es una planta vinculada a Venus y a Baco.Metro de la versión: Estrofas a imitación de las sáficas.

Libro IV VII

Han huido las nieves, la gramilla vuelve a los prados

y a los árboles su follaje;

cambia de faz la tierra, decreciendo soslayan

sus riberas los ríos.

La Gracia con las ninfas y sus gemelas ya se atreve

a guiar las danzas desnuda.

Inmortal nada esperes, dice el año, y la hora

que el día vital se lleva.

Los céfiros templan el frío, la primavera arrasa

luego el verano, que se acaba

cuando el cargado otoño rinde su fruta, y pronto

vuelve el invierno inerte.

Daños que el cielo causa, los reparan rápidas lunas;

nosotros, cuando descendemos

adonde el padre Eneas y el rico Tulo y Anco,

polvo somos y sombra.

�Quién sabe si a la suma de tus días otro mañana

le añadirán los altos dioses?

No irá a las manos ávidas de tu heredero aquello

que, amigo de ti mismo,

te concedas. Cuando estés muerto y Minos haya dictado

sobre ti su brillante fallo,

no, Torcuato, tu estirpe, ni elocuencia o piedad

te volverán la vida.

Porque de las tinieblas inferiores, ni Diana a Hipólito

púdico libra ni, aunque amado,

Teseo ha conseguido quebrantar las leteas

cadenas a Pirítoo.

AD TORQUATVM. Este poema retoma la temática y el ambiente de la oda I.IV: llega la primavera, pero su alegría no esconde la melancólica visión de la fugacidad. La certeza de la muerte futura nos persuade de no diferir el goce de la vida. John Keats, aunque parta de una experiencia poética completamente distinta, reedita en su hermosa Ode on Melancholy la ambigua tonalidad de esta pieza horaciana: She dwells with Beauty-Beauty that must die; / And Joy, whose hand is ever at her lips / Bidding adieu... También en Horacio, el veloz ciclo de las estaciones parece decirle adiós a nuestra breve vida.Hay sobre esta oda una rara anécdota, que G. Highet reproduce en La tradición clásica (II, p. 298 ss.). El profesor A.E. Housman, de Cambridge, pasaba por ser un erudito insensible, que explicaba en clase las Odas de Horacio sin mirar a los alumnos, concentrándose en el texto, la sintaxis y la prosodia. Una mañana de mayo de 1914, llegó a la oda Diffugere niues, y la analizó como solía, con ironía e ingenio. Luego, cosa insólita, dijo que iba a emplear los minutos finales de la clase para leer ese texto "simplemente como poesía". La leyó en latín, con voz conmovida, y luego en una versión inglesa que él mismo había hecho. Después dijo, como quien traiciona un secreto: "Éste es para mí el poema más hermoso de la literatura antigua", y salió del aula.Metro: Arquiloqueo I (un hexámetro dactílico y un trímetro dactílico cataléctico).Poco se sabe de este Torcuato, al que también está dedicada la epístola I.V. No es posible definir si se trata de Manlio Torcuato o de un tal Nonio Asprena, que tendría el apodo de Torcuato. El escoliasta Porfirión nos dice, en todo caso, que Torcuato (�alguno de estos dos?) estuvo entre los mejores abogados de su época.Céfiro: brisa primaveral.Eneas: padre de la estirpe romana. Tulo: Tullus Hostilius, tercer rey de Roma. Anco: Ancus Martius, sucesor de Tulo.Minos: mítico rey de Creta, convertido en juez de los muertos (ver I.XXVIII.9).Hipólito, hijo de Teseo, provocó sin querer la pasión de su madrastra Fedra; ella, rechazada, lo acusó ante su padre de haber intentado seducirla, y Teseo lo maldijo; poco después, un toro salido del mar desbocó los caballos de Hipólito, que lo arrastraron hasta la muerte. Según una versión del mito, Esculapio resucitó a Hipólito, y Diana -que protegía al casto joven- lo llevó al bosque de Aricia, donde, para sustraerlo a la ira de Júpiter, lo desfiguró y le dio el nombre de Virbio (ver nota a III.XXII. y sobre todo Ovidio, Metamorfosis, XV.543 ss.). 28. Pirítoo: ver III.IV.80.Metro de la versión: Estrofas formadas por un hexadecasílabo (en hemistiquios de once y cinco, de siete y nueve o de nueve y siete sílabas), un eneasílabo, un alejandrino y un heptasílabo, siempre en este orden.

Por Horacio(Traducción y notas de Alejandro Bekes) Por razones de espacio, transcribimos aquí sólo las notas necesarias para la comprensión primaria del poema, sin copiar las que se refieren a las precisiones o dificultades de la traducción que integran el volumen editado por Losada.(De "Odas", op. cit.).