El destino de la humanidad descansa en una chica parecida a Araceli González, aunque más preparada, según se vio en el primer capítulo de "Threshold" (lunes a las 20 en AXN), una serie del perdurable género de ciencia ficción que, en el marco convencional del arribo de alienígenas, parece introducir alguna idea nueva, al menos en cuanto a la tecnología de la agresión. "¿Qué es esto? ¿`La guerra de los mundos'?", bromea un personaje, refiriéndose al clásico de Wells del cual surgieron todas las invasiones extraterrestres.
En el Atlántico Norte, la tripulación de un carguero vive una experiencia espeluznante cuando aparece un objeto de los cielos que no se ajusta a nada conocido: es una suerte de adorno navideño, luminoso, que cambia constantemente sus formas. Ante las primeras noticias del inexplicable fenómeno, Washington convoca a la doctora Molly Anne Caffrey, una especialista en catástrofes que imagina los peores escenarios y procura soluciones, aunque no las haya encontrado en su vida privada: la vemos cenar sola un plato de comida congelada, con la única compañía de un perro deforme, que se suma a otros indicios de una existencia poco feliz.
"Ahora es la persona más importante del planeta", le comunica el agente federal que la sube al helicóptero que la trasladará ante el Consejero de Seguridad Nacional. Molly es autora del protocolo Threshold, un plan que contempla los pasos a seguir ante una presencia alienígena, y el primero es la formación del Equipo Rojo, integrado por un microbiólogo, un físico y un experto en lenguajes, brillantes pero excéntricos y conflictivos.
Las autoridades deciden mantener el secreto por razones estratégicas, y ni el presidente de los Estados Unidos es informado. Cuando llegan al barco se encuentran a los tripulantes muertos y desfigurados, se han asesinado entre ellos y algunos se suicidaron. El único sobreviviente se convertirá en un tipo agresivo y peligroso.
Se descubren transformaciones en el ADN de las víctimas, y los cambios estructurales de los patrones genéticos se lograrían a través de una especie de virus informático que se propaga a través de cualquier medio electrónico, incluyendo los contestadores automáticos. Es una forma práctica de colonizar a un planeta, sin recurrir a las viejas armas que disparan rayos, aunque el procedimiento ha despertado la ira de los científicos, que se han reído de la superchería: es imposible la reprogramación del código genético de un ser vivo mediante una determinada combinación de frecuencias. Toda reproducción de una señal acústica sufre distorsiones, por mínimas que sean, el oído humano no capta ningún sonido por encima de los 20 khz, y ningún equipo de sonido tiene en cuenta frecuencias a partir de ese límite. Desde su estrechez mental, como si no tuvieran otra cosa que hacer que mirar la tele y buscar errores, eso afirmaron los hombres de ciencia que, visiblemente, no cuentan con la astucia de los alienígenas y la imaginación fértil de los guionistas de la tele.
En los años '50, aparecieron los "usurpadores de cuerpos" y los zombies que, como se ha dicho hasta el cansancio, habría sido una forma de exorcizar el temor a la amenaza comunista durante la Guerra Fría. Es decir, seres de carne y hueso como nuestros vecinos, se volvían repentinamente contra nosotros. Aquí, la fórmula se repite, en un fenómeno adecuado a nuestra era tecnológicamente sofisticada: personas comunes son convertidas en un enemigo, es decir que simbólicamente desempeñan el rol del terrorista en el mundo actual. Esta interpretación es demasiado tentadora para obviarla.
En Estados unidos, la serie fue cancelada por la CBS, por bajo rating, y fue una catástrofe ante la cual Molly no tuvo ningún plan salvador.
¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Qué quieren? ¿Se dividirán los radicales? Las preguntas inquietantes que plantea "Threshold" frente a los visitantes de otra galaxia, se parecen a las expresiones de gente asustada frente a un componente del hogar que se ha ido transformando en un enemigo monstruoso, en una especie de mutación genética, pero sin intervención alienígena: la televisión, ese artefacto familiar en el cual los analistas advierten cambios alarmantes.
Aquella vieja y generosa televisión argentina ya no es servicial, no respeta los horarios compitiendo con su propio universo, ignorando al ciudadano, y además se alimenta de sí misma, a través de incontables programas que viven parasitariamente de otros ciclos. El concurso de canto y baile de Tinelli sería el caso más agudo: lo sucedido a la noche es el asunto central de incontables programas del día siguiente. Es una enfermedad autorreferencial, suele decirse. El televisor era un aparato doméstico amigable como una heladera, y ahora se ha convertido en un monstruo que se desentiende de nosotros y que solamente se ocupa de sí mismo, salvo para estafarnos, como el lunes. Ese día el país esperaba que en "Montecristo" se produjera la revelación definitiva, según se había anticipado en el capítulo anterior, pero el Monstruo se burló del público y no cumplió la promesa.
Esta televisión tan inclinada sobre su ombligo, ¿es la desviación de una esencia que comprendería desde "La tuerca" a "Rosa de lejos", o simplemente está siendo fiel a una naturaleza originaria, que realiza un destino prefigurado de serpiente que se come la cola? El monstruo agazapado cuyo verdadero rostro estamos comenzando a conocer, sin un protocolo Threshold que nos ofrezca una posibilidad de salvación frente a la calamidad, tiene una nueva manifestación en "Todo por el aire", que el lunes estrenó el 9.
Es conducido por Gerardo Rozín y un Beto Casella renovado, con un pelo más largo y anteojos aerodinámicos, y la misma cara de nazi. Presentan la materia prima televisiva en secciones, aunque predomina la oferta del día, con la suerte de que para el debut tuvieron el despido en cámara de Ileana Calabró. Las cesantías pueden ser justificadas o injustas, pero no es común que echen a una persona por estúpida, y la causal ya fue incorporada por Gerardo Sofovich a la jurisprudencia laboral.
En realidad, lo relativamente novedoso descansa en el viejo material de archivo, como la última presentación en un show televisivo de Moe, uno de los Tres Chiflados, en 1974; una aparición de Gaby, Fofó y Miliki, en 1973, y la de Herminio Iglesias, otro payaso famoso pero más temible, durante la quema del ataúd en la campaña de 1983.
Entrevistaron a Carlín Calvo, con quien compartieron escenas de una participación suya en una cinta de Palito (1980), en "El Rafa" (1981) y "Amigos son los amigos" (1990). Una de las secciones es dedicada a los programas que menos duraron en pantalla, y Rozín y Casella rieron, como si no corrieran el riesgo, en breve, de ser añadidos a la misma lista fúnebre.