Juan Manuel Fernándezjmfernandez@ellitoral.com
La creciente del río Paraná no distingue entre pequeños productores y grandes hacendados. Castiga a todos por igual. Por más recursos que se tengan, cuando el agua aprieta los problemas son los mismos en todas partes. Incluso a un establecimiento tan emblemático como la Estancia Pilagá se le complican las cosas en el fragor de la urgencia.
Ubicada en Colonia San Joaquín, en el norte del departamento Garay, la mitad de las 36.000 hectáreas de la firma (que recientemente pasó a formar parte del holding Adeco Agro, vinculado al magnate George Soros) son tierras de isla que desde hace algunos años están integradas al planteo ganadero, que involucra un total aproximado de 22.000 cabezas.>
En la última semana, el brusco repunte del río los tomó por sorpresa y desde entonces han tenido que valerse cuanto recurso tuvieran al alcance para capear la situación. En primer lugar comenzaron sacando los animales por arreo hasta que el agua fue mucha y las distancias de nado se hicieron imposibles para la hacienda. Ahí se dieron cuenta de la conveniencia de contar con una barcaza propia, ya que conseguir alguna de las pocas existentes en la zona se hizo una misión imposible. Mientras tanto, todos los días parten lanchas cargadas con fardos de alfalfa para alimentar a los animales, que ya terminaron con el pasto natural en los escasos terrenos altos que permanecen secos.>
>
Freddy Peart, quien lleva más de 30 años administrando el establecimiento, relató que pese a contar con el 50% de las tierras río adentro, en La Pilagá todavía no tenían experiencia de manejo en circunstancias críticas como la actual. Es que la ganadería ganó ese espacio pocos años atrás, en 2003, cuando la creciente del Salado cortó las rutas que conectan esta región con las tierras que el grupo posee más al sur, en provincia de Buenos Aires, en donde terminaban el ciclo ganadero.
Por entonces el planteo consistía en criar terneros en Colonia San Joaquín y enviarlos a engordar en aquellas tierras. Cuando se produjo la incomunicación encontraron en los abundantes pastos de la isla una salida rápida para la recría. Además, los campos sureños se encuentran en el corazón de la zona núcleo y con el repunte de los granos pasaron en su totalidad a planteos 100% agrícolas, por lo que los terneros ya no pudieron retornar allí.>
"Con el tema del avance de la soja, los campos de invernada de Pilagá en el sur cambiaron a ese cultivo; entonces empezamos a usar las islas para cubrir ese bache y recriar un poco el ternero para ver la posibilidad de venderlo más pesado", recordó el administrador de la estancia.>
>
Al inicio de la crecida, en las 18.000 hectáreas de isla (el 50% consideradas bajas) se encontraban unas 6.500 cabezas, de las cuales pocos días atrás todavía faltaba evacuar unas 2.700, aunque eran 1.000 los animales más comprometidos.
El inicio del éxodo se hizo (como en todos lados) mediante arreos, pero luego se volvió evidente la importancia de disponer de mayores recursos para afrontar este tipo de circunstancias. "Yo creo que a nosotros nos falló no haber tenido una chata (barcaza) propia; con eso yo me juego que no hubiéramos tenido ningún problema", explicó Peart, quien agregó que por ese medio alcanzaron a evacuar unas 1.000 cabezas (a razón de 60 animales grandes, vacas o novillos de 450 kilos, por viaje). Cada viaje, según la distancia, se paga entre $400 y 800, pero el problema es de disponibilidad, ya que "todos quieren sacar y presionan".>
En realidad la situación parecía controlada, pero en la última semana la crecida se incrementó en forma repentina. "Veníamos bien, recorríamos todos los días, no había problemas; pero subió mucho de golpe de a 8 o 10 centímetros diarios", refirió el administrador. Hubo pérdidas -agregó- pero no fueron de consideración, apenas se ahogaron 8 terneros de un lote de 700 cabezas. >
>
A diferencia de la mayoría de los ganaderos de la zona, que con suerte encuentran alguna banquina o camino comunal donde alojar su hacienda, los animales que van saliendo de las islas de Pilagá hallan alojamiento en terreno propio. En las 18.000 hectáreas de "continente" cuentan con varios lotes con buen pasto, e incluso cañadas en las que se encuentran pastizales naturales de calidad, aunque hay que regular el recurso porque el otoño no está lejos. "Tenemos campo porque la época está muy buena, la lluvias favorecieron y el verano vino muy bien", indicó Peart.
Por otra parte el establecimiento cuenta con un corral de gran capacidad para mantener alimentar la hacienda con ración si fuera necesario. "Tenemos un corral de engorde que funciona como fusible de la isla; entran hasta 5.000 cabezas y te da tiempo para tomar una decisión: si el río va a bajar podés aguantarla, por más que sea dos meses, o si no determinás si alquilás otro campo o vendés".>
La dieta en el corral se basa en silo de maíz y sorgo picado fino producido en el mismo establecimiento y conservado en silobolsas. La reserva alcanza, aproximadamente, para dos meses, pero lo ideal es tratar de aprovechar al máximo el pasto antes de encerrar la hacienda. "Nosotros tratamos de estirar hasta último momento, porque una vez que le diste el picado se te termina el recurso".>
>
Complicaciones al margen, la ganadería en isla le dio a Pilagá suficientes resultados como para retomar el planteo apenas se retiren la masa líquida.
A modo de balance de estos cuatro años, Peart comentó que la estrategia hizo posible agrandar el negocio hasta duplicarlo, ya que antes de introducir hacienda río adentro el establecimiento contaba con 11.000 cabezas. El salto obedeció a los recursos forrajeros autóctonos que reportaron aproximadamente 100 kilos de carne por hectárea al año en la recría invernal, pero también con otras técnicas a las que se le animó el administrador. Por ejemplo la siembra aérea de ray grass en 400 hectáreas de isla en las que el invierno pasado alimentó unos 800 terneros.>
Mientras espera que los nuevos propietarios de la firma se definan el manejo a futuro, Freddy Peart se ilusiona con retomar la ganadería de isla y ya imagina cómo lo hará: igual que hasta ahora, pero con una chata propia.>
>
El Grupo Pilagá cuenta con ocho establecimientos propios y gerencia más de 170.000 hectáreas de campos, involucrando 100.000 cabezas de ganado y dos plantas de industrialización de arroz, con una capacidad de elaboración de 15.000 toneladas mensuales.
En sociedad con AB&P posee una planta frigorífica con capacidad para procesar 180.000 cabezas al año.
Las ventas ganaderas anuales alcanzan a 20.000 cabezas, totalizando una producción de más de 7.600.000 kilos vivos.
El 45% de las ventas corresponden a novillos terminados.
La actividad arrocera se desarrolla en una superficie de 7.500 hectáreas. Los campos propios ocupan 2.300 hectáreas y las restantes 5.000, están en producción bajo diferentes tipos de arrendamientos, convenios y asociaciones.
Durante el lanzamiento de la cosecha de arroz que, como todos los años, se realizó en la estancia Ita Caabó de Corrientes, los administradores del grupo anunciaron que en marzo se concretará el proceso de transferencia a Adeco Agro, el grupo de George Soros que recientemente adquirió la empresa por u$s95 millones.