La llegada del tren dio origen a esta población

Laguna Paiva y su centenaria estación

Como un águila con sus alas desplegadas, la estación de trenes Laguna Paiva marcó un hito en el vasto espacio de esta región y cobijó el surgimiento de un pueblo que mucho le debe a la actividad ferroviaria, que acompañó el desarrollo de su economía desde 1908 hasta 1993, como empresa estatal.

Laguna Paiva y su centenaria estación

Durante el auge del ferrocarril, varias generaciones de distintos lugares supieron llegar a esta estación. Algunos realizaban tareas laborales y otros se acercaban a concretar sus estudios.

Foto: Oscar Rubén Paúl

Oscar Rubén Paúl

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Surgida en 1908 como resultado de la construcción del ramal del ex-ferrocarril Central Norte que unió San Cristóbal con Santa Fe para darle salida a los productos del noroeste, la estación construida por Juan Bautista Villani promovió un asentamiento poblacional, al cual le dio su nombre al ser elevado en 1967 a la categoría de ciudad. Y le prestó su invalorable servicio hasta el momento de cesar su actividad el 1º de mayo de 1993, cuando Ramón O. Rossini se encontraba como único empleado y en su condición de jefe de la misma.

Desde entonces, la soledad y el tiempo fueron haciendo mella en su estructura edilicia y los elementos de trabajo que se encontraban en sus distintas dependencias, poco a poco, fueron llevados hacia un destino sin retorno. Este hecho implicó la pérdida de un importante patrimonio que pudo formar parte del acervo de un museo histórico que ilustrara a las generaciones actuales y futuras sobre las actividades que diariamente cumplían dentro de ellas sus anónimos empleados.

Si bien es cierto que buena parte de ello ya no está, todavía queda algo muy importante para rescatar en la gastada memoria de quienes fueron parte de esta estación. Este escenario de tantos acontecimientos como aquel de 1910 que registra el arribo a ella de Leandro Fuentes -procedente de España- para hacerse cargo de la escuela que había sido creada antes de que el gobierno del Dr. Manuel Menchaca aprobara en 1913 la traza del pueblo fundado por Reynaldo Cullen. También por allí llegaron cientos de inmigrantes provenientes de distintos países que, con sus conocimientos y trabajo, enriquecieron el legado de la comunidad que los recibió con sus brazos abiertos y en la que terminaron por formar sus respectivas familias y llegar a dirigir, en algunos casos, su destino como presidentes comunales.

Hechos significativos

Por otra parte, en 1961, cuando se desató la huelga ferroviaria que duró 42 días, su playa de maniobras, una de las tres playas estrellas del país, fue depositaria de vagones sobre las vías, volcados por los trabajadores para impedir el paso de los trenes que intentaban boicotear esta medida de fuerza; mientras que su depósito de encomiendas alojaba -antes de que fueran derivados a Santa Fe- a los detenidos por los representantes de las fuerzas de seguridad en el marco de este conflicto.

A esta lista, se suma el haber cobijado en este lugar a los jóvenes que venían a estudiar a Laguna Paiva desde localidades vecinas, quienes se quedaban en su sala de espera hasta la hora del ingreso a los establecimientos educativos a los que concurrían. Esta dependencia junto con el andén era el punto de convergencia -especialmente los domingos por la noche- de cientos de adolescentes que buscaban con la llegada del tren del Norte prolongar el paseo por la plaza que los lugareños conocían como “la vuelta del perro”. Este paseo se hacía bajo el compás de la música y la publicidad emitida por la propaladora estable Normandie.

Por sus puertas también pasaron muchos de los que se fueron de este lugar a otras localidades de Argentina, llevados por razones de trabajo o de estudio, proceso migratorio que produjo una profunda sangría en la estructura poblacional de esta ciudad.

Sus instalaciones, ocupadas desde hace tiempo por la Municipalidad -se encargó de reacondicionarla y destinarla para el desarrollo de actividades inherentes a su Secretaría de Cultura y como terminal de colectivo- fueron a lo largo del tiempo el ámbito donde hombres identificados con ella cumplían importantes funciones de las que dependían, por igual, la seguridad de muchas personas y la eficiencia del servicio que brindaban. El jefe, el segundo jefe, los auxiliares, controladores, telegrafistas, cambistas, señaleros, guardas, peones generales, llamadores y dependientes formaban, junto con quienes se desempeñaban en el galpón de carga, las oficinas de encomienda y de correspondencia, su planta de personal compuesta por más de 100 agentes y en la que también estaban incluidos los que trabajaban en el Km 40.

Hoy, su largo andén, flanqueado en sus más de 40 metros de longitud por 12 columnas de mampostería que delimitan 11 arcos y con un piso de losetas de hormigón, está ganado por un silencio que quien lo recorre circunstancialmente no se atreve a romper, porque tal vez espera escuchar, aunque sea de un modo virtual, parte de lo que vivió en ese lugar durante su niñez, su adolescencia o adultez.

 

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ADEMÁS

Un valor incalculable

Salustiano Oreste Pelayo (79) y Luis Esteban Ginessi (74) son dos de sus ex empleados que coincidieron al resaltar la jerarquía operativa que tuvo la estación, el trabajo de sus ex compañeros y lo que la misma significó para sus vidas. El último de ellos conoció en este lugar a quien luego se convertiría en su esposa y la madre de sus hijos.

Hoy sus mentes guardan, como el viejo aljibe que supo tener la estación, un caudal de recuerdos y anécdotas que esperan ser sacados de su silencio para enriquecer con sus relatos la historia del lugar.

Precisamente, sus palabras, entrecortadas por la emoción, traen al presente ese tiempo que les tocó vivir: las voces de sus compañeros que se mezclaban con la de los pasajeros de los trenes locales y de larga distancia que poblaban el andén; el tañir de las campanas y sus códigos; el timbre de los teléfonos y de las vías libres; los sonidos del telégrafo, del movimiento de las palancas de cambio, del silbato de las locomotoras a vapor, de las máquinas diésel y de los coche motor; el ruido de las ruedas metálicas de los carritos de los maleteros; pasos apresurados, recomendaciones y saludos entre los que se iban y los que se quedaban; el mugido del ganado en el brete, convertido a principios de la década del ochenta del siglo pasado en el parque El Zorzalito, por su falta de uso, y el pluviómetro donde medían la cantidad de la lluvia caída.

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EL DATO

Toponimia

Su nombre proviene de la laguna que forma el arroyo Aguiar en el noreste de su distrito -espejo de agua contiguo a la propiedad que Jerónimo de Paiva tenía a mediados del siglo XVII-. Desde entonces, la misma pasó a ser conocida como la “laguna de Paiva” y utilizada en las mensuras de esa época como referencia para la determinación de linderos. Más tarde y en el marco de la resolución firmada en 1905 por el ministro de Obras Públicas de la Nación, Adolfo Orma, se designa a la estación con el nombre de Laguna Paiva.