Se crea la primera delegación en la provincia
Aluba se instalará en Santa Fe para tratar la bulimia y anorexia
Se crea la primera delegación en la provincia
Aluba se instalará en Santa Fe para tratar la bulimia y anorexia
La entidad lleva 23 años trabajando con pacientes con trastornos alimentarios. Cuando terminen de refaccionar el inmueble, los profesionales comenzarán a atender en nuestra ciudad.
Un cartel de la campaña publicitaria de la firma de moda Nolita, que muestra a una mujer anoréxica, había desatado polémica en Italia.
Foto: Archivo El Litoral
Mariela Goy
Parece impensado que una adolescente llegue a pesar poco más de 40 kilos porque no ingiere alimentos. O que se encierre en su habitación por horas con la luz apagada, sin tener contacto con nadie. O que haya que acompañarla al baño, para controlar que no se provoque el vómito cuando se ducha. O que deba abandonar la escuela por el deterioro de su salud.
Cientos de casos como estos llegan a la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba), entidad que próximamente abrirá sus puertas en nuestra ciudad. Será la primera delegación creada en la provincia de Santa Fe para el tratamiento de los trastornos alimentarios en un país donde uno de cada 25 jóvenes padece este tipo de enfermedad.
Por el momento se está refaccionando la sede que funcionará en un local alquilado, sito en la esquina de 4 de Enero e Irigoyen Freyre, frente a la escuela de Comercio. Apenas se culminen los trabajos de reparación general del inmueble -probablemente para marzo-, un equipo de profesionales comenzará a atender en la ciudad.
Hasta ahora, las jóvenes que padecen bulimia y anorexia deben viajar a Paraná donde funciona la delegación más cercana de la entidad. De 90 pacientes que se atienden allí, el 40% proviene de Santa Fe. “La iniciativa de traer Aluba acá surgió de un grupo de padres santafesinos que tiene sus hijos en tratamiento en Paraná. Pidieron la autorización a la comisión directiva y se la concedieron porque aún no hay ninguna delegación en la provincia”, señaló Rodolfo Montero, delegado de Aluba Entre Ríos, y padre de una ex paciente, que está asesorando en la organización de la sede local.
Aluba es una organización no gubernamental fundada en el país en el año 1985 por iniciativa de la médica psiquiatra Mabel Bello, quien ideó un modelo terapéutico para el tratamiento y prevención de las patologías de los trastornos alimentarios. La delegación de Santa Fe se sumará a las otras 12 diseminadas por el país y el exterior, dado que se hay centros en Montevideo y Barcelona.
La entidad se financia con el aporte de los padres de las pacientes: en algunos casos las obras sociales se hacen cargo y en otros, no. “Hoy tenemos un 40% de becadas porque lo importante es que nadie se quede sin tratamiento”, sostuvo Montero, quien añadió que el arreglo del inmueble de 4 de Enero e Irigoyen Freyre se está haciendo a pulmón, con mucho esfuerzo.
Este padre paranaense sostiene, quizá por experiencia, que lo más importante es el compromiso de la familia. Tanto la bulimia como la anorexia son trastornos que requieren 4 ó 5 años de recuperación del enfermo y unos nervios de acero de los familiares cercanos.
Todas las edades, ambos sexos
La licenciada en Psicología, Alicia Bello, hermana de la fundadora de Aluba y coordinadora de las delegaciones, dio a El Litoral algunas estadísticas. De los 3.000 pacientes que atienden en en país, el 10% son hombres. Cuando Aluba empezó hace 23 años, la población que sufría estos trastornos tenía entre 12 y 18 años. Hoy están tratando a chicos de 3 años o más y a mayores de 40.
¿Qué es la bulimia y la anorexia? Son trastornos alimentarios que están tipificados en la psiquiatría. “El síntoma es con la comida pero la enfermedad es psiquiátrica”, explica Bello.
Se llama anorexia al rechazo irracional hacia la comida que trae aparejada una tendencia a la desnutrición. La bulimia tiene como característica principal la ingestión de grandes cantidades de alimentos durante un corto período de tiempo (atracones) y con un temor intenso a engordar. Ambas enfermedades comparten síntomas y son “multicausales”, dice Bello.
Según sostiene, “tienen que ver con lo genético, con lo cultural y familiar, con una estructura aditiva del enfermo y la presión social, porque hoy ser gordo o viejo es mala palabra. Eso confunde mucho a los jóvenes que están buscando su identidad y a los padres que quieren que sus hijos encajen con el modelo impuesto”. Normalmente hay un hecho disparador del trastorno que puede ser circunstancial, como haber comenzado una dieta.
Ahora también están ingresando a Aluba casos de “vigorexia”, es decir, personas que se ven flacas y se convierten en adictas al gimnasio y a los anabólicos y terminan con un desequilibrio emocional.
Se recuperan
Actualmente estas enfermedades tienen tratamientos, pero si no son tomadas a tiempo pueden llevar a la muerte. El método de Aluba se basa en la asistencia interdisciplinaria: psicológica, psiquiátrica, clínica, con grupos de apoyo y trabajo con las familias y el entorno del paciente.
“Son procesos de recuperación largos porque hay muchas posibilidades de recaída. Si el paciente está en crisis entra en una meseta, después avanza mucho pero puede recaer, igual que un adicto. El paciente tiene miedo a vivir, al fracaso, a su sexualidad, hay que brindar mucha contención”, agrega Bello.
Aluba también pone el acento en la prevención, por eso brinda charlas, reparte volantes informativos y recibe a pasantes de los posgrados en patología alimentaria.
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Síntomas
El anoréxico tiene terror a engordar: se somete a dietas severas, cuenta las calorías de todo, come trozos pequeños, usa laxantes o diuréticos para purgar el cuerpo, tiene rituales con la comida. Vive pálido, con frío, pierde mucho peso, se siente débil y sufre mareos. Realiza hiperactividad para bajar de peso, se aísla socialmente, el carácter se vuelve irritable, existe depresión en el 40 ó 45% de los casos, tiene conductas obsesivas, autoexigencia, rechazo a la sexualidad.
Las conductas del bulímico, en cambio, pasan por los atracones, su forma de comer compulsiva y a escondidas. Se provoca vómitos, abusa de laxantes y diuréticos. Esto le causa fatiga, bruscos cambios de peso, marcas en las manos y hasta pérdida de dientes por el ácido gástrico. Se vuelve irritable, se siente culpable, oscila entre la autoexigencia y el abandono, entre la euforia y la depresión.
LA FIGURA
Un calvario para la familia
Elsa Díaz es abuela de una adolescente anoréxica en recuperación. Forma parte del grupo de padres que está organizando la delegación local de Aluba. Su testimonio sirve de referencia para que las personas que tengan un familiar enfermo puedan buscar ayuda en la entidad.
“Todos entramos a Aluba terriblemente mal y desorientados, sin saber qué hacer, y allí encontramos una guía. La enfermedad de mi nieta, que vive conmigo, saltó cuando la llevé a una guardia porque tenía los ganglios inflamados y yo le dije a la médica que me preocupaba porque estaba bajando de peso y casi no comía. La doctora dejó los ganglios a un lado, la pesó, la midió, le hizo preguntas y me dijo “esta chica es anoréxica’. Por entonces, ella tenía 15 años y pesaba 43 kilos. Yo antes había escuchado sobre la enfermedad, pero uno siempre piensa que le va a tocar a otro.
A ella le diagnosticaron “anorexia nerviosa’, no comía, se dejaba estar, podía pasar todo el día en su cuarto con la luz apagada y no salía ni hablaba con nadie. Se fue introvirtiendo. Tuvo que dejar la escuela porque su salud es prioridad.
“Aprendió a engañarme en lo que se refiere a la comida, hay que controlarla en todo momento en las ingestas, y hasta cuando va al baño, porque si tira la cadena o abre la ducha puede vomitar sin ser escuchada.
“Hay una fase del tratamiento de Aluba en la que tiene que ir todos los días, de 8 a 17 horas: come allí, la atienden médicos, psicólogos y psiquiatras, se forman grupos de autoyuda. La familia también tiene que aprender a contener al paciente.
“Todo empieza con una anormalidad en la alimentación, pero la raíz es psicológica. Gracias a Dios la enfermedad se cura, pero mientras tanto la familia debe apoyar mucho. Se cambian los hábitos: no más televisor a la hora de la comida, no llevar bandejas a la mesa, sino servir la porción en el plato, comer 6 veces al día. Al principio es difícil; ella daba vueltas toda la mañana para tomar un vaso de leche. Después de un año de tratamiento, está mejor”.