Reconocimiento sabalero...
El corazón de Poroto latió más que nunca
José Luis Saldaño recibió el justo homenaje.
Enrique Cruz (h)
Entró con sus muletas. Se paró en la mitad de la cancha, cerró los ojos y recordó aquél 1975 cuando llegó a Santa Fe para convertirse en un gran ídolo. Su pasado estaba identificado con un equipo estupendo de Instituto, en el que compartió la delantera con Ardiles, Ceballos, Beltrán y Kempes. También estaba el enorme Daniel Willington. Un equipazo, aquél de Instituto, que por ese entonces militaba en la Liga cordobesa y jugaba los nacionales. Poroto era un delantero impetuoso, que a veces se volcaba por la derecha y que tenía la gran virtud del coraje. Y el gol, por supuesto. Pero su gran salto lo pegó en Colón. Y fue Colón el que lo catapultó a la selección y a Boca, donde fue campeón del mundo.
José Luis Saldaño cerró los ojos, derramó una lágrima, se golpeó con su palma derecha la parte izquierda de su pecho. Allí, donde ese corazón que tanto latía cuando se ponía la rojinegra, ayer se inquietaba otra vez por la emoción de la ovación, del cariño, de ese recuerdo que parece imperturbable.
Hubo gente grande, que peina canas, que conoció la cancha de Colón llena de tribunas de maderas, que se paró en la platea oeste, levantó los brazos y golpeó con fuerza sus palmas. Hubo gente no tan grande, que quizás no lo vieron jugar pero que aprendieron a conocerlo a través de sus mayores, de sus padres, de sus hermanos, de sus abuelos.
José Luis Saldaño no batió ningún récord en Colón. No es el que más jugó (ese privilegio lo tiene el Bambi Araoz, compañero de Poroto en ese inolvidable equipo del Gitano Juárez); no tiene el récord de goles (hoy de Fuertes, ayer de Di Meola); no integró el equipo que se clasificó subcampeón ni el que jugó la Libertadores; no ganó un ascenso... Pero Poroto, al igual que Cococho Alvarez, forman parte de la historia viva de Colón. Porque este cordobés, quien llegó a Santa Fe con todas las ganas de ser alguien en el fútbol, supo no sólo conseguirlo en base a entrega, fútbol y goles, sino que, además, se metió de lleno en el corazón del hincha.
Tipo sencillo, Poroto. Humilde, de enorme corazón, vivió momentos muy delicados en su vida personal (perdió un hijo) pero se ganó el cariño y el respeto de todos los sabaleros. ¡Cómo se habrá metido a Colón dentro suyo, que cada vez que enfrentó a Unión con la camiseta de Huracán o con la de Boca, jugó un partido especial! ¡Y hasta le gritó los goles!...
Ayer, la comisión directiva de Colón —en este elogiable y justo reconocimiento a quienes regaron con sudor, sangre y fútbol el césped del Cementerio— se acordó, en concordancia con el apoyo que está brindando la Agrupación Edgardo Di Meola, de José Luis Saldaño. Ahí estaban, muy emocionados, el tesorero Carlos Marín, el querido “Cabezón” José Luis De Sanctis (con su pequeña Gianella) y ellos, los miles y miles de hinchas que se levantaron de sus asientos o saltaron cuando vieron a ese hombre ya curtido por los años y por ese accidente que lo obliga a transportarse en muletas, pararse delante de la multitud y golpear con su palma derecha en su corazón alterado por la emoción.
“¡Hasta con muletas jugaba en Colón!”, habrá dicho más de una vez Poroto Saldaño. Ayer no jugó, pero entró a la cancha a reencontrarse con ese sonido que, para quienes se pusieron la rojinegra y fueron ídolos, se transforma en lo que, alguna vez, Perón dijo del pueblo argentino: “La más maravillosa música”.