UN PIRARARA PARA PAPÁ NOEL
UN PIRARARA PARA PAPÁ NOEL
El relato sobre su captura en la noche amazónica no podía faltar. Con una pieza de 10 kilos, Jorge se convirtió en el más exitoso de los pescadores del Maruaga.
Por
Gustavo Recce
aventura@ellitoral.com
Recuerdo que era miércoles a la noche y, caipirinha en mano, me detuve para hablar con Mario D´Andrea, que me anuncia su partida inmediata en busca de los peces de cuero. Su objetivo, el Pirarara.
A pesar de mi cansancio, me gustó la idea de hacer una prueba de pesca en la noche amazónica, tan llena de mitos y comentarios sobre su peligrosidad, porque es cuando los cocodrilos y otros animales salen a comer. Sin pensarlo mucho, fui a mi camarote para invitar al Pitu Borge:
- “Pitu, vamos a pescar Pirararas… ¿querés venir?”
- “Sí, aguantame que me cambio y vamos”, respondió.
Mientras lo esperábamos, Mario y Darío me cuentan que durante el día habían estado observando algunos buenos lugares como para probar suerte, así es que partimos con el dato certero de que al menos pescaríamos en un lugar que tenía chances de captura.
Galleta de principiante
Era una de las noches más cerradas que recuerdo, además hacía un calor insoportable. Vemos que Mario y su equipo se detienen y, levantando su voz, me pide ponernos unos metros más arriba de ellos, por lo que nos prendemos de un árbol caído donde el movimiento de agua era más o menos igual al que uno pretende cuando busca algún surubí, así que me gustó y nos quedamos. Encendemos nuestras precarias luces frontales y nuestro guía prepara la carnada.
El Pitu arroja su línea y, acostumbrado a la mecánica de tiro adquirida durante todo el día, repite el movimiento y hace una galleta impresionante. Le pregunto si necesitaba ayuda para desenredarla y, “terco” como es, me dice que no.
Arrojo mi línea en la cerrada noche que nos cobijaba, mientras escucho algunos ruidos provenientes de la selva. Con el panorama de Pitu, moví mi línea para ver que no esté enganchada en el fondo, percibiendo que estaba muy dura, como enganchada; tiro para ver si la podía desenganchar y liberar un poco. Me quedo quieto con la caña en la mano y al instante mi mente no termina de darle crédito a lo que está pasando: mis brazos sienten la fuerza del pez que lleva la línea, me quedo duro, inmóvil, me doy cuenta de la realidad y me afirmo incrédulo sentado en la embarcación; dejo que tome nylon, que siga llevando, y sin pensarlo más, pego el cañazo como para asegurarlo cuando siento que se escapa… Recojo inmediatamente, para ver si conservaba la carnada y poder descifrar lo que había pasado bajo el agua. El guía ve la carnada y afirma con todos sus sentidos “Pirarara, Pirarara” Pienso que cerca estuve…
gran pescador
Pitu había logrado desenredar su línea y arrojado casi al mismo lugar que yo. Tenso, inmóvil, no pasó más de un minuto cuando realiza un movimiento característico de los pescadores cuando tienen pique, “¡lo tengo, lo tengo!” me dice, y la caña se arquea hasta el límite. Se afirma y el reel comienza a soltar línea, es evidente que lo tiene prendido. Los corazones vuelven a latir y en el afán de no perder la pieza, le comienzo a dar indicaciones, hay mucha confusión en la lancha, que se mueve. “No me hablés más, dejame” fueron sus palabras.
Es un momento único en el mano a mano. El guía suelta la embarcación y el pez tira como un monstruo, “tiene mucha fuerza”, dice Pitu entre dientes… “aguantalo, no lo dejes ir, cuidado con los palos que hay abajo del agua, tratá de despegarlo del fondo” fueron mis recomendaciones. El bicho lleva línea incansablemente, la embarcación navega a la deriva por el medio del río, “es un Pirarara” dice el guía. Lo miro incrédulo porque sería el primero de esta especie, mientras lo pelea con todas sus fuerzas.
El guía enfoca la línea. Fijo mi vista en las transparentes aguas del Amazonas y detecto el movimiento de un pez que no identifico todavía, la espera se hace interminable. Lo levanta nuevamente y aparece su inconfundible cola roja; ya entregado, lo acerca a la embarcación y lo tomo con el guante por la boca, levantándolo a la lancha. Los festejos son interminables, se acababa de convertir en el pescador más eficaz de la expedición, con dos trofeos impresionantes: un Tucunaré de 4,5 kg. y ahora este espectacular Pirarara de 10.
Decidimos regresar al barco, donde los festejos no se hicieron esperar. Fue un Premio a mi amigo Pitu, lo buscó y el río le otorgó su premio: una presa inolvidable y además momentos que seguramente quedarán grabados en nuestras memorias por el resto de nuestras vidas. Me alegra por él, me alegra por todos.
(*) “Papá Noel” fue el apodo que cariñosamente le dimos al Pitu, por su larga barba blanca.
El más exitoso de todos. Con esta captura, Jorge sacó las dos piezas más grandes de todos los pescadores.
Foto: gustavo recce
El otro gran ejemplar capturado ¿Suerte o calidad al mando de la caña?
Foto: gustavo recce.