Retrato de artista
Retrato de artista
“Trato de buscar un puente entre
lo cotidiano y aquello otro”
Tusi Horn cuenta algunos aspectos sobre su proyecto de vida, junto a su esposo Fermín Viña, ceramistas los dos. Instalados en Monte Vera, donde viven y tienen su taller, El Tuyango, han hecho realidad ese sueño de vivir de lo que les gusta. En esta oportunidad, habla ella, en una próxima nota, lo dejaremos hablar a él.
Laura Osti
Para llegar al taller de cerámica El Tuyango, hay que atravesar una suerte de laberinto por las callecitas de Monte Vera, hasta sus límites del lado este, donde un poquito más allá comienzan los montes y las quintas.
“Compramos acá cuando esto era campo campo campo, ahora está más organizado, se ha construido mucho, estaba esta casa, la de al lado y esta gente acá que tenía quinta, y el resto, quintas y bosquecitos”, dice Tusi Horn, quien con su marido, Fermín Viña, se dedican a la alfarería desde hace más de veinte años.
“Vivíamos en Santa Fe, en Guadalupe, y a mí me gustan todas esas cosas raras, hacíamos una técnica que se llama raku, hacíamos una humareda en el barrio, los vecinos no querían saber más nada de nosotros, yo estaba embarazada de mi hija (Paula) que ahora tiene 20 años cuando decidimos venirnos aquí”.
Justamente ahora Tusi está preparando su próxima muestra con piezas tratadas con esa técnica. “No es un resultado muy convencional, no es algo que vos tengas incorporado como lo que es la cerámica propiamente dicha -dice. Ponés la pieza adentro del horno, cuando está al rojo vivo, a mil grados o más (depende de lo que vas a hacer), vos al interior lo ves amarillo incandescente, ahí se abre el horno, con un traje que te protege del calor y una pinzas grandes tomás la pieza y la ponés adentro de hojas, aserrín, diferentes materiales que hagan una combustión y eso hace como una reacción química en los componentes del color que te modifican la superficie y quedan superficies que no son convencionales. Es muy lindo porque es muy azaroso el resultado. Es una técnica antigua japonesa, del siglo XVI, quiere decir gozo, placer, algo así, la traducción literal”.
Sentada en su “trono”, el horno patero donde puede trabajar durante horas mirando por la ventana, comenta “que esta técnica nace de una necesidad de producción más rápida, porque hubo un momento dentro de lo que es la historia japonesa que se pone de moda esta cuestión de la ceremonia del té, como práctica zen, entonces hacían falta muchos elementos y había como una crisis, una guerra, y no había muchos alfareros trabajando, entonces hay una familia de alfareros que crea esta técnica que lleva una pasta especial para soportar el procedimiento. Los japoneses son muy rigurosos y todo se repite de manera idéntica a lo tradicional, pero en la época de los happenings y esas cosas en los Estados Unidos, a un ceramista se le ocurre retomar esta técnica que había leído en un libro y la empieza a hacer en las plazas y en las universidades, es algo lindo de ver. Entonces empezaron como a jugar con estas piezas incandescentes y empezaron a meterlas en las hojas de los parques y descubrieron que había muchas más posibilidades en cuanto a lo que se refiere al color, ahí sufre una transformación la técnica, se la sigue llamando del mismo modo tradicional, pero no es más la tradicional, esta innovación es lo que reproduzco yo”.
Un proyecto de vida
Con entusiasmo y satisfacción, afirma que “esto para nosotros nació como un proyecto de vida, pensábamos en producir y vivir de la producción, pero llegó Menem... que hizo con nosotros lo que hizo con toda la producción. Lo que pasa es que nosotros no pudimos resistir, hubo un momento en que no se vendía nada, porque la invasión de cerámica y porcelana taiwanesa o japonesa, algunas de excelente calidad, hizo imposible competir, y bueno, salimos a buscar otra manera de mantener a la familia. Mi marido se dedicó a otras cosas y yo me dediqué a dar clases, fuimos buscando otros medios de resolver la situación económica, y dando clases me descubrí maestra, descubrí que eso me gustaba muchísimo y tampoco me gustaría dejar de dar clases ahora. El vínculo entre el alumno y el profesor es un vínculo muy enriquecedor, creo que el que más disfruta y el que más crece es el maestro... los adolescentes me encantan, ver cómo ellos de nada empiezan a apasionarse por esto me gusta mucho”, dice con orgullo.
Tusi cree que su camino era el de las artes visuales desde que tenía once o doce años, “pero dentro de lo que era el ámbito familiar no correspondía a los mandatos familiares -explica-, era muy mal visto en mi familia que una persona se quisiera dedicar a las artes visuales, era una cosa un poco rara, que no tenía nada que ver con lo que era el estilo de vida de mi familia, a mis padres les provocaba como mucho ruido y trataron siempre de evitar que yo siguiera esta fuerte vocación que tenía desde chica. Yo di vueltas, di vueltas, fui para un lado, fui para el otro, me casé, tuve un hijo (Francisco), me separé, divagué, hasta que finalmente por una cuestión así que “ah, me siento mal, estoy deprimida por mi divorcio, por qué no hacés algo con las manos, por qué no vas y hacés cerámica’, empiezo cerámica con el Peti Lazzarini. A partir de ahí, mi vida se transformó, fue como un huracán que me dio vuelta la vida, que me llevó y me llevó a otra historia... Y a partir de ahí me dediqué absolutamente a la cerámica y terminé haciendo lo que debí haber hecho de entrada, hice todo un recorrido al revés, pero terminé haciéndolo igual, así que finalmente me recibí de profesora de Artes Visuales hace dos años, a los 50 años”.
Tusi es expansiva y alegre, y se planta firme en sus afirmaciones como en la vida. “En mi familia -comenta-, no hay ningún antecedente de nadie que se haya dedicado a nada que no fuera comercio, o alguna profesión. Mi mamá es hija de italianos españoles, y mi papá, descendiente de alemanes suizos. Y a mi apellido le falta una “o’ para completar la palabra “horno’ y dicen que el nombre o el apellido influye en tu vida... bueno, yo estoy destinada a trabajar con hornos”. De hecho, asegura que “no hay cerámica sin horno” y en su taller hay por lo menos cinco, de diferentes tamaños y para distintos tipos de producciones.
Búsqueda expresiva
Confiesa que ahora está más dedicada a lo que se llamaría producción artística. “Estoy más dentro de una línea de búsqueda expresiva, aunque aparecen los dos caminos, también el de los productos utilitarios que forman parte de la vida cotidiana de las personas, que tienen el valor de lo hecho a mano, donde vos ves la huella dactilar del tipo que lo hizo, está hecho con otra relación con la producción, hay una búsqueda de diseño, búsqueda de colores, de relaciones. También me conmueve que las cosas que yo he hecho estén en la casa de gente que no sé quiénes son. Son objetos que forman parte de la vida cotidiana de una persona, bandejas, tazas, ensaladeras, platos, ceniceros... me parece que el elemento cotidiano tiene una dignidad muy especial, no se compara para nada con esa otra producción en la que uno trabaja más con el espacio y con el espíritu de la forma, con lo que la forma puede llegar a representar no sólo para mí sino también para el otro, que es una manera de comunicarse.
“La forma genera una reacción en el que percibe, entonces hay una comunicación entre el que lo hace y el que recibe, eso no está ajeno. Yo lo que trato es de provocar un puente entre lo cotidiano y aquello otro que es solo una búsqueda abstracta de la forma, trato de buscar ese puente, ese lugar en el medio. La vasija o el cacharro son un contenedor pero también algo más, hay una búsqueda estética donde trato de crear esa comunicación con el espectador que es espiritual y tiene que ver con lo que la forma transmite”.
Obras de Tusi Horn expuestas en La Cervecería.
Foto: Mauricio Garín
Tusi en su taller, preparando su próxima muestra.
Foto: Amancio Alem
Trayectoria
Tusi Horn es artista y profesora en Artes Visuales. Ejerce su actividad docente en la Escuela Provincial de Artes Visuales, en el Liceo Municipal de Santa Fe y en el Taller La Guardia, realizando también cursos extracurriculares de especialización en la disciplina. Se capacitó en cerámica a través de su intensivo trabajo de taller, abocándose a la producción de artesanías con métodos no convencionales.
/// EL DATO