Las cosas que una madre hace
Nos han inculcado y no rezongo: ya está- lo abnegadas, sacrificadas y hadas que son las madres, que además de darnos nada menos que la vida, luego se han sentido en la obligación de mostrarnos el recto camino posterior. Se viene la madre de las batallas.
TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI
Yo hice una encuesta modesta, tipo toco y me voy, entre unos cuantos compañeros de trabajo respecto del dolor indescriptible y hasta la ruptura ocasional de relaciones con la madre que nos parió por las atribuciones que la señora se ha tomado con determinados objetos para nosotros hasta allí importantes, y que fueron a parar al basurero, a la calle o vaya saber dónde en un solo, sencillo y anónimo acto, que a ella la dejó conforme y con sensación de trabajo bien hecho y a nosotros, pobres criaturitas indefensas, de diván para el resto del viaje.
Tenemos el caso testigo de Luisito (los nombres son ficticios, cualquier parecido con nombres o hechos reales son mera jodida coincidencia), quien casi con lágrimas en los ojos confesó que de un día para el otro, como suceden las grandes cosas y también las catástrofes, su madre, su mismísima madre adorada, le confiscó e hizo desaparecer el póster desplegable de Titanes en el Ring. No se hace eso. ¡Cuánta perversión, carajo! Luis completa datos mientras recibe el abrazo solidario de otros enhiestos varones que luego irán quebrándose en sucesivas confesiones: el póster venía con la Revista TV Guía y Luisito fue sucesivamente Karadagian Luis tenia un cortito respetado entre los chicos del barrio-, el caballero rojo, el Ancho Peucelle, el Vikingo (hoy conserva el apodo ya que no el pelo) y tantos otros, definitivamente arrebatados de la puerta de su habitación.
Néstor (y no saquen conclusiones anticipadas: hay dieciocho Néstores en el diario) cuenta con un hilo de voz que en un solo acto su madre le tiró a la miércoles según su orgullosa confesión de parte posterior- su colección de latitas de cerveza y su colección de cajitas de cigarrillos. Había varios logros internacionales en esas colecciones, con aportes del tío Lucas (un hombre de mundo que traía etiquetas y cajitas de cigarrillo de sus viajes), de alguna apertura ocasional del país al mundo (hoy gozamos de una porfiada cerrazón al mundo) y del intercambio sabio y pacientes con otros coleccionistas. Todo al diablo de una sola vez, so pretexto de que esas cosas hacían o eran (cuando la madre argumenta hacer, estar, tener y ser son la misma cosa; lo siento) basura. Y Néstor confiesa que se salvó su colección de estampillas acaso porque la filatelia tenía más prestigio y sus álbumes y cajas, más pequeñas, estaban camufladas en el fondo de algún cajón de escritorio. Néstor nunca le perdonó a la madre semejante tropelía.
D. (y hay uno solo en el diario, y no seré yo quien lo mande en cana) asume compungido que su madre le tiró de una su preciosa e insustituible colección de revistas porno, que tantas satisfacciones le dieran a D. en su pubertad. D. tiene cuarenta y tantos y cuando le preguntamos por ese episodio, dijo riéndose que pasó... ayer.
Son sólo tres ejemplos hay muchos más, tantos como varones hay en el diario- del modo en que esas tipas se inmiscuyen en nuestras vidas, por el solo hecho de que en algún momento nos la dieron.
Alguno podrá decir que se trata de correctivos y del viejo tema de arreglar el propio cuarto, la leonera, donde sólo los osados se atreven. Puede ser. Pero yo sostengo que se trata de una cuestión mucho más animal, profunda, visceral: tu mamá te sigue pariendo, te sigue hurgando, te sigue limpiando la caca y el moco como cuando no podías hacerlo solito y dependías de ella ciento por ciento. Y lo mismo harán con todos los hombres que tiene a su cargo incluyendo al marido un bebé al fin y al cabo- y al nono un bebé al fin y al cabo- y al suegro y al nieto. Yo sostengo que quienes deberían festejar realmente el día de la madre, son los psicólogos, pues ellas le han generado el campo de trabajo. Hoy puedo decirlo sin complejos, antes de que venga mi vieja, y se arme una de mamma mía que ni les cuento.