la actualidad de un pueblo pujante
la actualidad de un pueblo pujante
Nació del ferrocarril, crece con el campo
Villa Trinidad tiene hoy alrededor de 3.500 habitantes y es un pueblo apacible y pujante al mismo tiempo. Apacible, porque hay visible tranquilidad. Pujante, porque hay un puñado de empresas y comercios, instituciones y sus habitantes mismos que “van para adelante”.
Néstor Fenoglio
Villa Trinidad no tiene misterios: nació hace cien años cuando pasó por allí por primera vez el ferrocarril, pero rápidamente su gente se hizo cargo de las buenas tierras circundantes y todo fue y es “campo”. Villa Trinidad es una hija del ferrocarril: cuando se decide extender el Mitre desde Morteros hasta empalmar con La Rubia, la primera parada hacia el norte es Suardi, la estación siguiente fue San Guillermo (cuya colonia ya existía) y luego, sí, Villa Trinidad, donde el derrotero hacia el norte se altera con una curva de noventa grados hacia el este, hacia la próxima estación, Arrufó.
El ferrocarril traía progreso y oportunidades a quienes podían anticiparse y contar con tierras “justo” donde debía construirse una estación. En derredor de ella, rápidamente, se formaba una colonia y así sucedió también con Villa Trinidad.
Su fundador, en este caso, era el hijo de Guillermo Lehmann, José Guillermo, nacido en la madre de las colonias, Esperanza, que por entonces ya era una pujante población con más de medio siglo de vida. El nombre de la localidad es un homenaje a la esposa del fundador, Doña Trinidad Joost Llambi Campbell (otro apellido ilustre para la colonización) y la parroquia del lugar, de 1920, lleva el nombre de “Santísima Trinidad”. Villa Trinidad, entonces...
Hoy es una localidad de 3.500 habitantes, a 250 km. de la capital (está en el noroeste provincial y se puede ir por tres caminos diferentes: hacia el este hasta San Cristóbal y luego bajando por la 4; hacia el este hasta Arrufó y bajar por la 34; o derecho hacia el sur por Morteros), a 60 de la capital departamental -San Cristóbal- y su aspecto es de orden y progreso: las casas en su mayoría son hermosas y amplias, de materiales nobles, hay una buena parquización, tiene una plaza “rara” con su eje girado 45 grados; también el típico eucaliptal de los pueblos que tuvieron ferrocarril; y muestra buenos comercios y un puñado de empresas que empujan.
Si el visitante se queda unos pocos minutos a disfrutar de la sombra de las grandes tipas de la plaza, verá pasar la vida cansina de un pueblo en donde todos se conocen y donde la gente es protagonista y responsable. Un dato: no hay un solo motociclista sin su casco.
Las 33.000 hectáreas de buenas tierras del distrito le ganaron al ferrocarril e hicieron que el pueblo no dependiera de él y por lo mismo no padeciera -como otros- su cierre. Son tierras todavía dentro de la cuenca lechera (hay noventa tambos entre Colonia Ana y Villa Trinidad), con ciento por ciento de capacidad agrícola (al punto que la localidad es la capital departamental de la soja), ganadería y cualquier producción que se quiera encarar.
El resto lo hace su gente: descendientes de piemonteses en su mayoría, gente con cultura de trabajo. Eso hizo progresar al pueblo que, con el auge del campo y algunas empresas que dan empleo (el frigorífico solo da contención a unas cien familias, un enorme impacto en localidades de esta escala) casi duplicó en poco tiempo su población y atrajo migración interna, con los consiguientes desafíos y problemas asociados, en algunos casos.
Hoy es un pueblo “armado” (no porque tenga armas: Villa Trinidad es la representación de la paz, la armonía y la tranquilidad), como se dice de esos lugares que sin prisa pero sin pausa avanzan y que son bellos sitios para vivir, dotados de servicios y comodidades.
Acaso en la metáfora de su fundación está la matriz de Villa Trinidad: hija del tren pero rápidamente seducida por ese campo fértil al que se entregó, en el doble símbolo de un apellido que es sinónimo de nuevos pueblos (Lehmann), originario de Esperanza, la primera de las colonias hechas por inmigrantes para trabajar la tierra. El tren pasó por primera vez hace cien años, partió, pero Villa Trinidad sigue creciendo.