Entrevista a Carlos Presman
Entrevista a Carlos Presman
La salud es una buena razón para vivir
Carlos Presman.
Por José Duimovich
Aun en la época de extremo automatismo que estamos viviendo es de suma importancia prestar atención al espacio entre médico y paciente. Así lo cree Carlos Presman, uno de los escritores sobresalientes, de la actual narrativa cordobesa en su libro de reciente aparición “Letra de Médico. Historias a su salud” (Raíz de dos Editorial, Córdoba, 2009).
—¿En qué momento surge la idea de “Letra de Médico. Historias a su salud”?
—Creo que por el 25º aniversario de mi egreso profesional, y alentado también por Jorge Cuadrado, el editor que vio en los textos una unidad que merecía su publicación, creo que la idea fue más de él que mía. En realidad, los escritos son de distintas fechas, algunos de diez años atrás y otros de reciente edición en la revista “La Recta” donde publico regularmente como columnista en salud; y el editor los compiló, y agrupó en las tres secciones del libro. Esas tres secciones son: “Historias personales”, donde se agrupan los relatos biográficos, cuyo fin es mostrar las miserias personales que tenemos los médicos y los pacientes por igual. La segunda sección es “Textos a su salud”, que reúne los ensayos en donde de manera explícita se analiza el impacto social en la salud y el enorme valor del humor, y por último, “Cuentos clínicos”, donde el trasfondo es una escena médica en clave literaria.
—El libro ha tenido un gran éxito de venta, ¿a qué atribuye esta repercusión?
—Creo que vino a ocupar un espacio de reflexión entre pacientes y médicos, con una escritura llana y accesible, y también debido a la generosa difusión que tuvo en los medios de prensa.
—El libro ¿es una invitación a redescubrir la profesión de la medicina?
—No. Es una expresión escrita de mi identidad como médico, tal cual lo aclaro en el prólogo preventivo, y además incluir como veo la situación de la salud desde la perspectiva clínica. “Construir mi identidad con mis propias palabras, de eso se trata este libro. De mi ejercicio profesional como médico y como colaborador en diferentes medios de comunicación, pero también de mi vida como hijo, amigo, esposo y padre”.
Y sobre todo ocupar un espacio entre médico y paciente, ése es el sentido esencial del libro. Retomar la vigencia del pensamiento clínico, el médico de familia y volver a preguntarse por qué y para qué nos enfermamos.
—Planteás en el libro, entre otras cosas, que el verdadero enemigo no es la muerte sino el sufrimiento...
—Sí, intentando cambiar el paradigma universitario de luchar contra la muerte para apuntar al arte de cuidar y no de curar.
—“El humor es el penúltimo paso de la desesperación”, dijo Blaistein...
—Sí; el último es la muerte. Tomo de Blaistein el relato breve, que camina en la cornisa del cuento y el ensayo atravesado por el humor en cada instante.
—¿Qué repercusiones ha tenido en el círculo médico?
—Muy buena, en general comparten la visión y celebran que lo haya escrito, se utiliza en cursos de relación médico-paciente y para dar algunas clases del ciclo clínico en el Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba. El cuatro de diciembre me invitaron a presentar el libro como festejo del Día del Médico.
—En tu consultorio, ¿recetás libros con fines terapéuticos? ¿Cuáles?
—Sí, por ejemplo ante el fallecimiento del padre sugiero “La invención de la soledad”, de Paul Auster, o “Patrimonio”, de Philip Roth, y ante obsesivos invito a leer “El barón rampante”, de Ítalo Calvino, o ante el cuidado de madres posesivas, sugiero “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel. Y a todo paciente le indico “El hombre afortunado”, de John Berger.
La palabra puede ser terapéutica o terriblemente nociva, ese aspecto se aborda en profundidad a lo largo de todo el libro. La palabra se constituye como la herramienta que hace al cerebro, o sea que el lenguaje inventa al organismo y funciona a su vez como un órgano.