Las palabras, testigos de la vida
Las palabras, testigos de la vida
Por Patricia Severín
“Una luz que encandila”, de Irma Verolín. Premio Ciudad de El Colorado, Formosa, 2009.
Estos cuentos de Irma Verolín son esencialmente clima, atmósfera que va envolviendo paulatinamente, con morosidad, sin prisa, a los lectores. La autora nos lleva así de a poco- hasta un lugar preciso donde una vibración aguda, una inquietud profunda, nos lleva a conmocionar.
Para lograrlo trabaja entre otras cosas- la ambigüedad, la puesta de ambientes que rozan lo onírico, las preguntas que quedan sobrevolando el texto, los contrarios. Como un subibaja, en permanente oscilación, aparecen y desaparecen las dos caras de las cosas: “lleno de memoria y olvido”; “un pie aquí y otro allá”; “lo que se ve y lo que no se ve” Y como el musgo se planta en el árbol suave pero firme-, la idea de la incertidumbre oscila de continuo hasta llegar al lugar que se venía perfilando.
Los detalles y lo cotidiano ponen foco en lo pequeño, y son esos detalles, los que encuadran los relatos. Pero, de golpe, en ese transcurrir apacible, cotidiano, aparece un punto que nos lleva al otro lado de las cosas, como si nos mostrase el revés del mundo. El cimbronazo nos detiene, volvemos a respirar y hurgamos la fisura, el agujero.
En el mundo de Verolín, los padres son figuras lejanas, fantasmas que sobrevuelan recuerdos: “Falta un pliegue, mi madre”. Papá es apenas un nombre diluido. En contrapartida, los abuelos, ocupan el lugar del ancla, del puerto donde arribar cuando el mundo aún no era esa carrera loca hacia ninguna parte, sino que se movía lento, rutinario, seguro. La ancianidad es eterna, congelada en el tiempo y en el espacio.
Todo el andamiaje de la vida se sostiene en las palabras, en las palabras dichas y no dichas, supuestas o pensadas, elaboradas o comunes. Las palabras son los testigos de que seguimos vivos, lo único que no se diluye cuando Verolín sale a la cacería de sí misma en estos cuentos en primera persona.
Irma Verolín
Ha publicado dos libros de cuentos “Hay una nena que gira” y “La escalera en el patio gris”, y la novela “El puño del tiempo”. Sus novelas “La mujer invisible” (Premio Municipal Eduardo Mallea) y “El camino de las araucarias” (Primer Premio Internacional de Novela Mercosur) permanecen inéditas. Cabe destacar que este último premio, fue organizado y avalado años atrás por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, pero jamás se concretó su edición. También es autora de libros infantiles y entre sus premios se destacan, Fondo Nacional de las Artes, Emecé, Premio Internacional de Puerto Rico Fundación Luis Palés Matos. Fue finalista de los premios La Nación y Planeta. Es autora de ensayos literarios y de trabajos sobre apertura de conciencia y calidad de vida.