Una original experiencia en la cárcel
Un taller de tatuaje deja huellas
en los internos de Las Flores
Mangold trabaja 12 horas por día. “Todos se quieren tatuar”, asegura el joven.
Foto: Luis Cetraro.
Una original experiencia en la cárcel
Un taller de tatuaje deja huellas
en los internos de Las Flores
Mangold trabaja 12 horas por día. “Todos se quieren tatuar”, asegura el joven.
Foto: Luis Cetraro.
Germán Mangold es tatuador y está preso. Movido por su preocupación por las enfermedades infecto-contagiosas, logró un espacio para hacer lo que más le gusta de manera profesional.
De la redacción de El Litoral.
Su tono de voz es pausado. Es difícil creer que en la cárcel se pueda estar tranquilo, pero Germán lo está. “En el taller encontré mi mundo acá dentro”, afirma Mangold, interno de Las Flores desde hace tres años.
El tatuaje es una de sus pasiones y, llevado por esa garra y la preocupación por la proliferación de enfermedades infecto-contagiosas, logró algo inédito en nuestro país: montar un taller de tattoo dentro de un penal.
“El tatuaje tumbero es un tatuaje mal hecho. Agarran un secador de piso, lo prenden fuego y con eso se tatúan. O usan las maquinitas tatuadoras tumberas, que tienen un motorcito y una lapicera con una aguja en la punta, y son compartidas por varios internos. Imaginate la de infecciones y heridas que hay. No quería que la gente siguiera lastimándose”, asegura Mangold.
La idea de Germán se pudo concretar gracias a la ayuda de Fernando Dimiryi, psicólogo del penal. “Cuando vino con la propuesta del taller, fue como caído del cielo”. Juntos trabajaron en el proyecto y, en la búsqueda de antecedentes, se encontraron con que no existe una iniciativa similar en ningún otro país. “Somos pioneros en el mundo. Hay un solo lugar en el que dejan entrar tatuadores civiles una vez al mes, pero un taller como éste no existe”, dice Germán con su tono de voz calmo, en el que se cuela una pizca de orgullo.
Trabajo diario
El taller se autogestiona: se cobra $ 30 cada tatuaje y con ese dinero se repone el material, provisto por Jorge González. Mangold pasa 12 horas dibujando, tatuando y enseñándole el oficio a otros internos.
Cada tatuaje le insume unas cinco horas porque “piden dibujos grandes y con colores”. La demanda es altísima. “Debemos ser 500 internos y todos se quieren tatuar”, cuenta.
¿Cómo funciona el taller? “Se hace una lista con los que se quieren tatuar y se la pasan al bioquímico, que les hace los análisis necesarios. Cuando están autorizados, me pasan la lista. El tema es que son muchos y no llego con todos, por eso estamos viendo que haya más pibes aprendiendo”, detalla Germán. Cerca de 300 presos ya pasaron por su taller y esto ayudó a “disminuir muchísimo el tatuaje tumbero”.
Reinserción
Mangold asegura que este espacio persigue tres objetivos: capacitación laboral para que salgan de la cárcel sabiendo un oficio; disminución de la proliferación de enfermedades infecto-contagiosas; y reinserción social.
Finalmente, Germán se muestra optimista respecto al futuro: “En septiembre voy a abrir mi local de tattoo en Aristóbulo del Valle. A partir del 24 de diciembre voy a tener permiso laboral. Hasta ese momento mi hermana -que coloca piercings- y Jorge González -que me provee todas las semanas- me van a dar una mano. En mayo de 2012, me dan la condicional”.
Germán enseña el oficio a otros internos. Ya son 300 los que lucen sus diseños.
Foto: Luis Cetraro.
Contra el sida
El taller de tatuaje de la cárcel de Las Flores se inauguró el 1º de diciembre de 2008 porque es el Día Internacional de la Lucha Contra el Sida.
/// la clave
Convención
El 20 y 21 de abril se realizó la primera convención de tatuadores en Santa Fe y la primera en una cárcel. Organizada por Germán Mangold, la terapista ocupacional Natalia Peresín, el apoyo de Germán Dimiryi y la colaboración de Jorge González y Tomás Overti de Flow Tattoo (quienes donaron los materiales), la convención reunió a 15 tatuadores de Santa Fe y Rosario. Se desarrolló en las instalaciones de las dos escuelas que funcionan dentro del penal: el Eempa Nº 1316 y la Primaria para Adultos Nº 2001.
/// el dato
Cultura tumbera
El tatuaje forma parte de la cultura carcelaria. Germán detalla que los más comunes son “los cinco puntos”, que representan a un policía cercado por cuatro delincuentes; “la daga y la víbora”, que significan “muerte a la policía”; “la lágrima”, que se la tatúan aquéllos que han perdido un familiar; y también las palabras “madre”, “padre” o “hermano”.
Muchos internos le piden que “tape” los tatuajes mal hechos. “Eso es bastante difícil porque en esos casos no se puede elegir un diseño de antemano, sino que hay que ver qué es lo que hay que tapar”. En otros casos, Germán dibuja lo que le piden o baja diseños por Internet. “Hace 10 años que tatúo; aprendí gracias a mi amigo Capocha. El tatuaje es mano y práctica. Empecé tatuándome a mí mismo y después uno evoluciona”, asegura.