Mesa de café

Ajustando cuentas

Erdosain

—¿Hasta cuándo Binner y sus ministros les van a seguir echando la culpa de lo que anda mal a las gestiones peronistas?- pregunta Marcial.

—Si hicieron desastres durante veinticinco años -responde Abel, medio en broma, medio en serio-, tenemos derecho a quejarnos por otros veinticinco años más.

—Los desastres los habrán hecho Vernet y Reviglio, pero de Reutemann y Obeid no podés decir lo mismo.

—¿Vos te referís al señor que permitió que Santa Fe se inunde? -digo.

—El mismo señor que los santafesinos siguen votando mayoritariamente -responde Marcial.

—Si es por eso, hoy Binner es el político más prestigiado de la provincia -digo.

—Seamos serios -pontifica José-, un gobierno no puede vivir justificándose de las cosas que no hace porque los otros las hicieron mal.

—¿Y se puede saber qué cosas no hacemos? -pregunta Abel.

—Habría que preguntarles qué cosas hacen- contesta Marcial-. Yo, a esta altura del partido, me quedo con Lilita Carrió, por lo menos tiene agallas, habla de frente. Binner se está pareciendo cada vez más a Reutemann, hasta en los gestos. No habla, no dice, y cada vez que habla es una máquina de repetir lugares comunes.

—“Hay que vestir a la Argentina de azul y blanco” -lo remeda José.

—Como dijo Binner -digo yo-, podemos equivocarnos pero no metemos la mano en la lata.

—Me parece bien -dice Marcial-: no meter la mano en la lata es un deber, pero eso no quiere decir que tengan luz verde para equivocarse todos los días. Llegaron al gobierno prometiendo buenos tiempos, no prometiendo buenas equivocaciones.

—La gente no los eligió para que se equivoquen -insiste José.

—No es poca cosa tener un gobierno decente -señala Abel.

—Salvo para los peronistas -digo-, que suelen ser fieles al lema “Roba pero hace”.

—Prefiero un pícaro que haga algo y se quede con algún vuelto que un bueno para nada -dice José.

—Típico peronista- razona Abel.

—Si son tan decentes como dicen -fustiga José-, que me expliquen por qué redactaron una licitación para la autopista hecha a la medida de alguien.

—¿De quién? -pregunta Abel

—Ya lo vamos a ver -responde Marcial-, pero esa licitación no es inocente.

—También me parece una barbaridad que Ciancio justifique que la ciudad de Santa Fe se quedó sin agua culpa de los gobiernos peronistas -dice José.

—En ese tema ustedes no dejaron cagada por hacer -dice Abel.

—Admitamos que sea así -concede Marcial-, pero después de casi tres años de gobierno me parece que ni siquiera es elegante justificarse en nombre del pasado. Yo no sé qué haría este gobierno si el peronismo no existiera. Admitamos que los peronistas se equivocaron; admitamos incluso que no existen más, que no hay más peronistas en la Argentina, ¿no corresponde acaso hacer las cosas bien, corregir lo que se hizo mal, anticiparse a los problemas, evitar que estalle la caldera? Ser gobierno significa gobernar, no quejarse por lo que otros hicieron mal. Se supone que si los votaron fue para que hicieran las cosas bien porque los malos eran los otros.

—Además había datos, señales, para impedir que la ciudad se quedare sin agua -dice José.

—Hablan como si el tema no se hubiera arreglado -digo-: un accidente ocurre, pero lo que importa es saber si se resuelve rápido o no. Y este gobierno lo resolvió rápido.

—No comparto -dice Marcial.