En la trama de un arte ancestral
En la trama de un arte ancestral
Comenzó la carrera de Ingeniería pero descubrió que lo suyo era el macramé, una técnica que había aprendido en su infancia pero que siguió cultivando, enseñando y mostrando al país y al mundo. Sara Rubin nos acerca a este mundo en el que se combinan destreza y creatividad.
TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTOS. MAURICIO GARÍN.
¿Cómo te conectás con el tejido? ¿En qué momento de tu vida aparece?
- Yo nací en una casa de artesanos; en mi casa se hacía todo; mi papá era sastre. Mi abuela era una mujer del imperio Austro-Húngaro, que vino a la Argentina en 1912, trayendo toda esa carga cultural del tejido, del bordado, del macramé. Mi mamá también era una mujer de Europa, que heredó toda esa forma de vida. Recuerdo a mi abuela que hacía macramé y lloraba en silencio. Yo, por supuesto, le preguntaba, y ella me decía que había muchas cosas dolorosas en la vida, como perder a toda la familia. Pero ellos apostaron a la nueva vida. Vinieron a este país, porque aquí había trabajo, comida, había futuro.
- El macramé suena a muchos años de antigüedad.
- El anudado y el trenzado, que son la base del macramé, es la primera técnica utilizada a nivel intelectual por todas las culturas primitivas. ¿Para qué sirvió eso? Para taparse, anudando un cuero; hacer herramientas para la supervivencia como un hacha, con un tronco, con una raíz, con un entrelazado de fibra, con una piedra.
- ¿En qué momento sentiste que eso podía ser una expresión para todo lo que tenías adentro?
- En la época en que mis niños eran muy chiquitos se formó en el Jardín de Infantes un grupo de madres con muchas inquietudes, que ayudábamos a hacer el material didáctico, en Ramos Mejía. Había una afinidad muy linda entre nosotras y decidimos salir a hacer algunas cosas en los horarios en que los chicos estaban en el jardín, o sea ir a una exposición, a un museo. Éramos ocho o diez mujeres y todas habíamos dejado alguna profesión o un taller como teatro, poesía o cerámica.
- ¿Vos qué habías dejado?
- La carrera de ingeniería, que no la terminé. En ese momento íbamos al jardín, ayudábamos a hacer algo y nos nutríamos entre nosotras. A una de ellas le gustaba mucho el teatro y nos daba charlas sobre, por ejemplo, Stanislavsky. Allí fue donde conocí de su existencia. Otra que escribía y era admiradora de Neruda, nos leía los sonetos que el poeta le escribía a Matilde. A pesar de haber dejado una carrera universitaria que me gustaba, fui descubriendo que no era mi vocación. Mi verdadera vocación era el arte. Una vez fuimos a ver una exposición de tapices hechos en macramé. Cuando ví esa técnica, esas obras de arte sobre cartones, me dije: sé hacerlo. Fue como que me cayó una ficha en el cerebro y dije: yo puedo hacer ésto.
- Claro, la técnica la conocías desde la infancia.
- Llegué a mi casa, saqué los hilos, porque yo les tejía a mis chicos, empecé a probar, y en ese momento sentí que me faltaba la parte artística. Pero yo estaba criando a mis hijos: tenían tres y cuatro años.
- ¿Cómo hiciste?
- Estudié historia del arte en talleres con profesores que eran de la Escuela de Bellas Artes, de la Pueyrredón o de la Universidad de Buenos Aires, grandes maestros; estudié pintura, grabado, dibujo, diseño gráfico y textil, estudié todo y me largué. Me di cuenta de que cada vez me gustaba más. Tuve una gran crisis, de dejar todo. Fueron años difíciles, fallecieron mis padres: mi papá primero, luego mi mamá. Pero después de nacer el tercer hijo, lo fui retomando de a poco, ya con un gran compromiso de dedicarme a la docencia, participar en movimientos de educación por el arte, de estar en contacto con la artesanía funcional.
FORMACIÓN Y DOCENCIA
- ¿Y la docencia?
- Me gusta mucho.
- ¿Cuándo tomaste la decisión de incorporarla a tu carrera?
- Desde el primer momento, la primera alumna que tuve fue una vecina y me di cuenta de que tenía facilidad para transmitir ese conocimiento que venía conmigo desde tanto tiempo, porque lo llevo en los genes. Después me fueron pidiendo otras y ahí me di cuenta de que ese podía ser un trabajo. Me fui comprometiendo cada vez más, entré al Centro Argentino de Artesanos, trabajé muchos años ahí, me asocié a la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, al Centro Argentino de Arte Textil, fui participando en Salones Nacionales, me comprometí mucho con lo que sentía. Estuve aquí en Santa Fe, en la Escuela Mantovani, hice varios seminarios en la cátedra que se llamaba “Los Oficios del Arte”. Esto es un oficio, el artesano o el artista que tiene oficio ya tiene la mitad del camino libre para expresarse. Y hay que saber elegir los materiales, porque cada uno tiene un lenguaje diferente: la lana se expresa de una manera, la fibra de otra, el hilo también.
- Claro, pero hay que saber encontrar ese lenguaje. ¿Eso se logra a través de la educación o de la intuición?
- Creo que de las dos cosas. La formación estética es muy importante; saber hacer un diseño, para la técnica del anudado, es fundamental. Porque con un pincel uno puede hacer la forma que quiere o cambiar el color o corregir. Pero con una fibra que ya trae el color y textura uno tiene que saber muy bien dónde va a poner el nudo, no se puede colocar en cualquier lado. Para hacer una obra de arte textil hay que saber, primero, de qué medida va a ser el trabajo. De acuerdo a eso sabremos los metros de fibra que necesitamos. A veces un trabajo importante lleva quince metros de una fibra, pero hay cientos de fibras que habrá que preparar. Es muy interesante, apasionante.
- ¿Es propio de las mujeres?
- No, en este momento yo tengo alumnos, jóvenes... y no tanto. Tengo muchos alumnos que vienen del exterior y también del país: de Comodoro Rivadavia, de Ushuaia, Neuquén, Italia, Bulgaria, que llegan a la Argentina por la facilidad que les da el cambio.
- ¿Hay algún lugar particular que se destaque por la cantidad de gente que se dedica a este arte?
- Por lo que se, en este momento hay un movimiento de arte textil muy importante. De hecho las Bienales Internacionales son muy concurridas, hay participantes de todo el mundo. Participé el año pasado en la Quinta Bienal Internacional de Arte Textil que realiza una organización llamada Red Textilia y participan artistas de todo el mundo. En este momento mi trabajo está girando por el mundo: fue una red de un metro por un metro, redes interpuestas en tres niveles, un trabajo muy lindo hecho en hilo rústico en color tostado, en neutro como el cáñamo.
ELEMENTOS NATURALES
- ¿Siempre incluís elementos naturales en tus trabajos? Porque la obra que dejaste en la casa museo de Roberto Favareto Forner está realizada sobre una raíz.
- Claro, esa raíz la encontré en un monte en San Luis, me llamó mucho la atención, tenía muy buena forma y me la llevé a mi casa. En realidad es un módulo de un tronco cortado, con el agregado de la raíz. El trabajo se llama “Desarraigo”, el título es un poco conceptual, tenía que ver con la raíz fuera de la tierra, pero que tenía mucha fuerza,
- ¿Te gusta trabajar sobre el elemento natural?
- Sí veo que sirve para la obra, lo incorporo. Si no, espero el momento adecuado, porque tiene que haber una correspondencia entre ese elemento natural y el trabajo textil que hago. En este trabajo hice el tronco que fue muy importante con una boca en la que incorporé la raíz. No fue fácil. Utilicé sogas de cáñamo muy gruesas, hilo de papel, bien elaborados y pulidos y, de alguna manera, traté de integrar el tronco con los demás elementos. Cuando lo estaba haciendo sentía que ese tronco lloraba; esas fibras que cuelgan tan expresivas son las fibras de la yuca al crudo, sin hilar. Eso me decía que eran las lágrimas del tronco desarraigado. Creo que muestra un poco cómo la naturaleza sufre cuando la sacan de su lugar.
- ¿Qué significan los premios para vos?
- Tengo algunos, son un mimo para el alma, un estímulo para seguir, porque es como todas las cosas: cuando uno está trabajando tiene momentos de crisis que se tratan de superar. El interrogante fundamental, cuando tuve mi primera crisis con el arte textil, fue: ¿y ahora qué hago? ¿Para qué estoy en el mundo? Estoy para hacer ésto que me gusta, siento que puedo hacer una cosa diferente cada vez. Ésto es lo mío, y además de hacer lo que hago, siento que puedo transmitirlo. Es lo más importante para mi. Es poder dar y encontrar un receptor que valore lo que doy. Ese es el momento de mayor placer para mí, estar sentada frente a mis alumnos enseñando lo que sé; esa es mi misión en la vida.
“Estudié historia del arte en talleres con profesores que eran de la Escuela de Bellas Artes, de la Pueyrredón o de la Universidad de Buenos Aires, grandes maestros; estudié pintura, grabado, dibujo, diseño gráfico y textil”, cuenta Sara rubin.
Portadas de sus libros, en los que explica en detalle la técnica que perfecciona desde hace varios años.
UNA RECONOCIDA TRAYECTORIA
Sara Rubin fue distinguida por el Instituto de Antropología con el Reconocimiento a la Trayectoria Artística, 2002. Además recibió la 1º Mención Especial en la Primera Bienal de Artesanía Urbana 2005. Ha sido distinguida como maestra de Arte y Cultura Argentina por la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico cultural de la ciudad de Buenos Aires 2004. Actualmente dirige su taller en Capital Federal.
Fue docente en la Cátedra de Diseño Textil de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo a su cargo entre 1992 y 1995 el taller en la cátedra de Los Oficios del Arte en la Escuela de Bellas Artes Juan Mantovani de Santa Fe.
Ha publicado dos libros sobre Macramé; presidió el Centro Argentino de Artesanos entre 1988 a 1990 y es socia fundadora de la Asociación de Amigos de la Educación Artística.
Fue designada jurado de selección por el Fondo Nacional de las Artes en el Salón Florencio Molina Campos 1990, y en los Torneos Bonaerenses para la Tercera Edad en la selección municipal, regional y en la final Provincial 1996-2002-2005.
Realizó diseños para empresas de moda Fashion en la muestra realizada en Buenos Aires en BASF 2007. Participó en la Quinta Bienal Internacional de Arte Textil, organizada por Red Textilia, realizada en Bs.As. en la muestra Tramando Redes-2009.
Su obra forma parte del patrimonio del Museo José Hernández.
La Institución “Reconocimiento Alicia Moreau de Justo, una actitud en la vida”, la denominó Alicia 92 por su vasta trayectoria. Esta institución además la designa integrante del Consejo de Administración en 1993.
Para hacer una obra de arte textil hay que saber de qué medida va a ser el trabajo. De acuerdo a eso sabremos los metros de fibra que necesitamos. A veces un trabajo importante lleva 15 m de una fibra, pero hay cientos de fibras que habrá que preparar.
“Ésto es lo mío, y además de hacer lo que hago, siento que puedo transmitirlo”, dice Sara Rubin.
“Escultura textil”, Premio de Honor del Salón de diseño Textil, obra donada para el futuro Museo Favaretto Forner.
perfil
SANTAFESINA
Sara Rubin nació en Rosario (Santa Fe) y en la actualidad vive en Capital Federal. Participó en más de cien muestras colectivas y salones, en el país y el exterior.
PROYECCIÓN
Participó de encuentros en Casa de Arte, Amiens, Francia; Artesanos Art Gallery Miami, E.E.U.U; Xalapa, Universidad de Veracruz en México; Montevideo, Uruguay; Consulado argentino en Río de Janeiro; Osaka, Japón.
EXPOSICIONES
Expuso de manera individual en Espacio Buenos Aires, Concejo Deliberante Bs.As. Museo de motivos Argentinos José Hernández; Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani, Santa Fe; Círculo Médico de V. López; Country Club Cantegril, Punta del Este; Galería Angelus, Bs.As.; Miami, E.E.U.U.; Papua, Italia; Osaka, Japón.