Andrés Calamaro en Unión
Andrés Calamaro en Unión
Una costumbre argentina
Ignacio Andrés Amarillo
Andrés Calamaro gusta de renovarse sin dejar de profundizar algunos procesos artísticos. Así, el show que brindó anoche en Unión fue distinto que el anterior. Si en el concierto del año pasado el lugar elegido fue un estadio abierto, aquí se optó por un espacio cerrado y más pequeño, al parecer una característica también en la gira española. Si en Gimnasia y Esgrima hubo declaraciones que saltaron a los medios por sus repercusiones políticas, aquí hubo un solista parco, que se dedicó más que nada a agradecer y presentar a sus músicos.
Y justamente, si en aquella presentación estuvieron Adrián Dárgelos y los Bueyes de la Bersuit, éste fue un concierto de banda: esa formación estable que se consolidó en la gira anterior y se cristalizó en “On The Rock”, el disco que vinieron a mostrar: una candidata segura a convertirse en “la banda definitiva” de la etapa solista del Salmón.
Y eso (sentirse nuevamente parte de una banda) es algo que a Calamaro evidentemente le gusta. Todo de negro, con vincha, gafas, chaleco y una camisa arremangada que dejaba ver sus dos tatuajes familiares (el que dice “AC/JC”, que refleja su matrimonio con Julieta Cardinali, y el que reza el nombre de su hija, Charo), encabeza una formación rockera (que está más ajustada que nunca), con tres guitarras cuando suma la suya.
Delegando los teclados en Tito Dávila, apoyándose en la batería del “Niño” José Bruno, Calamaro festeja permanentemente las intervenciones de sus guitarristas Julián Kanewsky y Diego García, quienes se alternan en solos (muy lucidos) y melodías. Y por supuesto también está el bajista Candy Caramelo, con su estampa de un Sid Vicious gitano, uno de los pilares en el armado del sonido Calamaro, en vivo y en estudio.
Sobre un escenario sobrio, sólo aderezado por una pantalla trasera que alternaba imágenes del show con clips alegóricos y el ya tradicional calamar que el cantante cuelga sobre su pie de micrófono, ofrecieron casi dos horas de música, alternando la novedad con esas canciones antológicas que todos esperaban escuchar.
El inicio
El concierto arrancó apenas pasadas las 21.30 con la nueva “Los divinos”, a la que siguió un cover habitual, “Jumpin’ Jack Flash” de The Rolling Stones (con cierta gestualidad a la Keith Richards en los rasguidos del solista sobre su Fender Telecaster) para engancharla con “El Salmón” y continuar la explosión del público con “Mi enfermedad”.
Después fue el turno de bajar un cambio con “Carnaval de Brasil”, una de las destacas de La Lengua Popular, acompañada por un clip en el que aparecen Cardinali y Jorge Lanata; tras ésta pasaría “Revolución turra”.
“Muy buenas noches Santa Fe, muchas gracias”, fue el primer saludo de la noche, respondido por el coro popular con un casi obvio “olé, olé olé olé, Andrés, Andrés”.
“Nunca es igual” arribó con su cadencia reggae, para ser enganchado con “Get Up, Stand Up” de Bob Marley (alguna fanática del Lisandro Aristimuño rió al ver el mismo recurso que usa su ídolo). Tras “Más duele”, volvió la fuerza rockera con Output-Input (y su terrible frase: “Mejor hijo de puta conocido que boludo por conocer”) y la cadencia tropical de la reciente “Tres Marías”, hilada perfectamente con la legendaria y abuelística “Mil horas”, festejada por la masa y coreada con los habituales “aditamentos”.
Desamores
Tras el paso de “Comida china”, “Todos se van” y “Mi gin tonic” (con sus frases celebradas por la crítica), volvió la cumbia-rock sentimental (con cencerro incluido) de la mano de “Tuyo siempre”, una de las mejores canciones de amor/desamor del repertorio calamariano.
Ese fue el momento elegido por Andrés para presentar a la banda; cuando fue el turno de Caramelo la gente empezó a cantarle espontáneamente el “Feliz Cumpleaños”. Llegaría “All you need is pop” y un subidón con “Todavía una canción de amor”, tendencia que se acrecentó con “Me estás atrapando otra vez” de Los Rodríguez con un gran solo de Kanewsky.
Después del estreno local de “Flor de Samurai” (que estuvo a punto de darle nombre a “On The Rock”) regresó la nostalgia “rodriguera” con “Buena suerte y hasta luego”, para ser enganchada con una pianística y sutil reversión de “Costumbres argentinas”, el otro clásico calamariano de Los Abuelos de la Nada.
La explosión futbolera del “oh oohhh oh oohhh” tuvo su momento con “El perro”, a la que Andrés cambió la letra metiendo un “nadie dice esta boca es mía, pero me hacen denuncias por apología”.
“Te quiero igual” se dejó caer por el repertorio, y con el ya habitual corito de cancha arribó “Los chicos”, acompañada por la proyección de imágenes de (entre otros) el Che Guevara, Piazzolla, Troilo, Miguel Abuelo, Federico Moura, Pappo (el más ovacionado) y el fallecido Rodríguez Julián Infante.
“Muchas gracias Santa Fe, me hacen sentir muy afortunado”, clamó el solista, antes de disparar “Alta suciedad” y de generar el éxtasis con “Paloma”.
El adiós
La despedida ficticia duró poco, azuzada por el “Andrelo no se va”. El reencuentro fue con “Estadio Azteca” y, tras un fragmento de “Los hermanos”, de Atahualpa Yupanqui, llegaría otro homenaje con la rocanrolera “Carolina” de Virus.
De ahí se pasó al dulce dolor de “Crímenes perfectos”, con su coreadísima, incluyendo aquella sentencia de que “todo lo que termina termina mal”.
“Hasta la victoria siempre, Patria o muerte”, fue una guevarista despedida, pero habría algo más: tras un fragmento de “Volver” de Gardel y Le Pera, sobre un colchón de teclados vendría la fiesta final con “Flaca”.
Después sólo sería el tiempo para los abrazos sonrientes con sus compañeros, unos últimos saludos con el puño en alto y sacándose las gafas en señal de empatía. El Salmón se iba, pronto para navegar otras aguas.
“Andrelo” hizo quemar varias gargantas a base de hits, de todas sus épocas, de Los Abuelos de la Nada y Los Rodríguez hasta “On The Rock”. Foto: Pablo Aguirre