EN EL MARCO DE LA BIENAL DE ARTE JOVEN
Enrique Symns entre cerdos y peces
El escritor y periodista paseó su mirada durante dos horas por lo siniestro de las instituciones.
Publicó novelas y biografías de músicos, integró el grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y fue fundador de la revista Cerdos y Peces, entre otras creaciones. Foto: LUIS CETRARO
Ana Laura Fertonani
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Symns destroza lo que encuentra, más precisamente todas las construcciones que se inventaron a lo largo de la historia para aniquilar lo que define como la base del hombre: el deseo. Y en esa lista están las instituciones, de las que vino a hablar: la familia, la escuela, la universidad, la iglesia, la medicina, el periodismo, la psicología, la psiquiatría, los artistas.
No soporta el mundo humano, “el hombre debe ser lo peor de la creación”, sentencia. Está sentado frente a un auditorio joven, en el marco de la Bienal de Arte Joven, invitado por la UNL, una universidad, una institución que aborrece y considera “la tumba del saber y la cuna del poder”, fabricante de sujetados y sujetadores (por evitar la afrenta que utilizó).
Se sorprendió con su vocación de periodista en la década del ‘70, cuando debió exiliarse a España. Publicó novelas y biografías de músicos; integró el grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; fue fundador de la revista Cerdos y Peces, que asomó en tiempos de democracia, y publicó en revistas como Eroticón y Fin de Siglo; editó El Porteño, El Cazador y The Clinic (en Chile), sólo por mencionar algunas de las cosas que construyó y dejó en el camino, sin siquiera concluir la escuela primaria. Sin embargo, tenía 17 años cuando, resentido con el mundo y la educación que no le dieron, leía Heidegger.
Prende un cigarrillo -uno detrás del otro-, al silencio le sigue una provocación: “Hay que atreverse a enfrentar el sin destino de la vida”. Precisamente, provoca; su discurso provoca. En algunas oportunidades provoca estupor, ruido, asco; otras tantas, placer, y hasta dan ganas de aplaudirlo, de darle la mano a ese artista de la palabra desde un lugar tan poco habitado.
Y se pasea por las casi dos horas de exposición, con una petaca de whisky que pide al rato de iniciado el trayecto, regalando frases célebres: “La religión genera el miedo y la hechicería viene a ocultarlo”, “Nos morimos sin saber lo que vivimos”, “Hay que defenderse del miedo ajeno”, “Hoy el hombre dejó de ser sujeto para ser un sujetado”; “El sistema inmunológico es el estado de ánimo”.
A LA INTEMPERIE
Symns menciona a William Burroughs -escritor estadounidense con quien se siente identificado-, quien pretendía creer en la posibilidad de hacer cosas más allá de las tres necesidades: buscar comida, refugio y satisfacción sexual; quería ser generoso, salir a explorar y buscar la satisfacción de los demás.
Esto, frente a la posibilidades que brindan las instituciones “que son lugares de encierro”: la familia, “la peor de todas”; la escuela, que mata infancias, y la universidad, los saberes; la medicina y los médicos, “empleaduchos de los laboratorios”; el periodismo, que “hoy es kirchnerista y se cree el juez de la gente”; la religión, que generó la espera, “los condenados esperan”, y la Biblia, que “es un documento intencionado”.
Mencionó también al padre del psicoanálisis para detenerse en el concepto de “tabú”: “Freud indaga los orígenes del totemismo exogámico, en tótem y tabú, y encuentra esta palabra siniestra. Tabú significa temor sagrado y fue instalado por la casta sacerdotal, que lucha contra el éxtasis desde hace miles de años. La única manera de que esta casta sobreviva es que la gente no viva en estado de éxtasis. A la gente le falta éxtasis”.
Mientras tanto, mecha con su propia existencia y cuenta las sustancias que consumió, el terror que pretendió padecer en el medio de la selva, en la oscuridad, el horror que ayuda a crecer.
“El hombre es puro odio”, está convencido, y se pregunta cómo el hombre puede hacer algo bueno por él, por el mundo, si está pensando en su 0 Km. Recordó charlas con sus amigos, de ésas llenas de soñadores heroicos, que hoy cobran su sueldo. Tampoco entiende cómo el artista puede cobrar para cambiarle la vida a la gente, “las bandas se separan; quieren ser todos solistas, porque quieren más plata”. Detesta la plata, lo que genera ese papel en el “animal almado”; también detesta las sociedades egocéntricas “como la nuestra” y sólo respeta una raza: los pobres.
En un momento decidió que era tiempo de terminar, casi como una “invitación al abismo” se puso de pie y se fue... ese señor de 65 años que ama los placeres de la vida y al que le duele el alma de estar aquí “donde los pájaros aprenden a leer y a escribir las leyes que prohíben volar”.