Entrevista con Harm Pinkster
Las vías del latín
Por Silvio Cornú
—En el ámbito clásico, decimos que el latín no es, como generalmente se sostiene, una “lengua muerta”. ¿Qué nos puede decir en este sentido?
—Como se sabe, no hay hablantes nativos de latín, que aprendan la lengua a partir de sus padres desde el momento de su nacimiento. Esto, sin embargo, no implica que sea imposible lograr un buen dominio de esta lengua, ciertamente en la escritura, aunque si uno lo desea, también en lo oral. Existen millones de personas que han aprendido y aprenden inglés o español de este modo, usando material escrito y fuera de una comunidad anglo o hispanohablante. El hecho de que sólo contemos con material escrito no representa un obstáculo para su buena interpretación y buen análisis. Las obras de Shakespeare o el Don Quijote de Cervantes son tan “muertas” como las obras de Séneca y la novela de Petronio. La calidad de los estudios lingüísticos y literarios del latín no es, sin duda, menor a la de las denominadas lenguas modernas.
—A diferencia de las lenguas germánicas, las lenguas romances o neolatinas cuentan con numerosos textos en su lengua madre. ¿Marca esto alguna diferencia en el estudio de estas dos ramas de la familia de lenguas indoeuropeas?
—Para las lenguas germánicas no tenemos testimonios escritos en una lengua madre como sí existen en el latín para las lenguas romances. Esto no afecta la validez o la calidad del estudio de las lenguas germánicas. Es evidente que ciertas cuestiones son imposibles (como, por ejemplo, poder explicar la relación entre el español ciudad y el francés cité mediante la referencia al latín civitas). Por otra parte, cuando estas lenguas germánicas adquirieron el estatus de lenguas nacionales o regionales, el lenguaje escrito usado para todo tipo de comunicación era el latín. La estructura de la lengua latina influyó profundamente en la estructura de las palabras y expresiones de las lenguas germánicas, y en la forma de los documentos legales. Científicos como Newton en Inglaterra y Huygens en Holanda escribían en latín. En el léxico del inglés abundan los latinismos. La influencia de la literatura latina no es menor en el mundo de las lenguas germánicas que en el de las lenguas romances. Es obvio que para las personas que hablan alguna de las lenguas romances el latín resulta más accesible.
—¿Qué implica para los estudios de las lenguas y las culturas ubicarse en el marco del Funcionalismo?
—En un enfoque funcional, por definición, es indispensable atender al contexto sociocultural en el que el lenguaje se produce y se usa para la comunicación. La pregunta fundamental en todas las formas de investigación es: ¿a qué propósito comunicativo sirve esta forma específica? Para este enfoque, el hecho de que la mayor cantidad del material en latín sea literario (complejo y artístico) representa más una ventaja que una desventaja, ya que muestra el lenguaje “en acción”.
—Y los recientes descubrimientos hechos en el “substratum” de la ciudad de Roma han aportado un material de estudio revelador...
—No puede desestimarse la contribución de la tecnología para una mejor comprensión de nuestro pasado. La arqueología ha producido un salto tecnológico, nos ha enseñado (y nos enseña) mucho acerca de cosas que ya poseemos, y nos ha suministrado nuevos datos de una clase que simplemente no poseíamos. La construcción del metro en Atenas y la ampliación del metro en Roma han proporcionado nuevos artefactos. Cerca de Pompeya se encontró el archivo de un “banco” con todo tipo de contratos, cuya existencia era desconocida. Tumbas del siglo IX a.C., cerca de Roma, nos cuentan sobre la tasa de nacimiento y la edad máxima de los habitantes del pueblo en que estas personas vivían. Sabemos lo que comían (y lo que no comían, debido a cierto daño físico detectado en sus restos). La temprana historia de Roma ha sido, de este modo, reescrita.
—A punto de ingresar a la segunda década del siglo XXI, ¿cómo visualiza el futuro de los estudios clásicos en el mundo?
—Lamentablemente, todas estas nuevas perspectivas, la calidad de la investigación realizada y el excelente entrenamiento intelectual que el estudio de la lengua latina produce en la gente joven no impidieron que el latín y los estudios clásicos en general perdieran su posición prominente en las escuelas y universidades. Resta saber si lo que se perdió fue reemplazado por algo de igual calidad. En los países que conozco, hay una tendencia a reducir, en general, la carga de trabajo para los alumnos y a evitar, en la escuela secundaria, asignaturas que puedan representar un obstáculo para el ingreso de más estudiantes a la universidad. Personalmente, no logro ver a quiénes, en definitiva, beneficia esto.