Día de los Fieles Difuntos

Más de 3.000 personas hoy recorren el cementerio local

Más de 3.000 personas hoy recorren el cementerio local

Reencuentro. En familia, la gente está mañana visitaba el cementerio municipal. Foto: Flavio Raina

Gastón Neffen

gneffen@ellitoral.com

Hay gente que se abraza a las cruces y llora. Otros limpian cada centímetro de la placa de bronce, cambian las flores, traen cartas y también hablan -en susurros- al lado de la tumba. El recuerdo de la gente que uno quiere -en presente, porque el afecto y la emoción siguen- es íntimo y personal. No es sólo un momento para la tristeza y el dolor. Hay gente que siente una especie de alivio, cuando se vuelve a sentar al lado de los restos de sus familiares.

“Yo cuando me voy del cementerio me siento lleno y pleno”, confiesa Federico Schafer a El Litoral, que visitaba a sus familiares y amigos junto a su esposa esta mañana.

“Para mí es una forma de volver a estar con mi papá, le contamos cómo sigue la obra de nuestra casa y las cosas que hicimos”, explica Beatriz Medrano, que camina por los pasillos tomada de la mano de su madre.

Se estima que en cada conmemoración del Día de los Fieles Difuntos más de 3.000 personas recorren el cementerio municipal. Es treinta veces más gente que el movimiento diario que no suele superar los 100 visitantes por día (de lunes a viernes). Pero no es la fecha más fuerte del año. El Día de la Madre, con más de 6.000 visitas promedio, es el momento que más personas eligen para reencontrarse con sus familiares.

En los cementerios de las grandes ciudades hay un cambio de tendencia. La cantidad de visitas a los cementerios viene cayendo. “No es lo que sucede en Santa Fe, al menos por ahora, pero sí creció mucho la cantidad de cremaciones”, asegura Patricia Uriarte, directora ejecutiva del cementerio municipal.

Es que cada vez hay más gente que prefiere cremar a sus familiares, y luego tirar las cenizas en el río o en cualquier otro lugar importante para la persona difunta, que enterrarlos en los nichos y tumbas del cementerio. “Se hacen 18 cremaciones por día y es una tendencia que viene creciendo”, precisa Uriarte.

Los vendedores de flores que tienen puestos fijos en el cementerio también dicen que algunos rituales cambiaron. “Hace treinta años no podías caminar entre los puestos de arreglos florales, se vendía cinco veces más ”, recuerda Juan José “Tito” Belucci. Lo mismo cuenta Lubi Roldán, que tiene un comercio aquí desde hace tres décadas. “Ya no no se vende la misma cantidad de flores, pero la gente sigue viniendo al cementerio ”, asegura, con el puesto lleno de gente.

EN IMÁGENES


La tumba de los milagros

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Las personas se acercan al panteón del médico Rafael Mansilla para pedir por la salud de sus familiares. Le dejan velas encendidas, flores y también cigarrillos. En la tumba hay miles de placas de bronce y también carteles de agradecimiento.

Foto: Flavio Raina

El día del recuerdo

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Cada persona y cada familia tiene una forma particular de homenajear a los que ya no están. Algunos dejan flores. Otros renuevan las placas de bronce y limpian la tumba. También hay gente que trae cartas y fotos.

Foto: Flavio Raina

Los vendedores de flores

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El movimiento comercial del rubro no fue el que esperaban. Es que la gente tiende a comprar menos flores. Los vendedores cuentan que hace treinta años vendían cinco veces más arreglos florales que ahora.

Foto: Flavio Raina

El santuario de Rafael Mansilla

La tumba del médico Rafael Mansilla estaba llena de gente esta mañana. Son personas que creen que el doctor hace milagros. “Yo vengo desde los ocho años, es una tradición que me pasó mi abuela”, cuenta Marcela Vargas.

¿Qué le piden? Sobre todo salud, pero también trabajo y cualquier otra necesidad. “Cuando mi hijo tenía ocho años padecía un reuma infeccioso y un soplo en el corazón, con los ruegos a Rafael Mansilla mejoró muchísimo”, asegura Zunilda García.

Al lado de su tumba, que es un santuario repleto de velas, placas de bronces y cigarrillos, la gente le contó a El Litoral la historia y la leyenda de Don Mansilla. “Era un médico que tenía mucha plata y que atendía a los pacientes por vocación, sin cobrarles nada, a puro corazón”, dice Vargas, que hace más de veinticinco años que visita esta tumba.

En la puerta del panteón hay muchos carteles de agradecimiento al viejo médico. “Gracias Dr. Mansilla por hacer realidad mis sueños”, dice uno de los más grandes. Alrededor de la tumba, la gente deja velas encendidas y flores. También rezan.