Tamara Lempicka, la retratista fatal

“La bella Rafaela” (1927), de Tamara Lempicka.
Tamara Lempicka, la retratista fatal
“La bella Rafaela” (1927), de Tamara Lempicka.
Carmen Postigo
(EFE)
Las obras de la retratista de la jet internacional, una mujer fatal, de sexualidad ambigua, considerada la reina de la extravagancia se exhiben en Roma en una gran muestra titulada “Tamara Lempicka. La reina de lo moderno” con 90 de sus obras, 30 diseños y 20 cuadros de amigos que frecuentó.
Entre las obras provenientes de fondos de museos internacionales y que se exponen en el Vittoriano hasta el 10 de julio, destacan siete cuadros que el actor estadounidense Jack Nicholson regaló en 1984 a su entonces novia Angelica Houston, a la que tanto impresionó Tamara.
Descuellan el “Retrato de Andre Gide” o el inquietante “Retrato del Gran duque de Gabriel Constantinovich Romanov”, con su cadavérico rostro consumido por la enfermedad, que contrasta con el rojo fulgurante de la chaqueta cubierta de medallas y correajes, y que fue uno de los pocos supervivientes de la familia del Zar Nicolás II.
Las obras, poderosos retratos, voluptuosos desnudos femeninos, que le valieron a Lempicka ser considerada “icono del erotismo”, valiosas naturalezas muertas junto a retratos de nobles, ricos y famosos, provienen de museos internacionales europeos y americanos.
Su pintura tiene trazos del constructivismo ruso, futurismo, cubismo, realismo mágico, aunque ha bebido “en las fuentes del clasicismo y del Renacimiento de autores como Boticelli y Carpaccio”, dijo su nieta Victoria Lempicka durante la presentación de la muestra a la prensa.
Con esta cosmología pictórica aborda la serie dedicada a su amante, “la bella Rafaela”, de rotunda desnudez, el procaz retrato de su hija niña “Kizette en rosa”, el vanguardista retrato de “El marques de Sommi” o el óleo “Madame M” con su azul metálico que bautizó “azul Tamara”.
La mujer fatal, nacida en 1898 (Polonia) con el nombre de Tamara Rosali Gurwilk-Gorska, fue políglota, transgresora, emancipada, derrochadora, tenaz, inconformista y protagonista de amores y desamores bisexuales.
Una mujer moderna ya en los años 20 a 30, crecida entre los fastos zaristas y que a los 17 años, ya casada con Tadeusz Lempicki, llegó a París huyendo de los bolcheviques; donde se formó como artista al lado de Maurice Denise y Amore Lhote.
Se adscribió al art deco, del que fue considerada la mayor representante de ese género pictórico, y desarrolló un estilo enigmático y personal, en donde puso un gran contraste entre las imágenes angulares y los vivos colores.
Tamara estaba convencida de que para un hombre la vida del arte era mucho más fácil y por ello tomó el apellido de su marido. Después se convirtió en ciudadana del mundo, protagonista de la jet-set internacional a caballo entre Europa y América, donde conoció a su segundo marido el barón Raoul Kuffner, un coleccionista de su obra, que la convirtió en baronesa.
El éxito de su arte anguloso y sensibilidad ambigua fue fulgurante: fue la retratista del bello mundo internacional. Se hizo famosa entre la burguesía neoyorquina y expuso en varias galerías estadounidenses y europeas. En 1933 viajó temporalmente a Chicago donde trabajó con Willem de Kooning y Georgia O’Keeffe. En 1938 se instaló en Beverly Hills.
En opinión de la comisaria de la exposición, Gioia Mori, para comprender a Tamara hay que situarse “en el mundo publicitario que muestra a un mujer del futuro, una mujer que fuma, que hace carreras automovilísticas, que gestiona negocios y que actúa sin prejuicios. Fue la reina de la modernidad. El automóvil, el pelo corto y el cigarro contribuyen a que Lempicka imite al modelo Garbo, una mujer con glamour que esconde bajo las pestañas una mirada firme y tenaz”, aseguró Mori.
Tamara Lempicka siempre vivió de una forma “viril”, dominando las situaciones y conquistando el respeto, autonomía e independencia económica y la obra “Mi retrato” ha sido identificado “con la liberación feminista al retratarse con un casco, guantes y al volante de un Bugatti que nunca tuvo”, en palabras de la comisaria.
La autora logró hechizar a personajes como Marinetti, D’Anunzio, André Gide, Dali, Greta Grabo, Marlene Dietrich y hasta Andy Warhol, quien fue subyugado por su aspecto moderno.
Hasta a la hora de su muerte en 1980 en Cuernavaca (México) fue particular y siguiendo sus deseos, el artista mexicano Víctor Contreras esparció sus cenizas en la cima del volcán Popocatépetl.
“Kizette en Rosa” (1926), de Tamara Lempicka.