En estado puro

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Fabricio Simeoni, poeta rosarino.

Por Jorge Cohen (*)

“El prontuario de la luciérnaga”, de Fabricio Simeoni. Ediciones Papeles de Boulevard, Rosario, 2010.

Si hay una palabra que puede indicar cuál es la sensación que produce el trabajo literario de Fabricio Simeoni, es ruptura. En sus libros, el autor rosarino rompe moldes, se escapa todo el tiempo -sin respiro- de las formas textuales tradicionales y prueba, analiza, muestra alternativas.

Sucedió antes en un libro de cuentos, La mujer de las cortadas: avanza en una escritura para nada convencional y mucho menos improvisada, en el sentido de que se advierte la dedicación al texto, el rechazo de la frase fácil.

El prontuario de la luciérnaga sigue esa línea, y uno tiene la idea, en una primera lectura -se advertirá enseguida el porqué de una primera lectura- de que son poemas cortos. ¿Lo son? Sí, lo son. Pero Simeoni se inspira en esa libertad que da la poesía para enlazar reflexiones, interpretaciones y alegorías.

Es el propio autor, cuando sube el nivel de abstracción, que obliga a su lector a una relectura, es decir, a la búsqueda de nuevas interpretaciones, que es lo mismo que decir al encuentro de nuevos misterios.

En El prontuario de la luciérnaga Simeoni aparenta -sólo aparenta- dar un rellano en la lectura, cuando el lector concluye el breve recorrido del texto y enfrenta, su continuación, el blanco de la página. Es una ilusión.

Está claro que la elección del autor es otra, es no dar respiro, y está bien: el que elige es el autor.

Los poemas tienen en común, además, que cada uno alude a un animal -como el que da título al libro-, aunque el mensaje apunte a los puros seres humanos.

Como en libros anteriores, de una manera voluntaria o no, hay referencias a los líquidos. Escribe Simeoni, en distintos capítulos: “la joroba recreada por el agua”; “desde arriba todo el oleaje”; “su cáscara viscosa”; “el agua mujer enlatada”; “la erosión del aceite”; “el océano espatulado”; “la nariz hasta el agua revestida”; “después de la lluvia el alguacil no pide nada”; “suda la piel de la piel”. ¿Casualidad? No lo parece. Simeoni necesita de ese soporte acuoso para transformar a los animales en personajes resbaladizos e incómodos.

El prontuario de la luciérnaga es un libro intimista, que propone una relación condicional con el lector que debe inferir esas alternativas a las que aludió, al principio, este comentario.

(*) Periodista, escritor, autor de “Bajo los escombros” y “El Barco”.