CONVERSACIÓN CON TUSI HORN

“Hay formas que tienen espíritu”

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“Desde que conocí la cerámica, fue un huracán. Yo soy una apasionada. Cambió toda mi vida”. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

DOMINGO SAHDA

—¿Cómo se define usted en el mundo del arte?

—Como una campesina. Justamente ahora estoy en ese gran dilema... Yo en realidad, soy una campesina.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Eso, lo que todos piensan cuando digo que soy una campesina.

—Pero yo no estoy hablando con todos, sino que lo estoy haciendo con una artista plástica que tiene detrás de sí el sostén de una obra, de un oficio y de una manera de entender la producción artística que la singulariza en el medio. Entonces, esto de ser una campesina pareciera ser una especie de actitud a la defensiva. ¿Por qué siendo una campesina ha optado por la cerámica y no por el cultivo de la tierra?

—Es casi lo mismo. Es estar ahí con el lomo partido, trabajando con el cuerpo. Es estar todo el tiempo con la tierra. Lo único que tiene de diferente es que sacia mi necesidad de expresión.

—¿Qué es lo que quiere expresar?

—Nunca llego a saberlo. Cuando parece que lo sé, se va más adelante, entonces otra vez corro y voy hacia... Es un devenir constante que me va llevando hacia una búsqueda constante y yo no sé, creo que nunca voy a llegar. A veces me siento desahuciada y es por etapas. Me pasé todo el verano haciendo utilitario porque es como un juego sensual.

—¿A qué le llama utilitario?

—A la cacharrería. No podía encontrar una imagen... Me pasé todo el verano, que es único tiempo que tengo para desarrollar algo de la obra, buscando por un lado, empezando algo y desarmándolo.

—¿Cómo fue su formación? ¿Cómo empezó con esta historia?

—En realidad creo que lo tuve siempre de chica. La necesidad, ese impuso que uno tiene adentro de decir y de expresar. A veces es expresar algo que necesitás. Eso lo tuve siempre desde chica, asociado a una hipersensibilidad. Crecí en un ámbito en donde eso era algo extraño, no era algo que se valorara ni que se conociera. Entonces todos decían: “¿Qué le pasa a esta chica?, ¿qué tiene?”. Y esa chica no encontraba nunca un lugar ni un acomodo en ningún lado. Esa inquietud y esa ansia que uno tiene adentro, solamente se calma cuando vos lográs hacer vida a eso que necesitás.

—Materializar su sueño, su impulso vital.

—Sí, pero es un ansia constante porque vos terminaste una cosa y todo empieza otra vez.

—Son los procesos creativos. Muchas veces no llevamos el apunte a que hay momentos de producción, momentos de fatiga, de retoma... Siempre pensamos que todo es una línea recta, que nos dejaría quizás más conformes. Cada momento es un desafío. ¿Dónde consolida su formación técnica?

—Nunca paré desde el momento en que decidí que éste era el camino, que lo conocí de la mano del Pety Lazzarini. Él tenía varios talleres y yo lo seguía. Él fue para mí un amigo, un compañero, un maestro en ese aspecto porque me enseñó sobre la libertad, que era lo que a mí en ese momento me faltaba. Después estuve en una búsqueda constante para conocer los secretos de este oficio difícil, lleno de vericuetos y de cuestiones técnicas que nunca acaban.

—Es ancestral porque acompaña al hombre desde el origen de los tiempos.

—Que empezó con el conocimiento del fuego. En aquel momento no había ningún encendedor, ningún fosforito, nada. Entonces, ¿qué era lo que se hacía? Se conservaba el fuego. Poco tardó ese “tipito” que cuidaba el fuego en darse cuenta de que la parte de abajo en donde estaba la fogata constante, cambiaba. Desde ese momento, hasta que se hizo una cosita, lo tiró al fuego y lo dejó que se cocinara, ahí fue un instante. Ahí se conjugó todo. A mí me pasó lo mismo. Desde que conocí la cerámica, fue un huracán. Yo soy una apasionada. Cambió toda mi vida. A partir de ahí se la dediqué absolutamente a la cerámica. Busqué por todos lados, a las cuestiones técnicas las estudié en España y me vino muy bien.

—Lugar en que el oficio viene heredado de los moros y de más atrás...

—Tienen una solidez en la formación técnica impresionante.

—Que acá es inevitable porque improvisaciones ¡no!

—Todo se puede. De hecho, cuando más sabes, más certificas el resultado, más lo prevés y lo aseguras.

—Ustedes los ceramistas siempre hablan del misterio y de la tensión del horneado, del hecho de colocar la pieza en el horno y no saber qué va a pasar luego.

—Nunca sabés, porque estás trabajando con la fusión. Para hacer cerámica tenés que derretir una cara de la molécula de una piedrita y que se pegue con otra, con todo lo que acompaña. Mi formación artística, de todos modos, la he tenido en esta escuela y de vieja la hice completa, aunque el oficio ya lo tenía. Siempre busco y en esa búsqueda está esa primera inestabilidad que te comentaba. Nunca tengo nada tan certero ni asegurado.

—El hecho de trabajar con alumnos, ¿le resta energías al punto que no le da ganas de trabajar en su taller?

—No, eso no. Si no quiero trabajar en mi taller es por un conflicto interior. A mí, la docencia me gusta muchísimo, me fascina porque encuentro vida, transmisión, respuesta.

—Es una traslación de lo que usted hace en su obra porque hay vida, respuesta, misterio, preguntas e inquietudes.

—Me gusta mucho trabajar con los adolescentes porque hay en ellos una fuerza, siempre demuestran curiosidad ante lo interesante. Basta presentarles esa faceta que se prenden. Además son generosos, son tan idealistas.

—¿Hay alguna diferencia entre la cerámica planteada como objeto artístico y como elemento utilitario?

—No sé, yo me conmuevo ante una taza bien hecha. Para mí es una obra de arte. Yo tengo amigos y colegas que hacen cosas realmente maravillosas y me conmuevo cada vez que la saco del armario y la tomo en mis manos, me dan ganas de tocarla y de mirarla. Tiene algo en su forma que conmueve. A veces, hay formas que tienen vida, tienen espíritu. Así es para mí, yo no sé si es para todos igual. Yo hablo desde mi punto de vista.

—Para bien o para mal, cada quien tiene una posición del mundo, analiza, piensa y construye desde esa mirada porque la subjetividad es lo que nos define como personas inevitablemente.

—A mí me pasa en mi quehacer, que es el quehacer de lo utilitario. Para mí es el oficio llevado a su máxima exigencia porque una cosita que te salió mal te destruyó la pieza. Pero a la vez es sensual, es corporal, hay mucho amasado y trabajo. Tiene el regodeo del trabajo, como el del campesino, y me resulta muy placentero.

—¿Qué proyectos tiene para el futuro inmediato?

—No tengo proyectos. Tengo unas ideas que quiero realizar pero no es nada de lo que he hecho hasta ahora. Me gustan mucho las instalaciones, construir una forma con varios elementos. Ando buscando por ahí, me gusta pero todavía tengo dudas.

—¿Busca intuitivamente o racionalmente, en el sentido de “quiero esto y voy atrás de eso”?

—La imagen como sensación aparece, como algo que quiero. No me aparece con forma de texto sino de imagen. Yo no soy muy poética.

—¿Le lleva mucho tiempo trabajar con alumnos?

—En estos momentos todo el tiempo, porque estoy afianzándome. Mi camino como docente es antiguo. Yo no hace mucho que me recibí como docente y ahora me he metido en otras áreas más teóricas, como la historia del arte, y prepararme para eso me lleva tiempo. Me gusta, me encanta toda esa indagación teórica, me da otro tipo de satisfacción.

—El mundo del arte para usted ¿es gratificación o tortura?, ¿es reiteración mecánica o riesgo?

—Es todo eso, aunque más gratificación que otra cosa. Si tiene algo de tortuoso, es conmigo misma, con mis búsquedas porque no me sale, no llego a resolverlo, porque lo empiezo, finalmente lo presento y no era lo que yo pensaba. Entonces vuelvo a empezar y a cambiarlo. A mí una obra me lleva un año, más o menos, es un tiempo mental. A lo mejor cuando tengo la idea, la llevo a cabo enseguida.

—El constructo exterior es el que va definiendo y concretando lo que ya tiene resuelto interiormente.

—Muchas veces empiezo y no era lo que quería, por lo que vuelvo a empezar. Son cosas que nos pasan a todos...

—¿Cree que valió la pena este emprendimiento a lo largo de los años?

—Sí, es lo mío. ¿Qué hubiese sido de mí si no lo hubiese hecho?

La ceramista habla de su búsqueda constante “para conocer los secretos de este oficio difícil, lleno de vericuetos y de cuestiones técnicas que nunca acaban”.

“Hay formas que tienen espíritu”

“Siempre busco y en esa búsqueda hay una inestabilidad: nunca tengo nada tan certero ni asegurado”. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

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“Nunca llego a saber lo que quiero expresar. Es un devenir constante que me va llevando hacia una búsqueda constante”.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

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“Siempre tuve, desde chica, esa necesidad, ese impulso que uno tiene adentro de decir y de expresar”. Foto: ARCHIVO EL LITORAL