Comercios y edificios transforman el tradicional perfil de bulevar Gálvez
En la última década se construyeron 22 de los 27 edificios que hay entre Pedro Vittori y Laprida. La cantidad de negocios creció un 63,5 %. Testimonios de los primeros comerciantes que lo eligieron.

La más antigua
Desde 1933, en la ochava sureste de bulevar y Avellaneda hay una farmacia. Es imposible ingresar en su interior sin transportarse al pasado. Su actual propietaria, María Soledad Gómez Ortega, conserva intacto el mobiliario original y una gran cantidad de frascos medicinales. Este año arregló la vereda: “Es mi contribución al bulevar; cuando ves que otros hacen cosas, dan ganas de mantenerlo mejor”.
Lía Masjoan
lmasjoan@ellitoral.com
En el tradicional bulevar Gálvez, antiguas casonas y una arboleda consolidada todavía resisten el avance de edificios y comercios. Hasta el año 2001 había sólo cinco torres en el trayecto que va desde Pedro Vittori hasta Laprida. Una década después, suman 27, teniendo en cuenta también los seis que están en pleno proceso de construcción. Edificios recuperados -como el Molino Franchino y la Estación Belgrano- y el auge de bares y negocios de distintos rubros dieron nueva vida a las 30 cuadras (15 a cada lado del cantero central), donde hoy el movimiento es incesante de día y de noche.
Con una estética cuidada que por el momento no contamina la visual, cada vez más comercios y clínicas fueron eligiendo este corredor en el transcurso de los últimos 10 años para instalar sus vidrieras. Mientras que en 2001 eran 167, este año ya hay 273, un 63,5 % más, según los contribuyentes activos al Derecho de Registro e Inspección de la Municipalidad. (Ver gráfico).
La variedad de rubros dispersos entre edificios emblemáticos es amplia. Basta recorrerlo para observar que hay desde bancos, pinturerías, peluquerías, marroquinerías, zapatería y vestimenta, hasta lugares para aprovisionarse de insumos más cotidianos como kioscos verdulerías, panaderías y farmacias. La cantidad de clínicas y centros de estética también fue en aumento. Además, sólo en ese trayecto hay 15 bares, contando también a las heladerías.
De ayer a hoy
Hasta el inicio de este siglo, el corredor Gálvez nunca se destacó por una actividad comercial intensa. Pero todavía se encuentran algunos de los negocios más antiguos.
“El bulevar empezó a tomar un perfil más comercial a partir de 2004, después de la crisis de 2001. Ese año mucha gente lo redescubrió como una zona comercial y fue determinante el hecho de que los propietarios de la peatonal San Martín no rebajaban los alquileres”, comentó Alfredo Hediger, uno de los dueños de la heladería Necochea, la cual ya lleva 42 años en ese lugar.
Cuando el abuelo materno de los hermanos Hediger, Francisco Cortella, instaló una sucursal del primer negocio que estaba en Necochea y Maipú, el corredor no tenía el movimiento ni la infraestructura edilicia de hoy: “Esta era una casa chorizo de nueve habitaciones y 590 metros internos. En el fondo teníamos gallinas y perros”, recordó Alfredo. “El abuelo supo ver 40 años antes el modelo económico que hoy seguimos nosotros; todos le decían que estaba loco pero él hizo realidad su idea de instalar una cafetería y heladería que esté abierta todo el año”.
Las cifras que aportó el municipio sobre el ritmo de construcciones en altura encuentran asidero en el testimonio de los vecinos. En los últimos años también “empezó la inversión inmobiliaria pero no como especulación de comprar para alquilar sino para hacer viviendas, de semipisos para arriba. La gente que vive aquí tiene más de 50 años, son parejas mayores que por seguridad y por la belleza del bulevar se radicaron aquí”, dijo Hediger.
María Soledad Gómez Ortega es, desde el año 1979, la dueña de la farmacia que está en bulevar y Avellaneda, en el extremo este. Pero en esa esquina siempre funcionó una farmacia, desde que en 1933 se construyó el edificio con ese fin. En su interior parece que el tiempo no hubiese transcurrido. Se conservan tal cual el antiguo mobiliario de madera y los frascos medicinales perfectamente ordenados en las estanterías originales. “Cuando comencé, el ferrocarril estaba agonizando pero como todavía funcionaba la estación se veía a los maleteros y a algunos pocos pasajeros. El bulevar no era lo que es hoy, no tenía ni semáforos y antes de cruzarlo había que mirar para todos lados”, recordó.
A pocos metros de allí, frente a la Estación Belgrano, la familia Sacco continúa con la actividad comercial, aunque con un cambio de rubro. “En la década del ‘70, mi abuela instaló aquí una cristalería. Y hace 25 años yo abrí la marroquinería. Estábamos casi solas en bulevar y éramos el único negocio de moda. Funcionó porque siempre dimos una atención personalizada y porque a la gente le quedó cómodo no tener que ir hasta el centro”, relató Silvia Grenón Sacco, feliz con la recuperación de la Estación Belgrano: “Cuando empezó el negocio hacía mis primeros viajes en tren, me quedaba muy cómodo porque estaba enfrente. Después vino la decadencia, casi 20 años donde lo único que había eran ratas. Hoy hay actividades todo el tiempo y el movimiento es intenso”.