EDITORIAL

Asumir el pasado

Existe un amplio consenso en el mundo en admitir que el Imperio Otomano cometió un genocidio contra el pueblo armenio. Los únicos que no admiten lo sucedido a partir de 1915 son las actuales autoridades políticas turcas, quienes han llegado a supeditar la estrategia de su política internacional -e incluso sus pretensiones de integrar la Unión Europea- a que no se denuncie lo sucedido en aquellos años.

En estos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos resolvió por unanimidad reconocer que no es legítimo por parte del gobierno turco criminalizar a quienes se pronuncian en contra de aquella masacre. El fallo se produjo como consecuencia del caso Taner Akcam, un historiador turco cuyas publicaciones prueban que efectivamente lo que las autoridades del Imperio Otomano cometieron fue un genocidio, es decir eliminaron a cientos de miles de armenios sin distinguir edad o condición social. Como consecuencia de ese fallo, Akcam sostuvo que “Turquía debe saber que enfrentar la historia y llegar a un acuerdo con un pasado de abusos a los derechos humanos no es un delito, sino un requisito previo para la paz y la reconciliación en la región. Esto no puede ocurrir si continúan tipificando como un delito la discusión sobre el genocidio armenio”.

El artículo 301 del Código Penal turco considera que es un delito investigar o divulgar datos que corroboren la hipótesis de un genocidio. Según esta legislación quien comete este delito lesiona la identidad nacional turca. Como se podrá apreciar, el tema no es opinable o atribuible a un determinado gobierno. La política estatal de Turquía considera que se trata de un delito nacional.

No concluyen allí los problemas y arbitrariedades. Los gobiernos no sólo detienen y encarcelan a los disidentes, sino que a través de esta legislación dejan abierta la posibilidad de que en nombre del orgullo nacional cualquier persona o grupo faccioso decida hacer justicia por mano propia. Justamente, en enero de 2007 el periodista turco-armenio Hrant Dink, amigo de Akcam, fue asesinado a tiros en la calle. Dink estaba procesado por haber escrito una serie de notas demostrando la existencia del genocidio. No es caprichoso considerar que su ejecución fue decidida por grupos religiosos o laicos nacionalistas, ofendidos por la supuesta lesión al honor nacional cometida por el infortunado periodista.

El fallo del Tribunal Europeo sienta un precedente importante. La estrategia negacionista de las autoridades turcas hoy es impugnada en el mundo, al punto que incluso en el parlamento norteamericano el tema fue tratado y para todos quedó demostrado que la masacre de armenios reúne todos los requisitos de un genocidio. Un falso orgullo nacional, una visión perversa del nacionalismo domina a las autoridades turcas y condiciona su mirada política sobre el presente. Motivo por el cual, hoy, la dificultad más seria que tiene Turquía para integrarse al concierto de las naciones civilizadas proviene precisamente de la negación histórica del genocidio.