Preludio de tango
“Mano a mano”
Preludio de tango
“Mano a mano”
Manuel Adet
La leyenda asegura que cuando Carlos Gardel leyó la letra del tango “Mano a mano” que el joven Celedonio Flores terminaba de acercarle, levantó la vista y ante la presencia de un “mocoso” desplegó su sonrisa más cachadora y le dijo que esa letra la debe haber escrito su tío o su padre, porque revelaba la experiencia de un hombre mayor.
A decir verdad, no recuerdo las palabras exactas que empleó Gardel en la circunstancia, pero el contenido real era ese: “Mano a mano” es la historia de un hombre mayor, de un tipo que ha conocido los rigores de la vida, y las tristezas del desengaño y el desencanto. Según se sabe, Flores se inspiró en las desventuras amorosas de su amigo, el cantor Fernando Nunziatta, pero lo cierto es que el poema a Gardel le encantó y en dos patadas compusieron la música con Razzano y ese mismo año de 1923 lo grabaron.
No era el primer tango escrito por Flores que Gardel estrenaba. Un par de años antes habían grabado “Por la pinta”, que a sugerencia de Gardel pasó a llamarse “Margot”, un poema que, con las previsibles diferencias, tiene la misma estructura narrativa y dramática que “Mano a mano”. En ambos casos, el personaje se dirige a una mujer que en algún momento fue suya y en algún momento lo abandonó seducida por las luces del centro, los atributos de un bacán o las ilusiones que en sus cabecita loca les sembraba ese otro personaje del tango que es el “gil”, el “gil” que dispone de una fortuna, que regala a las mujeres perfumes caros, ropas lujosas y paga hoteles de jerarquía, pero que carece de la hombría y la entereza del varón bien plantado inevitablemente pobre y perdedor, aunque recto y honrado, una figura clásica del tango que ha dado lugar a la creación de las mejores y las peores letras del género.
La mujer de “Mano a mano” parece más íntegra que la de “Margot”. O el hombre parece más comprensivo. La chica de “Mano a mano” posee virtudes y el hombre es el primero en reconocérselas: “Fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido, como no quisiste a nadie, como no podrás querer”. Además, ya en la primera estrofa están reconocidas sus bondades. “Rechiflao en mi tristeza hoy te evoco y veo que ha sido, en mi pobre vida paria sólo una buena mujer”
Ninguna de estas consideraciones están presentes en “Margot”. “Desde lejos se te embroca pelandruna abacanada, que has nacido en la miseria de un convento de arrabal” Y después está pincelada perfecta. “pero hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada, la manera de sentarte, de fumar, de esta parada o tu cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal”.
También, a diferencia de “Margot”, el hombre no está totalmente dominado por el resentimiento u ofuscado por el dolor: “Y mañana cuando seas descolado mueble viejo y no tengas esperanzas en tu pobre corazón, si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo, pa ayudarte en lo que sea cuando llegue la ocasión”. Inútil hallar un comportamiento parecido en “Margot” : “ Me revienta tu presencia, pagaría por no verte, si hasta el nombre te has cambiado como has cambiado de suerte, ya no sos mi Margarita, aura te llaman Margot”.
En los dos poemas la destreza de Celedonio Flores para usar las palabras lunfardas con discreción y hasta con elegancia, es notable. En el caso de “Mano a mano”, el titulo es un hallazgo y toda una declaración de principios. No hay victoria de ella, no hay derrota de él. “Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado, no me importa lo que has hecho lo que hacés y lo que harás, los favores recibidos creo habértelos pagado, y si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado, en la cuenta del otario que tenés se lo cargás”.
El tono coloquial fluye casi musicalmente. Yo no sé si los argentinos hablaban así en los años veinte, pero el talento de Flores consiste en hacernos creer que ése era su lenguaje. Los recursos poéticos son diversos y todos están manejados con maestría verbal. No hay groserías, no hay vulgaridades, tampoco detalles pintorescos innecesarios o sentimentalismos livianos. Es un poema austero, sobrio y, al mismo tiempo, elocuente. La construcción no es la más usual: son cuatro estrofas de cinco versos casa una, donde el primero rima con el tercero y el cuarto, y el segundo con el quinto. La música mantiene algunas reminiscencias camperas propias de quienes durante años se había dedicado a cultivar ese género.
El logro concluyente de “Mano a mano” es que muchas de sus imágenes se han incorporado al lenguaje popular como sentencias y refranes. Algunos giros son memorables: “Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta, gambeteabas la pobreza en las casas de pensión”. “Y mañana cuando seas descolado mueble viejo”, “Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta, los morlacos del otario lo tirás a la marchanta, como juega el gato maula con el mísero ratón”. Se rumorea que Horacio Salas y Horacio Ferrer dijeron que estaban dispuestos a canjear toda su obra escrita por la felicidad de apropiarse de lo que consideraban la imagen más lograda de la poesía tanguera: “La vida te ríe y canta”.
Gardel volvió a grabar “Mano a mano” en 1928. Julio Cortázar asegura que es la canción más lograda de su repertorio, la que mejor lo representa, donde el Morocho luce con más virtuosismo sus condiciones de cantor.
“Mano a mano” es un tango que pertenece a Gardel sin lugar a dudas. Pero sería injusto desconocer la calidad de las interpretaciones de Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche. Hugo del Carril o Julio Sosa, entre otros. Por afuera del tango, “Mano a mano” fue interpretada por Joan Manuel Serrat y Andrés Calamaro, pero si me dan a elegir o me permiten sugerir una versión que le haga honor al poema, sin vacilar recomiendo la de Caetano Veloso acompañado por el cello de Jacques Morelenbaum.
“Mano a mano” también ha dado lugar a la humorada y el desplante feminista. Hay una versión muy buena de Juanita Larrauri que alguna vez escuché pero perdí de vista. Por su parte, la orquesta de Donato Racciatti tiene una versión interpretada por Roberto Lister y Nina Miranda (se habla de otra versión de Carlos Roldán y Olga del Grossi) en la que a cada estrofa de Lister, Miranda la retruca, presentando al personaje del tango como un vago, un vividor, un atorrante en definitiva.
Para quienes quieran divertirse un rato aconsejo la versión porque refuta todos los lugares comunes del machismo sin perder identidad tanguera. Cuando él dice: “Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado”. Ella responde: “Nada debo agradecerte, decís mal agradecido, que has quedado mano a mano con lo que te he dado yo, pero no pienso cobrarte porque quedarías fundido, es mejor de que a tus deudas las entierre en el olvido, porque ni Dios pagaría todo lo que hice por vos”.
Como se dice en estos casos: “Son opiniones”. De todos modos, y humoradas al margen, estamos ante un tango emblemático y ante una de las más grandes interpretaciones de Carlos Gardel. “Mano a mano”, vale por lo que dice y por lo que calla. Como afirma Sergio Pujol: “Aquí hay un secreto que el tango guarda para sí. ¿Por qué los amantes están mano a mano? ¿Qué inventario ha hecho el narrador para llegar a esa conclusión? ¿Qué recordó y qué olvidó? ¿Cuáles son esos favores recibidos que cree habérselos pagado? En la dificultad de responder a estas preguntas reside, al menos parcialmente, el encanto de “Mano a mano”.