Del fuego como semilla

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“La cesta del pan”, de Salvador Dalí.

Por Ana Bugiolacchio

 

El pan en llamas, de Jorge Isaías, fue publicado por primera vez por la editorial Artemisa de la ciudad de Rosario en el año 2001 y diez años después salen nuevamente a la luz, a través de Editorial Ciudad Gótica, las perlas brillantes de una poesía exhaustivamente seleccionada y compilada por Graciela Krapacher.

Los poemas de Isaías aquí recogidos provienen no sólo de textos clásicos como lo son Crónica Gringa, El Fabulador y otras Sepias o Poemas a Silbo y navajazo sino también de antologías perdidas u olvidadas que la compiladora rescató “sin tener en cuenta las limitaciones cronológicas” y “bajo una especie de borradura demarcatoria” simplemente siguiendo el camino errático de “la desocultación de lo valioso”.

Estas valiosas piezas poéticas en el sentido que le da Krapacher- condensan imágenes de una intuición cósmica donde se vislumbra el secreto de lo innominado. El nombre del fuego como origen y como destino en el que las palabras se crean y arden al igual que en las hogueras ancestrales. Pero esas palabras no arden una vez y se extinguen, sino que lo hacen de manera perpetua dibujando nuevas formas y desdibujando para siempre otras.

El pan en llamas da cuenta de un lugar esencialmente fulgurante desde donde parten todas las cosas esenciales, desde donde la creación poética emana su música y su emoción. Como en un rito chamánico, los grandes temas arden en esa gran hoguera: el viaje, el sexo, la pérdida de los orígenes, la transformación y el amor.

También, el arte y el misterio de su esencia son convocados, un arte nacido del éxtasis o del trance que genera el fulgor de un recuerdo. Arte visionario o tal vez arte adivinatorio donde la percepción se intensifica y amplifica a otros mundos sutiles, donde el fuego es siempre semilla o fulgor primero.

“A través de la poesía, se produce -intermediaria del tiempo- este retorno ritual hacia el pasado, del cual la mirada del poeta nunca se aparta”, dice Krapacher en el Prólogo de esta edición, curioso prólogo que parece tejer un libro dentro del otro, trazando una filigrana o entonando un canto perpetuo. Allí, encontramos el poema “Profecía”, que representa un perfecto manifiesto poético isaiano y se torna un verdadero rito de iniciación a través del cual podemos rebautizarnos de la emoción poética que hermana la creación con la muerte.

Las imágenes generadas por este collage de poemas encierran símbolos superpuestos que pueden descifrarse de a uno o como totalidad, siguiendo las reglas compositivas de la mitología o de la cosmovisión social. El color rojo del fuego, del horizonte o de la luz -que se enciende o se extingue- permite entrever en la oscuridad lo que sucede mientras se está a punto de captar aquello que de inefable tiene la poesía.

La poesía de Isaías se torna definitivamente curativa, benéfica y transmutadora. Responde a un llamado del cosmos o tal vez surge a través de él.

El fuego minúsculo, breve, inextinguible se enciende en la memoria colectiva. Todos podemos decidir tomar ese trozo de eternidad, devorarlo como un pan en llamas y en esa comunión secreta, nunca más volver a ser los mismos.

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“El pan en llamas”, de Jorge Isaías. Selección y prólogo de Graciela Krapacher. Editorial Ciudad Gótica. Rosario, 2011.