Mesa de café
Mesa de café
¿Peleados con los españoles y amigos de los yanquis?
Remo Erdosain
Marcial llega al bar, se acomoda en su silla de siempre, le hace señas a Quito para que le sirva un té con galletitas y después mira con aire pícaro a José que está en el bar desde hace rato leyendo los diarios, mientras Abel y yo conversamos en voz baja acerca del último libro publico por Paulo Coelho.
-¿Se puede saber por qué esa cara de satisfacción?, le pregunta José a Marcial.
-Los burgueses vivimos asustados -responde-, pero a veces hay cosas que nos divierten y nos hacen felices.
-¿Por ejemplo? dispara Abel.
-Hay varios ejemplos -dice Marcial, y se acomoda en la silla como preparándose para pasar un buen rato-; uno más gracioso que el otro. ¿Quieren que se los cuente?
Pasea su mirada burlona alrededor de la mesa y como nadie abre la boca, continúa:
-El gobierno presenta la nacionalización de YPF como un paso más hacia la estatización, cuando de hecho lo que hay es una sociedad anónima en donde el Estado no controla, no audita, no hace nada.
-¿Será tan así?, pregunto.
-Es así, y tal vez algo peor.
-Que la presidenta haya designado a uno de los profesionales más competentes del mundo o que se hayan iniciado conversaciones con capitales norteamericanos de primer nivel, a ustedes no les dice nada, se queja José.
-¿Y se puede saber por qué ahora los capitales norteamericanos son buenos y los españoles son malos?, pregunto.
José me mira, intenta decir algo, pero finalmente se queda callado
-¡Cómo que no me dice nada! -exclama Marcial-; dice y dice mucho. Una golondrina no hace verano y un profesional al frente de YPF no quiere decir que YPF vaya a tener una gestión profesional.
-¿Por qué estás tan seguro?, pregunta José.
-Porque los conozco, porque el régimen de poder que vos defendés se funda en los negocios con los amigos, el acomodo de los parientes, el clientelismo electoral y la necesidad compulsiva de disponer de “kajas” para financiar el gasto político. Galuccio pude ser un buen pibe, pero antes de un año lo van a volver loco con interferencias, operaciones y mangazos.
-Lo que a mi me parece desorbitante -digo- es la conducta de la oposición.
-¿Por qué?, pregunta Abel
-Porque se bajaron los pantalones, porque renunciaron a ser opositores, porque decidieron dejar de representar a sus votantes, porque cada vez que el oficialismo hace una jugada audaz se quedan mirando el techo o aplauden sin saber por qué lo hacen...¿te parece poco?
-Yo no pienso así -reflexiona José-; lo que yo creo es que en el caso de YPF, se dio un acuerdo político en el campo nacional a favor de los grandes intereses de la patria. Por un lado el pueblo y por el otro el antipueblo.
-Tu sentido del humor sería bueno si no fuera tan anacrónico, observa Marcial.
-¿Y se puede saber por qué semejante chicana?, dice José.
-Porque todo esto es muy gracioso y lo sería mucho más si, además, ustedes y algunos opositores no se lo tomaran tan en serio.
-No sé a dónde querés llegar, dice Abel.
-A que todo esto es un circo, a que estamos hablando en joda. Resulta que ahora el gobierno es anti imperialista porque le quita las acciones a una empresa de la que se dice que es española cuando en realidad nadie sabe muy bien cuál es su nacionalidad. Aprovechamos que España está pasando por un mal momento para darle el esquinazo y de postre una patada en el trasero, y a todo ese circo pretendemos presentarlo como un acto soberano.
-¿Y no lo es?
-¡Pero qué lo va a ser! Nos peleamos con el llamado imperialismo español y corremos agitados a arrojarnos a los brazos del imperialismo norteamericano. Resulta que ahora las empresas españolas son las malas de la película y las norteamericanas son angelitos. Y lo más lindo de todo, es que a esa estafa emocional pretenden presentarla como un acto anti imperialista.
-Vos podrás decir lo que se te venga en gana -replica José-, lo que no se puede desconocer es que la votación en el Congreso contó con el apoyo de más del setenta por ciento de los legisladores.
-¿Y cuánto le costó al gobierno convencer a los legisladores?, pregunta Marcial, con su inevitable sonrisa de mala fe.
-Esa es una canallada de algunos periodistas que no merece respuesta, exclama Abel.
-Canallada o no, lo vamos a saber dentro de un tiempo, cuando observemos que por casualidad el número de colaboradores de los diputados se ha ampliado.
-Yo creo -digo- que con estos temas hay que ser muy cuidadoso, porque no se puede estar acusando a los legisladores de cualquier cosa sin tener pruebas. ¿Vos Marcial las tenés?
-No las tengo, pero yo no estoy en Tribunales, estoy en un café y digo lo que me parece según mi leal saber y entender.
-Cada uno puede decir lo que mejor le parezca -dice Abel- pero eso no puede ser una coartada para que uno diga cualquier disparate en nombre de la libertad de expresión.
-Yo no digo cualquier disparate cuando digo que a algunos diputados los pueden haber “arreglado”. Hay antecedentes y conocemos a ciertos personajes. No nos llamemos a engaño: caballeros que tienen el tupé de darse un aumento como el que se dieron, a principios de año, para mí son capaces de cualquier cosa.
-Yo no metería a todos en la misma bolsa, digo.
-Está bien -responde Marcial- hagamos dos bolsas, pero no perdamos de vista que una está sucia y cada día huele peor. Y tampoco perdamos de vista que la sucia suele ser la bolsa más importante.
-¿Y por qué no creer que los diputados opositores votaron de acuerdo con sus convicciones?, pregunta Abel.
-Por varias razones, responde Marcial.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-¿Decime cuándo los diputados opositores y los partidos que los representan levantaron como bandera de lucha la reestatización de YPF?
-Solanas siempre lo planteó.
-Es el único -reconoce Marcial- porque los demás nunca dijeron una palabra. Alfonsín dice que el voto por YPF es algo así como un compromiso patriótico, sin embargo, cuando fue candidato -de esto no hace aún un año- jamás le escuché decir que el compromiso patriótico pasaba por la estatización de YPF.
-Bueno, ahora lo dice, consiente Abel.
-Y lo dice porque va al pie de los peronistas. Como fueron al pie los socialistas. ¡Es una vergüenza!, exclama Marcial.
-No comparto- dicen casi al unísono Abel y José.