El horror de la belleza

Por María Luisa Miretti
“Cacerías”, de María Teresa Andruetto. Mondadori. Buenos Aires, 2012.
Andruetto (Córdoba, 1954) sigue sorprendiéndonos con producciones de alto voltaje como este puñado de trece cuentos en los que alterna recuerdos de infancia con otros de un doloroso pasado inmediato relacionado con la última dictadura militar, junto con vivencias interiores, o descripciones de infinita ternura que se entremezclan con evocaciones de una fiereza incalculable, a veces sin piedad y en carne viva.
Sirva el oxímoron o el contraste inicial como introducción para acercarnos a un mundo ficcional habitado por personajes extraños en los que habita en ciertos casos algún conato de resentimiento, de rebeldía, de venganza, de bronca o de secreta humillación, para entender ciertos rasgos que nos permiten visualizar más de cerca la baba de un borracho mientras la protagonista alterna la mirada inquieta entre esa viscosidad y el Dupont azul que enciende la llama y le retrotrae la catinga de la carne quemada de esos cuerpos torturados que le hacían mirar y que debió padecer y soportar para sobrevivir, mientras escucha nuevamente esa voz que creía sepultada (y los ómnibus siguen su rutina por la calle y ella ahí, en ese juego de sensaciones tan espléndidas y contradictorias, o tan bellas y horrorosamente seleccionadas, que el lector recupera y reconstruye como si fueran escenas cinematográficas).
Las mujeres que organizan su cacería planeando exquisitos manjares, previo servicio de acompañantes de mujeres gordas, en un mundo de anoréxicas, sin olvidar atender sus propias excitaciones y secreciones vaginales, hasta dar el corte final (para seguir la orgía gástrica).
La soja como gran causa nacional pone a prueba las emociones extremas y saca a relucir lo más execrable entre los hombres, especialmente cuando bate a duelo casos extremos (un hombre exitoso que acaba de vender la cosecha y lleva en su auto los fajos de billetes porque desconfía de cualquier entidad intermediaria y un pobre viejo que apenas se puede mover, al que levanta en la ruta y culpa de haberle robado la bolsa escondida), dejando al descubierto la escoria humana.
Una mujer que trafica su sexo desde los 13 años para poder sobrevivir y se está muriendo de podredumbre y soledad y que aún moribunda no puede borrarse el recuerdo de esos tipos con los que se acostó por plata y que eructaban con olor a cebolla (“Cuervos sobre una chiva”). Las aves, la felicidad, lavado y depilación, un surtido de cuentos marcados por un estilo y una sensualidad que se diferencian muy bien entre sí.
Cada cuento está precedido de un epígrafe acertado que preanuncia o condensa lo medular de cada historia y cada uno la autora lo explicita en la introducción- está dirigido a una amiga en particular y, ella misma aclara, son textos que ha ido recolectando a lo largo de 20 años.
Cacerías se aprecia en infinitas conductas y modos de ser, especialmente en el perfil de ciertos hombres que intentan manipular a las mujeres a su antojo y lo que es peor- en esas mujeres que sin saberlo (o a sabiendas) se dejan llevar y se dejan hacer. Trece cuentos de gran dinámica y tersura, con ciertos toques de verismo, ferocidad y apasionamiento que se destacan por su horrorosa belleza.