¡Qué cara está la papa!
Un aumento estacional del precio de la papa -alimento popular omnipresente en nuestra dieta- puso en estado de nervios, alerta y hasta desesperación a las amas de casa, porque el nene lo único que come es eso. Lo primero que voy a decirles es que no sean papafritas. Y lo segundo, que esta nota es una papa para mí.
TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. nfenoglio@ellitoral.com. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. lzewski@yahoo.com.ar.
Ahora tenemos problemas con el tubérculo: el precio de la solanum tuberosum se fue al carajum, para decirle en refinado latín. La papa siempre fue un alimento barato. Es más: cuando los españoles lo llevan a Europa, lo hacen más por una curiosidad que como un alimento a desarrollar.
Era directamente despreciada en las mesas copetudas y progresivamente fue ganando terreno -debajo del terreno, en realidad- entre la gente pobre y los enfermos. La papa o patata recorrió un largo camino hasta su aceptación definitiva y su incorporación a la dieta de millones y millones de personas en todo el mundo.
Y luego la ductilidad que ostenta, su capacidad para ser elaborada de cientos de maneras diferentes, la cantidad de variedades de papas, la consagración de la papa frita acompañando la consabida hamburguesa, su alta digeribilidad y aceptación, su reinado en determinadas cocinas étnicas, pues, la transformaron en el artículo base de la comida de todos los días.
En primer lugar peligra el purecito infantil. Que el nene coma la papa, propone una apropiación y una traslación de significado notables: comida es papa. Es también de las primeras palabras que un niño aprende. Su pronunciación es también repetida hasta por un loro: qué rica la papa, dice el plumífero, aun cuando en realidad está comiendo pan mojado con leche. Esa fácil digestión también postula a la papa como sinónimo de algo sencillo, fácil o más que fácil, sin problemas, dado por hecho: es una papita. O, involucrando otra vez al locuaz bípedo verde, se dice: “papita pa’l loro”, descontando que se trata de algo extremadamente sencillo.
Por supuesto, tenemos también la acepción coloquial policial, en que “papa” puede ser sinónimo de droga, “merca” y otras bellezas por el estilo.
Y si bien el nombre viene por otro palo, también el jefe de la grey católica es papa. Mi hija menor en su momento nos indagó severamente sobre ese nombre: pod qué le dicen papa a ese señod. Y después vino el señor cara de papa, pero nada tiene que ver con nada.
También se utiliza a la papa para referirse a un señor con una cara especial, trasnochado o de extremo cansancio, o muy feo o muy lo que fuera: ¡qué cara que está la papa!, se dice con ladina y socarrona expresión... Así le dije también a mi verdulero habitual la semana pasada cuando me descerrajó el precio del adminículo tubérculo. El señor me quería hacer puré...
Se incluye en papanatas, en paparulo, en papanicolau; se usa como onomatopeya rítmica, y así como se posiciona como algo extremadamente fácil, también puede hacerlo como un grado superlativo de dificultad. Uno está al horno, cuando se encuentra en problemas. Pero estar al horno con papas, directamente es haber descarrilado, estar fuera de competencia, no llegás ni a gancho a ninguna parte.
Acusada de no aportar tantas propiedades como otros vegetales, igualmente su grado de aceptación es tan general y popular que abruma. Yo no escuché nunca que un nene no quiera comer papa. Puede no querer calabaza, tomate, zanahoria. Pero papa quiere todo el mundo.
Es un alimento barato: salvo estas dos semanitas, a la papa se la vende al por mayor, en bolsas de uno, dos, tres, cinco o más kilos. Es rica frita, al horno, hervida, rellena, en tortillas, engrosando guisos (le agrego un par de papas al guiso de ayer y ya tenés otra señora comida). Está la papa bastón, la rústica, la española y tantas otras especies que ya noisette...
Y nos estamos yendo. Como se imaginarán, mis chiquitos, no iba a desperdiciar por nada del mundo este tema -no compra papas para no tirar la cáscara, se dice también- que nos regaló la coyuntura. Y si bien puede seguir escribiendo sobre la papa tanto como fuera necesario -estoy muy empapado en la cuestión-, también me reclaman que entregue de una vez el Toco y me voy: ya estamos enterrados.