carmen bernaus terré en una de sus presentaciones y en ocasión de recibir un reconocimiento por obra.
Una vida hecha versos
Toda comunidad guarda historias de vida que vale la pena rescatar. Esta es una semblanza de Carmen Bernaus Terré, una escritora que, con 93 años, sigue eligiendo la poesía como forma de expresión.
TEXTO. revista nosotros. FOTOS. GENTILEZA CARMEN B. TERRÉ.
Las buenas historias pueden llegar a nuestras manos de diferentes maneras: a veces por un dato que se cuela entre un texto, o por una imagen que pasa delante de nuestros ojos, o -como casi siempre ocurre- porque hay quien decide contarlas y alguien dispuesto a escuchar. La historia de Carmen Bernaus Terré de Romeu llegó a Nosotros a través de Ivonne Scotta, amiga y admiradora de una mujer de quien -confiesa- le conmueve la memoria y lucidez y, podría sumarse después de empezar a conocerla a través de sus escritos, su enorme sensibilidad.
Convencida de que los homenajes se hacen en vida, Ivonne se resolvió a contar la historia de esta poeta que comenzó a darle forma de versos a las frases en su Pergamino natal, y siguió haciéndolo de manera ininterrumpida -ya se verá hasta qué punto- también en nuestra ciudad, donde reside desde 1953.
QUIÉN ES ESA MUJER
Como se dijo, Carmen nació en Pergamino; allá estudió, se recibió de maestra, estudió Declamación, y conoció a quien sería su esposo en un encuentro de catalanes, de quienes descienden, como queda claro en ambos apellidos. Tres hijos (un varón y una mujer médicos, y uno más arquitecto) consolidaron la descendencia.
Como escritora de poesías y alguna incursión en prosa, participó de certámenes en distintos lugares de la provincia.
“Ella dice que vive escribiendo cosas”, cuenta Ivonne, y muestra antologías y diplomas, reconocimientos y fotos que la tienen a Carmen como protagonista. Y también un libro, “En puntitas de pie”, editado en 1948 que lleva su nombre y donde escribió: “Los labradores tienen en la mirada/renovada frescura de tierra arada.../para arrancar el néctar a los espacios/la pujanza incesante de rudos brazos (...)”.
O describió: “Han vuelto a mis manos/unas letras viejas, y algo extraño siento/de estar frente a ellas./Se han adormecido/de tanto estar quietas, con ese cansancio de olvido que deja/una indiferencia (...)”.
Mucho más cerca en el tiempo, para la inundación de 2003, alumbró un conmovedor texto al que llamó “Se equivocó el agua”: “Lágrima en el primer vagido de ese primer milagro/para la vida presencia total absoluta desde la gota al mar./Una noche se equivocó el agua:/sombras, angustia, vorágine, locura./El anochecer y la alborada huyeron con sus soles y sus lunas./Cuando se equivocó la paloma/la redimieron música y palabra./Se equivocó el agua/para redimirse tendrá que volver otra vez a ser lágrima”.
“Ella me contó que ya en la escuela secundaria se destacaba por lo mucho que le gustaba leer y escribir”, relata Ivonne, que conoce esta historia de primera mano. Y muestra la carta escrita de puño y letra por una maestra que, en 1949, le pedía “una poesía que viva y aliente en mi espíritu triste y abatido por el duro bregar de tantos años con la enseñanza y sin ninguna compensa en la vida...”.
Profesora de Declamación, los papeles corroboran su participación en el Certamen Nacional de Poesía y Narrativa Breve, de Ladran Sancho Ediciones, en 2010 y en tantos otros encuentros a los que llevó sus palabras convertidas en poesía.
UN VÍNCULO MUY SÓLIDO
Cuenta Ivonne que Romeu era abogado y ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. “Él me introdujo en la política, en la Ucri”. Con Carmen se conocieron en el barrio donde siguen viviendo. “La de Carmen era una casa de familia donde vivía un tío con su esposa y la hija que era compañera mía del Liceo de Señoritas. Mi relación empezó con la prima del marido, y luego empecé a vincularme con Romeu y con la política”.
Pero la amistad entre ambas no tardó en surgir y se mantuvo en el tiempo, sustentada en anécdotas y buenos momentos compartidos, como la llegada de los hijos. Y también en circunstancias dolorosas, de esas que marcan a fuego las existencias.
Tanto se sostuvo esa amistad que el último 25 de mayo, cuando Carmen cumplió 93 años, “la fui a saludar y le llevé un ramo de flores. Y ella me mostró la poesía que había escrito”, y que muestra cómo la escritura sigue siendo, para su amiga, una inagotable forma de expresión.
“Quiero quedarme aquí acurrucada en mi segundo suelo
donde eché mis raíces y mis ansias
con compuertas cerradas al recuerdo
para que no se me fuguen los aromas
que rozaron mi piel para el encuentro.
Quiero quedarme aquí sin idas ni venidas,
quiero decirle adiós a la palabra viaje
y a los frescos racimos del deseo que saciaron mi sed.
Ya se hizo tarde”.