Tribuna política
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La democracia judicial kirchnerista
Dr. Mario Pilo (*)
El consejo de la Magistratura, instituto de prestigio en varios países del mundo, surgió en la Argentina con serios cuestionamientos nada menos que de “constitucionalidad”, por dos razones: a) no estar incluido -hasta 1994- en la Constitución; y b) que siguiendo la línea de la Constitución Norteamericana -a través de “Las Bases...” de Juan B. Alberdi- nuestro Poder Judicial es eso “Poder” y no “Servicio Administrativo de Justicia” (sistema francés). Por ende, no puede tener un órgano jerárquicamente menor por encima del poder autónomo judicial.
A) Sus dos principales funciones son: 1) determinar y controlar el presupuesto judicial -lo que implica intervenir en los “sacrosantos” (intangibles se llaman) sueldos judiciales; y 2) establecer los reglamentos de selección y nombramiento de jueces y su remoción por “jury de enjuiciamiento”. Está claro en el pensamiento de todo republicano, no solo la importancia fundamental de un buen Poder Judicial, si no que el mismo no pertenece ni a jueces ni a abogados; por el contrario, es el gran ‘invento‘ de los pueblos -de los justiciables- para imponer justicia aún al propio Estado. De ahí la necesaria independencia funcional, moral y ética del mismo.
Con esta “cuasi ley”, paradojalmente, se reniega de tal idea, pues se convierte al Poder Judicial en otra “rama partidaria” que le faltaba al peronismo, controlando designaciones, presupuestos y remociones de quienes no se embanderen con el Estado hegemónico.
Está claro que la actualidad del Poder Judicial -desprestigio institucional y deslegitimación social- requiere cambios; pero pensados, racionales, institucionales y no demagógicos.
B ) El alfonsinismo: los cuestionamientos menores y formales fueron superados por Raúl R. Alfonsín -gran impulsor de este órgano por considerar -y lo comparto- que significaba una mejora del sistema autocrático de elección y control de los jueces por la corporación judicial-partidaria.
Y así lo fue, en principio. Empero, el menemismo, aún cuando impulsó la reforma constitucional de 1994, por su único y exclusivo interés en la reelección, siguió nombrando los famosos “jueces de la servilleta” -de Cavallo- y el Consejo se convirtió en un espacio becario para políticos, abogados y universitarios, por esa pésima “costumbre argentina” de degradar y corromper todas las leyes e instituciones.
C) El Kirchnerismo: fiel a su consigna hegemónica “vamos por todo” el kirchnerismo pretende un ataque final -mientras aún tiene número en la escribanía pública en que ha convertido al Congreso- al Poder Judicial. Ciertamente, es un Poder corporativo, pero que no se “democratizará” con la elección popular -¿o populista?- de sus integrantes.
¿Por qué? 1) Porque este cuerpo es estamental -forma organizativa y democrática propia de numerosas instituciones: universidades, colegios,etc.- y sus integrantes se eligen, ya hoy, democráticamente, por sus respectivos estamentos: político, universitario, colegial abogadil, etc.; 2) porque atar esta elección a las elecciones políticas generará una forma bastarda de acceso a este importante órgano de la democracia real; 3) porque la única pretensión del kirchnerismo es encontrar la forma de controlar en el futuro a jueces que, sin duda, cuando el “Poder” ya no tenga impunidad recibirán denuncias, y tendrán que proceder, sobre las causas y destinos de los fondos millonarios provenientes de las “rutas de negocios kirchneristas”.
El “gran legado” de Cristina Fernández será, así, para ella misma y el justicialismo todo -que dada la idiosincrasia nacional, podrá seguir siendo gobierno, aunque quizás ahora en su pendular y renovada “versión de derecha”- un Poder Judicial más adocenado, ramplón y partidizado. También, más corruptible ya que con las “espaldas cubiertas” podrá garantizar más impunidad -elemento necesario de todo poder hegemónico- a los contumaces negociados gubernamentales.
(*) Abogado, docente de la Universidad Nacional del Litoral en Sociología, Derecho e Historia del Derecho. Ex Conadep y APDH, ex concejal de la UCR.
El Consejo de la Magistratura se convirtió en un espacio becario para políticos, abogados y universitarios, por esa pésima “costumbre argentina” de degradar y corromper todas las leyes e instituciones.
La actualidad del Poder Judicial -desprestigio institucional y deslegitimación social- requiere cambios; pero pensados, racionales, institucionales y no demagógicos.