Grave denuncia

Una historia escalofriante en barrio San José

  • Una familia asegura que debió abandonar su hogar y vive en una pesadilla a raíz de una serie de violentos incidentes. Todo comenzó el año pasado, cuando una menor de 13 años fue testigo del robo de una moto. A partir de allí, se desató el infierno.
 

Joaquín Fidalgo

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“No quiero que me regalan nada. Sólo quiero recuperar lo que es mío... Yo tenía mi casa, con todas las comodidades para poder criar a mis 8 hijos, mi taller, mi trabajo... Hoy me siento totalmente abandonado por el gobierno y la sociedad”, se lamenta José Luis Serra, mecánico de 38 años. Sus manos ajadas dan fe de que es una persona que nunca le escapó al “trabajo duro”, como él se define. Su rostro (que no dejó fotografiar, por temor) revela firmeza, pero a su vez un profundo agotamiento. “Hace más de un año que estamos viviendo una pesadilla. Ahora decidí hacer público mi caso, porque me cansé de tanta injusticia”, aclara.

El infierno para este hombre y su numerosa familia comenzó el 28 de marzo del año pasado, frente a su vivienda, en calle San José al 7400 (barrio San José). “Algunos de mis hijos jugaban en la vereda cuando pasó un ladrón y robó la moto de un vecino que estaba estacionada a unos metros. La víctima llamó a la policía y cuando llegó el patrullero uno de los uniformados preguntó si alguien había visto algo. Mi hija de 13 años levantó la mano. El agente la tomó de un brazo, la cargó en el móvil y fue a la vuelta para que que reconozca al delincuente. La pusieron cara a cara con él, la expusieron de una manera increíble. Entonces, familiares del asaltante y otros tipos de la misma banda comenzaron a apedrear a los policías. Cuando vi que los cascotazos rompían los vidrios del patrullero en el que estaba mi chiquita, la rescaté y la saqué de ahí. Dos mujeres alcanzaron a pegarle piñas en la cara a mi hija. La dejé en casa junto a mi actual esposa, que recién volvía del sanatorio, porque había nacido mi bebé. Yo fui a buscar a mis otros hijos, que habían corrido hasta la casa de la abuela cuando ‘se armó la de tiros’”, cuenta Serra.

“Cuando se fue la policía con el sospechoso detenido, sus allegados fueron a mi casa, la tomaron por asalto y la saquearon -sigue-. Mi hija y mi mujer tuvieron que saltar sobre la pared del fondo, para escapar. A Romina se le abrió la herida de la cesárea, pero no tuvo opción porque las querían matar. Entonces ordenaron a la policía poner una custodia frente a mi domicilio, pero el patrullero nunca apareció. Nos amenazaron. ‘Queremos a la nena. Entreguen a la nena y los dejamos en paz’, nos gritaban”.

El terror se apoderó de toda la familia y José Luis tomó la decisión de abandonar el lugar. “Al día siguiente manoteamos a los chicos y nos fuimos. Los nenes están fuera de la ciudad, repartidos. Nosotros vivimos por un tiempo con mis dos hijos más chicos arriba del auto. Luego, solicitamos ayuda a la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia. Las funcionarias nos ayudaron y, gracias a ellas, pudimos conseguir dinero del Ministerio de Desarrollo Social para alquilar una casa chiquita. Ahora hace dos meses que no nos dan los fondos y en cualquier momento terminamos otra vez en la calle. Hasta le pedí una audiencia al gobernador, pero no tuve respuesta”, plantea.

A medida que avanza, el relato se vuelve aún más espeluznante. “Vendí mi casa, pero tuve que devolver la plata porque los delincuentes echaron violentamente al comprador. Hace un tiempo la volví a vender, pero ahora otra vez está pasando algo similar con el propietario. Yo tengo 38 años y no puedo empezar desde cero otra vez. Hace meses ya que estoy con tratamiento psiquiátrico, porque la situación me superó. Hago changas, porque no puedo trabajar en mi profesión. Ando mendigando y le debo a medio mundo. Me arruinaron. Yo tenía mi taller y mi casa terminada. Luché muchos años para que mis hijos no pasen necesidades y puedan vivir dignamente. Hoy están pasando las peores necesidades que me pude haber imaginado. No puedo hacerles un cumpleaños o comprarles zapatillas... No van a la escuela... Hace dos días que no nos bañamos porque rebasó el pozo negro y no tengo un mango para desagotarlo. Hoy hago público esto porque estoy desesperado, tengo la salud arruinada y mis hijos me necesitan. Los tengo que criar”, asevera José Luis Serra. A esta altura de la entrevista, ya se lo nota totalmente quebrado, casi sin esperanza.

“Muchos otros vecinos de la cuadra tuvieron que abandonar sus viviendas. Esta banda le roba a la gente y la amenaza para que no haga denuncias. La mayoría de las víctimas opta por irse. Muchos ya se fueron, por temor a morir. Da mucha impotencia ver cómo estos tipos son los dueños del barrio. Hacen lo que quieren”, alcanza a decir al final.