Una pesadilla que no termina
Una pesadilla que no termina
Otra violenta entradera en Siete Jefes
Dos sujetos ingresaron a un inmueble de Pedro Zenteno al 900. La dueña de casa, que estaba durmiendo, terminó maniatada. Los delincuentes se llevaron dinero y objetos de valor.
Danilo Chiapello
A menos de 48 horas de un cruento robo ocurrido en barrio Siete Jefes (del que dimos cuenta en nuestra edición de la víspera), un nuevo caso de asalto domiciliario se produjo esta mañana. Esta vez el blanco elegido fue un inmueble de Pedro Zenteno 924, entre Laprida y Vélez Sarsfield, donde reside un matrimonio de médicos.
La secuencia se inició minutos antes de las 7 cuando el doctor Alberto López Saco (57) salió del lugar para iniciar su jornada de trabajo.
Ni bien el automóvil del médico se alejó unos metros varios sujetos lograron ingresar a la vivienda del castigado barrio.
No está claro aún la manera en que los delincuentes se ganaron a la vivienda, debido a que tanto la puerta principal como la del garaje no presentan signos de violencia.
Atentos a este detalle se cree que los rufianes se valieron de alguna ganzúa, o llave maestra que les permitió el acceso.
Lo cierto es que una vez adentro los malvivientes sorprendieron a la doctora Cristina Cuello (58) la que se encontraba durmiendo.
La mujer despertó con la fantasmal imagen de varios sujetos en su cuarto, los que cubrían sus rostros con capuchas. Algunos estaban armados.
En cuestión de segundos la dueña de casa fue reducida y maniatada por los delincuentes que, a viva voz, comenzaron a reclamarle por dinero.
Durante largo rato, los rufianes requisaron cada uno de los ambientes de la vivienda, toda vez que proseguían hostigando a la víctima.
Finalmente, los sujetos se hicieron de dinero, de distinta denominación, como así también de alhajas familiares y algunos otros objetos de valor.
Logrado su objetivo, los delincuentes escaparon del lugar con rumbo incierto.
La primera en advertir el desastre fue la empleada doméstica que arribó al lugar y encontró a su patrona atada y con una toalla en su cabeza.
Un rato después uniformados de la seccional 3ª se hicieron presentes junto a los peritos de la Policía Científica. Los trabajos de los pesquisas fueron supervisados por el propio subjefe de la Unidad Regional I, comisario Sergio Fernández, que acudió para interiorizarse de este delicado asunto.
El dato
Hartos
La seguidilla de robos y asaltos ocurridos recientemente puso a los vecinos de esta tradicional barriada al límite de su paciencia.
“Esto ya supera todo lo imaginable”, dijeron. “No sé hasta cuándo tendremos que soportar que los delincuentes hagan lo que quieran en este barrio. Todos los días nos enteramos de un robo nuevo, de un asalto o de gente que revuelcan en la calle. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?” sentenciaron
Investigadores policiales y peritos trabajaron en el domicilio de Pedro Zenteno al 900, donde reside un matrimonio de médicos.
Fotos: El Litoral
El instante crucial para los ladrones
En el momento que la mujer retornaba para ingresar a la casa aparecieron en escena dos sujetos quienes a los empujones entraron al domicilio.
En cuestión de segundos, los delincuentes tomaron el control del lugar y bajo amenazas redujeron a la mujer, su esposo y sus hijas.
Quien llevó la peor parte fue su marido, el abogado Agustín Roubineau, a quien lo golpearon (terminó con una lesión en su mano) y sometieron a un duro hostigamiento para que entregue la mayor cantidad de dinero.
Al cabo de un rato los rufianes se hicieron de algo de plata, como así de algunos objetos de valor. También se llevaron un maletín con expedientes del profesional.
Fue entonces cuando dos sujetos aparecieron de repente. En cuestión de segundos, los recién llegados (dos hombres de unos 20 años) ya estaban dentro de la casa. A cara descubierta, uno portando un arma de fuego y el otro una chuza.
La nombrada fue reducida junto a su suegra, una mujer de 74 años, a quienes las obligaron a tirarse al suelo boca abajo.
Igual suerte corrió su esposo, el abogado Héctor Burella, aunque fue blanco de golpes de puño y patadas contra su persona.
Se llevaron electrodomésticos, teléfonos celulares, una play station, una computadora personal y algo de dinero que encontraron.
“Fueron muy violentos y no tuvieron piedad con nadie. A los chicos los amenazaban a cada rato. A mí me pegaron patadas todo el tiempo. A mi esposa le dieron un golpe en la cabeza. Nunca me dejaron reaccionar porque me tenían apuntado con la chuza”, dijo el profesional.