José María Paz. Estratega y gran escritor, pasó años de prisión en Santa Fe, donde se casó en 1835.
por Juan Pablo Bustos Thames (*)
José María Paz fue uno de los más notables estrategas argentinos de todos los tiempos y un testigo privilegiado de los acontecimientos más importantes de nuestro nacimiento como Nación. Tuvo el honor de conocer a la mayoría de nuestros próceres fundacionales y participar en muchas de las acciones en las que se batió nuestro Ejército del Norte. Sin embargo, su vida fue azarosa y sacrificada; llena de sinsabores, penurias y desengaños.
No son muy conocidos sus primeros años. José María nació el 9 de septiembre de 1791 en la ciudad de Córdoba, capital de la intendencia de Córdoba del Tucumán, en el Virreinato del Río de la Plata. Era el primogénito del matrimonio formado por el porteño José de Paz y la cordobesa Tiburcia Haedo. Su padre era funcionario del Correo de la colonia, y ambos progenitores tenían un buen pasar económico, lo que les permitió dar una esmerada educación a sus hijos. Julián y María del Rosario Paz Haedo serían los otros hijos que tuvo la pareja.
En el curso de su vida, José María notaría cómo se contraponía su forma culta, clara y concisa de expresarse, narrar los hechos y conducirse, con la ignorancia, el analfabetismo o la falta de los mínimos modales o capacidad para hablar o escribir de muchos de sus contemporáneos, con honrosas excepciones. En más de una oportunidad describiría a algunos altos oficiales rioplatenses como gente de pocas luces, o de quienes no podía esperarse que fueran como Julio César; quien no sólo sabía pelear bien, sino también “hablar, y escribir bien”; que era lo que más adolecían nuestros caudillos. En 1804, y a los 13 años de edad, ingresó al Seminario de Loreto, como interno, donde recibió una esmerada educación, para la época, en filosofía y teología; hasta concluir sus estudios como bachiller en artes, con especial formación en matemáticas, latín y derecho. De allí adquiriría José María su afición a leer obras clásicas de los antiguos romanos, como César, Cicerón y otros, en latín; inclinación que conservaría aun en sus años de prisión y hasta el final de sus días. En 1808 y a los 17 años se matriculó en esa Casa de Estudios, con el afán de ser abogado, como se estilaba en las principales familias.
La Revolución de Mayo
José María se encontraba “cursando el tercer año de Derecho, cuando estalló en Buenos Aires la Revolución que dio por tierra con el poder de los virreyes. Los estudiantes de la Universidad de Córdoba, su patria, estaban ya tocados por el movimiento político, que debía muy luego abrazar toda la extensión del virreinato del Río de la Plata y conflagrar enseguida toda la América española”, nos seguiría refiriendo su hijo. Por aquella época, en Córdoba había estallado la contrarrevolución que, encabezada por el gobernador realista Juan Gutiérrez de la Concha y su camarada don Santiago de Liniers, fue rápidamente desbaratada con la llegada del Ejército del Norte. Entonces, toda la provincia mediterránea se plegó, de allí en más, a la causa de Mayo. En consonancia con ello, “Paz participaba de las nuevas ideas con todo el ardor de la juventud, pudiendo decir que nadie le aventajaba en entusiasmo patriótico. Así fue que, desde entonces, perteneció a la causa de la Revolución, o sea de la independencia política de nuestro país, con toda la fuerza de su alma. Contribuyó a fortificar estos sentimientos la decisión de sus padres por la misma causa, a la cual nunca dejaron de ser adictos”. Su hermano Julián había nacido también en Córdoba, el 16 de marzo de 1793, era dos años menor que José María al cual era muy apegado, y siguiendo al primogénito, también había iniciado sus estudios en “ambos derechos”, en la universidad. A su respecto, nos refiere José María (h): “Su hermano, D. Julián, poco menor que él, y que seguía también los estudios, estaba en el mismo caso. Así fue que, al llegar a Córdoba la primera expedición libertadora, y luego que se instaló el primer gobierno patrio en la provincia, que lo desempeñó el entonces coronel D. Juan Martín de Pueyrredón, tanto ellos como su familia se distinguieron por sus sentimientos liberales y patrióticos”.
Al poco tiempo que Juan Martín de Pueyrredón arribara a hacerse cargo de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, se abocó a reclutar un batallón de milicias cordobesas de infantería, como apoyo y eventual refuerzo para el Ejército del Norte, en esta guerra de la independencia que amenazaba con ser difícil y ardua. “En él fueron nombrados oficiales los dos hermanos. D. José María entró de teniente, pero muy luego ascendió a capitán”, recordará su hijo. Acá el narrador se adelanta un poco a los hechos, y refiere que al poco tiempo José María ascendería a capitán; cuando ello ocurriría bastante tiempo después, ya en el Ejército del Norte.
La noticia del contraste de Cotagaita infundió de ánimos a todos los jóvenes patriotas del interior. Al instante, ese improvisado, pero entusiasta batallón de bisoños milicianos cordobeses solicitó a Pueyrredón que les permitiera correr en auxilio de sus compatriotas que luchaban en el Ejército del Norte, en el Alto Perú. Como recuerda José María (h): “En Córdoba se preparó un convoy y municiones de guerra y se encargó a Paz conducirlo hasta el Ejército”.
La noticia de Suipacha
Sin embargo, al poco tiempo de salir, a unos 150 kilómetros de Córdoba, en las inmediaciones de San José de la Dormida, la columna de Paz “encontró al mayor Tollo que traía la noticia de la victoria de Suipacha, que no sólo había vengado la afrenta de Cotagaita, sino que abrió a nuestro ejército las puertas de todo el Alto Perú. Paz creyó candorosamente que habían concluido para siempre las batallas y la guerra, y el mayor Tollo le confirmó esa idea, cuando al darle la noticia se empinó sobre los estribos orgullosamente, y le dijo: vá Vd. ya tarde, pues todo está concluido”.
Paz fue, entonces, el primer cordobés registrado en la historia que supo de la primera victoria patria. Continuó con su destacamento hacia el Alto Perú, con el fin de acercar los suministros a las huestes patrias. Su hijo recordaría: “Sin embargo, él continuó su marcha y llegó a Jujuy, donde encontró al Ejército; porque el general en jefe Ocampo; que no estuvo en la batalla, se había detenido allí y debía regresar por órdenes recibidas del gobierno de Buenos Aires”. En efecto, pese a haber sido relevado del mando del Ejército del Norte, Antonio Ortiz de Ocampo, su primer comandante, aún permanecía en la retaguardia del Ejército. Luego sería convocado a la Capital, a dar cuenta de su desobediencia a la orden de la Primera Junta de ejecutar a Santiago de Liniers. Providencialmente para este comandante, al poco tiempo fue elegido diputado por su provincia natal, La Rioja, a lo que luego conoceríamos como la Junta Grande. Ello, sumado a la pérdida de poder del partido morenista en esa Junta consiguió que nunca se lo juzgara, y pudiera integrar ese órgano de gobierno.
Simultáneamente, al joven teniente Paz también se le ordenó retornar a su provincia de origen; para lo cual bajó junto con el Gral. Ortiz de Ocampo, “dedicándose sin pérdida de tiempo, a su arribo, a la continuación de sus estudios, conservando siempre su grado y dispuesto a presentarse donde la Patria lo reclamara”, nos referirá su hijo. Al poco tiempo, volvería a retomar las armas para la defensa de su naciente Nación, para abandonar completamente la universidad, y dedicar una vida llena de sacrificios, penurias y sufrimientos a la lucha por la libertad.
(*) Abogado, ingeniero en Sistemas de Información y docente universitario.