De nuestra historia
De nuestra historia
El origen del Ejército Argentino
Uniformes militares utilizados en las Invasiones Inglesas.
Por Juan Pablo Bustos Thames
El conocido lema del Ejército Argentino es: “Nació con la Patria, en Mayo de 1810”. Sin embargo, quien creó al Ejército, al contrario de lo que se cree, no fue precisamente la Primera Junta. Es más, su creador ni siguiera fue argentino. Tampoco es tan cierto que nuestro ejército se originó en 1810. Su nacimiento efectivo data, en realidad, de algunos años antes.
Ya en épocas de la colonia, para defenderse contra las pretensiones portuguesas o británicas, se había constituido el Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires, que tenía asiento principal en esa provincia; pero sus efectivos también se distribuyeron en gran parte del Virreinato. La mayoría de sus soldados eran criollos y su desempeño dejó bastante que desear, cuando le cupo intervenir contra los portugueses (que llegaron a ocupar la actual ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento) y durante la Primera Invasión Inglesa (al desbandarse en la primera escaramuza). Carecían de equipamiento, instrucción y disciplina necesarios. Sus oficiales (mayormente españoles) estaban relajados y no estaban instruidos en táctica o estrategia militar. Básicamente, guarnecían las fortalezas del Virreinato (Buenos Aires, Colonia, Montevideo, Ensenada, San Miguel, Santa Tecla y Santa Teresa).
En la caballería, destacaban en la campaña los Blandengues, que eran milicias criollas que guardaban las fronteras contra el indio y el portugués. Había, principalmente, Blandengues en Buenos Aires, Santa Fe y Montevideo. José Gervasio Artigas, Estanislao López y José Casimiro Rondeau se iniciaron en esas filas. Al principio se los armó con lanzas; pero luego, el Virrey Juan José Vértiz les proveyó de sables, pistolas y carabinas. Se dice que su nombre se debía al modo en que los soldados “blandían” sus lanzas, al saludar a las autoridades, cuando eran revistados. En Buenos Aires, había también un cuerpo de Dragones, milicias urbanas de caballería, que tampoco era importante ni numeroso. Carlos María de Alvear hizo su primera instrucción militar como abanderado de este cuerpo.
El Real Cuerpo de Artillería era casi inexistente. De los 200 efectivos, sólo 40 guardaban el fuerte porteño. El resto se hallaba en la Banda Oriental.
Después del fracaso del Regimiento Fijo en 1806, en donde su inacción permitió que sólo 1.600 efectivos británicos tomaran una ciudad de más de 40.000 almas, casi sin luchar; después de haber triunfado en las jornadas de la Reconquista de Buenos Aires, el comandante general de Armas del Virreinato, don Santiago de Liniers y Bremond decidió reforzar los cuerpos coloniales, para resistir un nuevo intento inglés. Así fue que este francés, el 6 de septiembre de 1806 convocó al pueblo de Buenos Aires a enrolarse en diversos cuerpos, en razón del origen de cada recluta. Era el germen del futuro Ejército Argentino.
Este enrolamiento no era igualitario. Se efectuaba en cuerpos militares diferenciados y discriminados, en función del origen étnico, geográfico o social de los reclutas.
Así, los hijos de Buenos Aires debían incorporarse en la Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, de infantería. Se trata de los legendarios Patricios; los nacidos en las provincias del Noroeste y Córdoba, en el Batallón de Voluntarios Urbanos de los individuos de las provincias del interior, también llamado Batallón de Americanos Forasteros Voluntarios de Infantería, y más conocido como cuerpo de Arribeños (en donde se hubiera enrolado, por ejemplo, un santiagueño residente en la capital, en esa época); los negros y mestizos libertos e indios residentes en Buenos Aires, en el Cuerpo de Castas, o batallón de Naturales, Pardos y Morenos de Infantería.
Había, además, una compañía elite de infantería denominada Compañía de Granaderos Provinciales, Granaderos de Terrada, Batallón de Granaderos del General Liniers de Buenos Aires; que más tarde el Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros cambió a Granaderos de Fernando VII, nombre con el cual ha pasado a la historia. Se trataba del cuerpo de escolta de Santiago de Liniers y que tenía varias prerrogativas sobre los demás. En particular, que a sus soldados se les abonaba un sueldo, pese a ser voluntarios. Ello generaba un recelo de los demás soldados hacia estos Granaderos.
También los españoles debían conformar sus propios batallones, llamados Tercios. Así se constituyeron los Tercios de: Gallegos, Andaluces, Catalanes, Montañeses, Cántabro (formados por vizcaínos y asturianos).
La caballería no era muy numerosa. No cualquiera tenía caballo. Los oficiales usaban el suyo. Juan Martín de Pueyrredón, al constituir sus famosos Húsares del Rey, contribuyó a vestirlos y montarlos, con sus propios recursos, pues venía de una familia que había hecho fortuna en el comercio. Se conformaron tres escuadrones de Húsares por el Rey y por la Patria Voluntarios, que tomaron el nombre de sus respectivos jefes: el primer escuadrón pasó a la historia como Húsares de Pueyrredón propiamente dichos, el segundo, como Húsares de Vivas o Infernales de Vivas, al estar comandados por el teniente coronel Lucas Vivas, y el tercero, como Húsares de Núñez o Infernales de Núñez, al mando del teniente coronel Pedro Ramón Núñez.
Destacaron también otras unidades de caballería menos famosas, como los Carabineros de Herrera, Migueletes de Herrera, Húsares Cazadores de la Reina o Cuarto Escuadrón de Húsares. Se trata de un cuerpo creado después de los tres primeros, y por eso recibió también la denominación genérica de Húsares; y una numeración correlativa siguiente a los anteriores. Sin embargo, su uniforme no tenía nada que ver con los anteriores. Es decir, no vestían “a la husarda”, como se decía entonces. Lucían chaqueta roja, con vivos amarillos, pantalón negro y una especie de casco negro (similar al que utilizaban los pardos y morenos). Estaban al mando del teniente coronel Luis Herrera (de ahí otra de sus denominaciones). Fue una unidad constituida en honor a la reina de España, María Luisa de Parma.
Los Carabineros de Carlos IV, o Quinto Escuadrón de Caballería Ligera fue otra unidad de caballería, constituida en homenaje al entonces monarca hispano, y a la que se le dio una numeración subsiguiente. Su uniforme era una casaca roja con pechera amarilla y pantalones azules.
Los Migueletes, Miqueletes, Migueletes del muy Ilustre Cabildo, Sexto Escuadrón de Caballería Ligera o Migueletes de Castex era otro cuerpo de milicias voluntarias de caballería constituido a semejanza de sus homónimos en España. Su uniforme era casaca roja y pantalones y vivos amarillos. Juan Manuel de Rosas hizo sus primeras armas como miguelete durante las Invasiones Inglesas; y a partir de ese momento, dicen, le empezó a atraer tanto el color rojo, que terminó siendo luego su favorito.
El Cuerpo de Quinteros y Labradores, o Cuerpo de Labradores Voluntarios de Caballería de Buenos Aires, estaba conformado por los gauchos y peonadas de las quintas y fincas de los arrabales porteños.
La artillería seguía escasa y rudimentaria, a cargo de los Patriotas de la Unión (agrupaba a españoles y criollos, de ahí su nombre) y de los Pardos y Morenos. Faltaba aún tiempo para que la artillería argentina adquiriera la importancia debida, que la hizo destacar en Ituzaingó y otras acciones, al mando del Gral. Tomás de Iriarte. Este nuevo ejército tenía más de 7.800 efectivos, y se empezó a entrenar de inmediato.
El cuerpo más numeroso eran los Patricios, que conformó tres batallones. Le seguían el de Castas (Pardos y Morenos) y los Arribeños. Los vistosos uniformes del ejército (algunos de los cuales se utilizan aún en los desfiles militares), armas, pólvora y nuevas obras de defensa se costearon con donativos, suscripciones y préstamos recabados en todas las provincias.
La prueba de fuego del flamante ejército mayormente criollo tuvo lugar durante la Segunda Invasión Inglesa, con mucho coraje y arrojo (y no tanta técnica militar) que hasta los mismos oficiales británicos reconocieron.
Entre enero y julio de 1807, se luchó en ambas márgenes del Río de la Plata contra un nuevo intento británico de tomar el Virreinato. Durante las jornadas de la defensa de Buenos Aires, este flamante e improvisado ejército, conducido por Liniers, junto al pueblo de la ciudad, batió a más de 9.000 soldados veteranos profesionales ingleses, despejando, para siempre, su amenaza de conquista.
Santiago de Liniers fue ascendido, primero a Mariscal de Campo; y luego, a virrey del Río de la Plata. Los criollos tomaron conciencia de su fortaleza y su capacidad. Se perdió la antipatía hacia las milicias; y éstas comenzaron a acercarse a quienes motorizaban la idea de independencia y autonomía.