Gustavo Ripke y la historia de aquella fractura contra Independiente...

“Arispe me jubiló a los 25”

Pintaba para grandes cosas, dijo que “me entendía de memoria con la Chiva Di Meola” y que junto a Cococho Álvarez fueron los mejores. Habla de la historia de aquella foto en el Azteca con Diego paseándose con la copa del mundo, de sus inicios en Boca y de una frase del Beto Pecorari cuando apenas pisó Santa Fe.

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Gustavo Ripke en el mano a mano con El Litoral, entre recortes, fotos y anécdotas de un muchacho que llegó a Santa Fe hace más de 40 años y nunca más quiso irse de la ciudad.

Foto: Manuel Fabatía

 

Enrique Cruz (h)

Aquélla noche de abril de 1973 será imborrable para Gustavo Ripke, para los que estaban adentro de la cancha y también para los que veían el partido en la tribuna, porque el ruido de la fractura se escuchó en todo el estadio. Días antes, la fórmula Sylvestre Begnis-Cuello había ganado las elecciones provinciales en Santa Fe, en el retorno de la democracia. Unión militaba en la B, volviendo a disputar los torneos de Afa luego de dos años de permanencia en los viejos regionales, mientras que Colón empezaba a armar un equipo que con el tiempo será recordado como uno de los mejores.

Pasaron más de 32 años de aquella noche en la cancha de Independiente. Suficientes para cualquier olvido, menos para el de Gustavo Ripke.

—¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?

—Viví en Temperley hasta los 20 años. Teníamos un equipo de barrio que andaba muy bien y eso nos permitió ir a probarnos a Arsenal de Lavallol, club en el que surgieron Maschio, Rojitas, Pianetti, entre otros. A los 16 llegué a la primera, a los 17 era capitán y pasé a la tercera de Boca. Tenía de compañeros a Ovide, Nicolau, Mané Ponce. Ahí lo conocí a Orlando Medina, que con las vueltas de la vida me lo encontré luego en Santa Fe. Adolfo Pedernera me mandó a Kimberley de Mar del Plata, que iba a jugar en el Nacional, pero el libro de pases se había cerrado. Entonces jugué en Aldosivi, que no era lo que es hoy, al punto tal que teníamos 24 goles a favor, de los cuáles 19 eran míos. Pero me dio la posibilidad de integrar el seleccionado de Mar del Plata y ganar la Copa Beccar Varela.

—¿Cómo llegás a Colón estando tan lejos?

—Me vio Rubén Cheves en esa copa... Yo era hincha de Boca y el primer partido que ví en la Bombonera me impactó muchísimo. Debuto en la tercera de Boca, fue contra Newell’s, que tenía a Fenoy de arquero. En ese momento, era tercera, reserva y primera. Al tercer partido me toca jugar inesperadamente contra River. No me olvido más de ese día. El técnico era el Nano Gandulla y cuando entré a la cancha, empecé a ver la cantidad de gente que había en las tribunas y no lo podía creer. Iban diez minutos y ni la había tocado, hasta que me tiro a barrer una salida de Laraignee, le pego y la pelota se metió junto al palo de Perico Pérez. ¡No me acuerdo otra jugada de ese partido!... Y los mejores partidos con la camiseta de Colón los jugué justamente contra Boca.

—¿Quién te trajo?

—El contador Salerno... Recuerdo que cuando me bajé del avión sentí una bocanada de aire caliente que pensé que salía de la turbina... Pero no. ¡Hacía 45 grados, me quería morir!... Cuando pasé por la cancha, la ví con las tribunas de madera y las calles de tierra del Centenario. Y cuando paramos con el colectivo en la oficina de Austral, ví los silos del Puerto y dije: ‘esta ciudad es re-chiquita, ¿adónde me trajeron?’. Al primero de la barra de Colón que ví fue al Beto Pecorari. Se acercó y me dijo: “Pibe, si usted es buena gente, de esta ciudad y de este club no se va a ir más”... Me quedé a vivir en Santa Fe... ¡Y venía de Mar del Plata!.. En Santa Fe hice, en un año, la cantidad y calidad de amigos que no pude hacer en veinte en Buenos Aires. Ovidio, el plumerero Monzón, Trapito o el Beto Pecorari estaban en todos lados y me querían mucho.

—¿Qué te acordás de tu primera práctica?

—Que le había pedido muy buena plata a Salerno para arreglar, casi el triple de lo que ganaba. Entrenábamos en el Distrito Militar y lo veo llegar al “Lobito” Velázquez y a José Luis Córdoba en bicicleta, la “Chiva” Di Meola estaba haciendo la colimba, el Flaco Constantino con un poncho... Y dije: “Pucha, ¡estos tipos se jugaron toda la plata conmigo!”.

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En un mano a mano con el inolvidable peruano Meléndez. “Soy hincha de Boca pero siempre que lo enfrenté me fue bien”, cuenta Ripke. Foto: El Litoral

—Había muchos que llegaron de Estudiantes en ese momento...

—Habían llegado Zuccarelli, Trullet, Marito Rodríguez, Sacconi y el Piojo Zibecchi. Al año siguiente lo hicieron Spadaro, Giles y Cococho Alvarez. En el segundo año perdemos de jugar las semifinales del Nacional porque salimos segundos a más de tres puntos del primero. Boca le ganó a Huracán con un gol sobre el final y nos sacó más de tres puntos, una reglamentación ridícula. Si no, tendríamos que haber jugado nosotros con San Lorenzo y Boca-River. Al gol de Boca lo hizo Galletti y una vez le dije: “no vayas a Santa Fe porque te van a matar” y me dijo: “Gustavo, hice el gol porque el arquero salió afuera del área y me dejó servido en bandeja para tirársela por arriba”. Nosotros le habíamos ganado a Gimnasia, en Mendoza, 3 a 1 y nos recibieron como héroes en Sauce Viejo.

—¿Cómo fue aquella fractura del uruguayo Arispe contra Independiente?

—En el 71 y 72 me habían querido comprar Independiente y después Vélez. Volvimos de las vacaciones a principios de 1973 y le pedí a José María Silvero y al profe Echevarría si podía ir a la pretemporada en La Cumbre con mi señora y mi hijo. Me dijeron que sí y los dirigentes autorizaron. Paraba en un bungalow, era el primero en llegar a entrenar y el último en irme. Al quinto partido pasó lo que pasó. Estaba para el despegue definitivo.

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José Luis Córdoba, el “Gringo” Mottura, la Chiva Di Meola, Gustavo Ripke y el “Lobo” Velázquez. Fue en cancha de Banfield. Foto: El Litoral

—¿Cómo fue la jugada?

—Hay un rebote en el área nuestra y voy a trabar con Arispe, que medía 1,50. Me puso un planchazo que pareció un golpe de karate. Se escuchó el sonido de la fractura porque estaba el micrófono de ambiente frente al banco de suplentes. El partido era televisado.

—¿Te pidió disculpas?

—Nunca. Me dijo que eran las cosas del fútbol y yo le dije que está bien, que si alguna vez nos volvíamos a enfrentar, que más vale que juegue por el otro lado al que yo iba a jugar... Silvero lo quería trompear a Ithurralde, que fue el árbitro, porque le decía que yo no tenía nada y estaba fracturado...

—¿Por qué no pudiste volver a jugar?

—Porque me mandaron a caminar antes de tiempo. El doctor Pizzi, papá de Juanchi, me dijo que me quedara en Temperley para no viajar. Cuando fui a ver al médico de Afa, me mandó a caminar. Cuando vuelvo a Santa Fe, a los 30 días, Pizzi me pidió una radiografía y yo le dije que no me habían hecho ninguna. “¿Cómo?”, dijo Pizzi asombrado. Entonces me hizo una. A la tarde o al otro día, me llamó por teléfono y me pidió que vaya al consultorio. “Gustavo, te tengo que volver a quebrar pero no para que vuelvas a jugar, sino para que vuelvas a caminar”, me dijo. Se vino el mundo abajo. Me jubilaron a los 25 años. Estuve seis meses yendo a lo de mi querido amigo el Negro Gómez para hacer kinesiología sólo para poder doblar la rodilla.

 
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“Habían pasado 30 días de la fractura y en Buenos Aires no me hicieron ninguna radiografía. Me mandaron a caminar antes de tiempo y cuando el papá de Juanchi Pizzi me vio en Santa Fe, se quería morir. Me tuvo que quebrar de vuelta para que pudiera caminar”. Foto: Manuel Fabatía

—¿Y te dedicaste a los negocios?

—Con Carlos Trullet pusimos una casa de deportes. Santa Fe nos ayudó mucho, intenté volver a jugar en Los Andes pero ya no había caso, era un sacrificio y se había hecho importante el negocio.

—¿Quién era mejor, Cococho Alvarez o la Chiva Di Meola?

—Los dos fueron los que más me sorprendieron. Con la Chiva me entendía de memoria. Hace unos años tuve un aneurisma y me fui a recuperar a Villa María. En ese interín cumple 100 años Colón y le hicieron una nota a la Chiva y le preguntaron por el mejor gol, y él dijo que el mejor no lo hizo él sino yo. Fue una jugada en la que sacó Constantino, la agarré, se la dí a la Chiva, me la devolvió e hicimos una triple o cuádruple pared y no paramos hasta meterla. Fue contra Vélez. Me acuerdo que Porta dijo en su relato: “pareció una pared entre Coutinho y Pelé”... Y Cococho parecía que nunca estaba bien físicamente y era un fenómeno, ganaba siempre. Una vez le ganamos a Boca con él de 6. Tenía una lectura del juego llamativa. Ese equipo de Colón era notable: Baley; Araoz, Villaverde, Trossero y Fernández; Alvarez, Trullet y yo; Brítez, Di Meola y Zibecchi. Era un cuadrazo.

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Con tres glorias en uno de los tantos partidos a beneficio que se organizaban: Pedrito Pasculli, Enzo Trossero y Leopoldo Jacinto Luque. Foto: El Litoral

—¿Cómo es la historia de esa foto tuya con Maradona y la Copa en el Azteca?

—El Gallego González Riaño me embaló, junto con Chichín Raviolo, para que vayamos a ver las eliminatorias. Me acuerdo que agarré la lista de proveedores míos para manguearlos, nos vestimos con unos buzos Diportto y cuando subimos al avión, estaba el dueño de Diportto leyendo el diario. Cuando nos vio, me dijo: “De ahora en más, todos tus gastos corren por mi cuenta”... ¿Cómo fue el tema de la foto?, cuando llegamos a México, me encuentro con Daniel Romeo, que me invita a jugar un partido al final del entrenamiento de la selección. Estaban los hijos de Grondona, los hermanos de Bilardo, Panchito Escos, Cremasco... Cuando llegué, estaba en un listado autorizado para entrar todos los días al entrenamiento de la selección. Al profe Echevarría lo había tenido en Colón. Vivía ahí adentro. El día de la final me meto en la cancha, yo estaba con la camiseta oficial de la selección, junto con Daniel Silguero y el Pajarito Rossi. Cuando hizo el gol Burruchaga ya me quise meter pero esperé. Y cuando Arpi Filho pitó el final, salté el foso, me metí y fui con Diego a todos lados. Esa foto es de él y yo llevando entre los dos la copa. Y como estaba con la camiseta de la selección, los policías se abrían porque pensaban que era un jugador. Pero hay otra anécdota mejor.

—¿Cuál?

—En un momento me meto en los pasillos que llevaban al vestuario y siento ruido de botines. Era Rummenigge que venía a saludar y me agarró a mí y me dijo que “congratulations” y me dio la mano... ¡El también se confundió! No lo podía creer... Haber entrado a la cancha y dar la vuelta con la copa y Diego fue lo máximo. El fútbol no me debe nada y yo le debo mucho después de eso.

—¿Te quedan las dudas de quién es el mejor, entre Messi, Maradona o Pelé?

—Entre Maradona y Pelé no tengo dudas, porque Pelé jugó con enormes jugadores, casi tan buenos como él. Y Diego, en el Nápoli, jugaba solo. Con Messi, lo que digo es que a Maradona lo molían a patadas, se levantaba y seguía. Tenía un plus. Pero después de Messi, no sé si habrá otro igual.

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Gustavo junto con Diego Maradona durante el largo periplo en tierras aztecas, en el Mundial de México. Vivió allí una experiencia incomparable. Y Diego le firmó la foto. Foto: Gentileza Gustavo Ripke