A 125 años de su fallecimiento
A 125 años de su fallecimiento
Van Gogh, más vivo que nunca
Autorretrato de Vincent Van Gogh de 1888. Foto: Archivo El Litoral
Annette Birschel
Agencia DPA
El rostro de Vincent van Gogh ilustra desde camisetas a tazas de té, mientras que en las paredes de numerosas casas cuelgan reproducciones de sus “Girasoles” o su “Almendro en flor”. Sobre su vida se han rodado películas, escrito novelas y hasta compuesto una ópera. Sus obras sirven de inspiración en las pasarelas de alta costura de París y también en varias aplicaciones de smartphones. En resumen: al cumplirse este 29 de julio 125 años de su muerte, el pintor está más presente que nunca.
“Lo curioso es que prácticamente nadie lo conocía cuando murió”, comenta a DPA el director del Museo Van Gogh de Ámsterdam, Axel Räger. Aunque ya no le sorprende el culto al artista, pues lo ve a diario con sus propios ojos: las filas para entrar en el museo siempre son largas y muchos de los interesados son jóvenes. “Just beautiful”, comenta por ejemplo Claire, una estudiante estadounidense de 23 años. En 2014, el museo recibió unos 1,4 millones de visitantes.
El pintor holandés es considerado uno de los pioneros del arte moderno, pero eso no llega a explicar la fascinación que generan sus obras. Sin embargo, el director del museo no duda al comparar a Van Gogh con Mozart, Amy Winehouse y James Dean. Son genios que murieron jóvenes. Además, “a persona y la obra de Van Gogh están intrínsecamente relacionadas” observa.
Muchas de las cosas que se conocen actualmente del célebre pintor trascendieron a través de las cartas que le escribía a su hermano Theo, que trabajaba como marchante de arte en París.
Hijo de un pastor protestante de la provincia de Brabante, en el sur de Holanda, Van Gogh luchó conra su destino, recorriendo su propio país, Reino Unido, Bélgica y Francia. Trabajó en el comercio de arte, como maestro, vendedor de libros y predicador hasta que, finalmente, a los 27 años decidió que se dedicaría a la pintura. Su vida acabó sólo diez años después en Auvers-sur-Oise, cerca de París. Dejó 850 cuadros y casi 1.300 dibujos, que hoy se venden por sumas astronómicas.
La biografía del famoso pintor es terreno abonado para que surja el mito: Van Gogh, el genio no reconocido, el artista pobre y solitario, el loco, etc. Pero Räer asegura que muchas de esas asunciones no son correctas. “Van Gogh no cayó del cielo siendo genio”, comenta. El director del museo recuerda que el pintor estudió mucho arte y fue adquiriendo sus capacidades con el aprendizaje.
¿Y la locura? Los campesinos de Nuenen, donde su padre trabajaba como pastor, ya lo llamaban en vida “el loco”. Pero también hay que imaginarse la situación: un joven pelirrojo de mirada penetrante que camina con su caballete, truene o llueva. En un pueblo tradicional, eso ya de por sí es algo poco habitual.
Van Gogh trabajaba con disciplina y reflexionaba mucho, aunque también comenzó a sufrir cada vez más ataques depresivos y delirios. Según se sabe hoy en día, la pobreza también forma parte de la romántica leyenda en torno a él: Van Gogh no sufrió necesidades, era respaldado generosamente por su hermano.
Si bien en vida no vendió ni un cuadro, tampoco fue un genio no reconocido, como aseguran muchos. Antes de su muerte, los críticos de arte ya habían comenzado a prestar atención a sus trabajos, que no encajaban con ninguna otra tendencia. En enero de 1890, el crítico de arte francés Albert Aurier incluso llegó a decir que Van Gogh era una especie de mesías, “el redentor, el sembrador de la verdad que mejorará el mal estado de nuestro arte”.
De hecho el reconocimiento de su obra se produjo muy poco después de su muerte. La fuerza de su uso del color y el simbolismo de sus composiciones comenzó a inspirar a otros pintores contemporáneos. Y sigue fascinando hasta el presente. “Van Gogh conmueve a muchas personas”, comenta el director del museo, que señala que al observar los cuadros el espectador parece sentir la calidez del sol del sur de Francia, el aroma de las lilas y los sonidos que hacen los cuervos que sobrevuelan los campos sembrados.
El arte y la vida tan dramáticamente breve del pintor atraen a muchos. Y es que para Räger, lo que genera tanta fascinación es “la promesa no cumplida”. El nombre de Vincent van Gogh será relacionado una y otra vez con la pregunta de qué habría ocurrido si no se hubiese matado el 27 de julio de 1890 de un balazo. Murió dos días después en Auvers-sur-Oise, como consecuencia de las heridas.
¿Y la oreja?
En diciembre de 1888, Van Gogh vivió durante nueve semanas junto con su amigo Paul Gauguin en la “casa amarilla” de Arlés, en el sur de Francia. Según cuenta el Museo Van Gogh de Ámsterdam, fue una mezcla explosiva, pues el holandés y el francés tenían caracteres opuestos y discutían con frecuencia sobre arte, como indican las cartas de Van Gogh.
La tensión aumentó cuando, en la tarde del 23 de diciembre, Gauguin amenazó con marcharse. Al parecer, y según el museo, Van Gogh se puso tan fuera de sí que amenazó a su amigo con una cuchilla de afeitar.
Después, las actas policiales señalan que el pintor se cortó una parte de su oreja izquierda. Luego la envolvió en papel de periódico y se la llevó a una prostituta de un burdel cercano, contaba entonces un diario local. A la mañana siguiente, Van Gogh fue trasladado a un hospital de Arlés.
Su hermano Theo viajó tan rápido como pudo y escribió a su mujer que Vincent se había autolesionado “en un ataque de locura”. Le preocupaba seriamente que su hermano estuviera enajenado. Cuando Theo regresó a París, Gauguin lo acompañó.
El propio Vincent reconoció más tarde que apenas recordaba el incidente de la oreja. En al menos dos lienzos, el holandés se autorretrató con la oreja izquierda vendada.