En China

Termina en la cárcel el gurú que hechizó a los poderosos

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Wang Lin atrajo con sus promesas y supuestos poderes a funcionarios, industriales y actores. Foto: EFE

 

Por Adrià Calatayud

(EFE)

Aseguraba que curaba cánceres, que de la nada hacía aparecer serpientes y que partía tablas de madera sólo con respirar encima, pero al gurú chino Wang Lin, ninguna de esas supuestas habilidades que decía tener lo ha librado del calabozo.

Allí ha acabado -acusado de estar implicado en el asesinato de uno de sus discípulos- este mago que hechizó a celebridades y poderosos de China como maestro del “qigong”, una práctica oriental derivada del taoísmo y basada en el control de la respiración.

Las autoridades chinas anunciaron esta semana, tras su detención el pasado 16 de julio junto a otros tres hombres, que investigan la relación de Wang con la desaparición y muerte de Zou Yong, un empresario y vicepresidente del parlamento provincial de Jiangxi que estuvo vinculado al mago.

Zou y Wang se enzarzaron hace dos años en un litigio por una serie de deudas y denuncias cruzadas que empezaron a minar el prestigio del otrora todopoderoso hechicero, ahora ya caído en desgracia.

Wang Lin, de 63 años, se dio a conocer en la década de los 90, cuando el “qigong” se puso de moda en China, y con el tiempo se labró una cartera de seguidores plagada de nombres conocidos.

Desde el fundador del gigante chino del comercio electrónico Alibaba, Jack Ma, hasta estrellas del cine como Jackie Chan y Jet Li, un buen número de famosos del gigante asiático se dejaron seducir por los trucos del gurú.

Su mansión en Pingxiang (Jiangxi, China), un edificio de cinco plantas con un gran jardín, era llamada popularmente “el palacio” y se convirtió en una especie de centro de peregrinaje que frecuentaban no sólo celebridades del mundo del espectáculo, sino también políticos de alto rango.

El ex ministro de Asuntos Exteriores chino Qian Qichen, el ex jefe del Ejecutivo de Hong Kong, Donald Tsang Yam-kuen, la cuñada del ex presidente Hu Jintao o la hermana del ex presidente Jiang Zemin fueron algunos de los allegados de Wang. A todos ellos los convenció de que él poseía poderes sobrenaturales que, según proclamaba el mago, lo habilitaban para llenar vasos vacíos con vino surgido aparentemente del aire, convertir cenizas en papel o materializar serpientes, con las que después se fotografiaba.

El maestro del “qigong” también decía tener capacidades sanadoras y presumía de haber curado a 50.000 personas, un currículo que hizo del ex ministro de Sanidad chino Chen Minzhang uno de sus seguidores.

Sin embargo, las artes de Wang demostraron en algunas ocasiones ser flagrantemente ineficaces, como cuando le prometió al ex ministro de Ferrocarriles Liu Zhijun que pondría un amuleto en su oficina para “asegurarle una vida sin fracasos” y el dirigente comunista terminó, años después, condenado a muerte por corrupción.

El gurú fue amasando una fortuna a base de reunir seguidores influyentes y adinerados que pagaban grandes sumas por sus servicios.

Zou Yong, el empresario y político al que la policía acusa de haber asesinado, admitió en 2013 en declaraciones a la cadena de televisión estatal CCTV que pagó a Wang cinco millones de yuanes (unos 820.000 dólares, 750.000 euros) por convertirse en su discípulo. “Yo también pensaba que Wang era un santo, pero perdí unos pocos millones de yuanes aprendiendo el ‘qigong’ de él”, declaró después Zou al diario hongkonés South China Morning Post.

Poco después, el pasado 9 de julio, se denunció la desaparición de Zou y una semana más tarde Wang fue arrestado por la policía. A la espera de que se determine su culpabilidad en el caso, la prensa oficial china ya lo tilda de “charlatán”.