El “Cabezón”, un buen tipo

En 45 años de periodismo deportivo se ganó el respeto profesional y la estima humana de todos, dentro y fuera del ambiente. Opinó de fútbol desde la licencia que le dio haberlo jugado. Habla de lo riguroso que era su padre, de lo compinche que era su madre, de los amigos de la infancia y de los dirigentes y los técnicos con los que convivió en tantos años. A Facundo Ruíz Díaz le llegó el momento de decir “basta”.

TEXTOS. ENRIQUE CRUZ (H). FOTOS. LUIS CETRARO.

El “Cabezón”, un buen tipo

En la tranquilidad de su hogar, en la misma casa en la que vive desde hace décadas. “En esta misma cuadra vivía, cuando dirigió a Unión, José Guillermo Abbas. Me dio mucha pena cuando me enteré de su muerte”, dice Facundo.

 

Facundo es de esos tipos que han transitado la vida sembrando lo suficiente para que la cosecha sea la mejor a la que puede aspirar un hombre: la del respeto, la consideración y la estima. Es el típico muchacho de barrio que fue creciendo y tejiendo una historia que es común a la de muchos. En su caso, con el fútbol como estandarte de vida; primero jugándolo y luego informando, analizando y opinando.

Su voz fue común para aquellos madrugadores que durante 27 años escucharon LT9 antes de las 6.30 de la mañana para tener la información fresca del deporte. Hasta que llegó el momento de decir “basta”, que en realidad es un “basta” relativo, porque Facundo Ruiz Díaz seguirá ligado al periodismo y al fútbol desde cualquier lugar, derrochando esa imagen de buen tipo que supo construirse en un ambiente severo y de vanidades.

- Contame algo de tu infancia...

- Casi toda mi vida la viví en barrio Candioti y en Sargento Cabral. Nací en un departamento que mi viejo tenía en Castellanos y Mitre. Y mis recuerdos se remontan a la primaria en la desaparecida escuela Urquiza, de Juan del Campillo y San Luis, y sigo encontrándome con los compañeros de esa época. Y después, la preferencia por el deporte. La primera cancha en la que jugué oficialmente es en la manzana donde hoy está el club Necochea (Domingo Silva, Juan del Campillo, Necochea y Sarmiento).

- ¿Quiénes eran los amigos del barrio?

- El papá del pibe Bravi, que hace el noticiero de Cable y Diario, con quien era casi vecino. Oscar Bay, que jugaba conmigo en Ciclón Racing; Lionel Pietrángeli, los hermanos Chiementín y seguramente me estaré olvidando de algunos.

- ¿Cómo era tu viejo?

- ¡Me tenía “zumbando”...!, ¡Era terrible! Tengo que agradecerle muchas cosas, claro, pero no me dejaba ir a jugar al fútbol. Yo iba a las vías del ferrocarril, en Las Heras e Iturraspe o Córdoba. Pero me escapaba, porque tenía prohibido ir a jugar ahí. Si llegaba a volver del trabajo y estaba ahí, me traía zumbando. Me inculcó el estudio a muerte, y el respeto a todo el mundo.

- Imagino que tendrás alguna anécdota.

- Cuando empecé a jugar en Ciclón Racing, entre mi vieja y una tía que vivía con nosotros, me sacaban la ropa a escondidas de mi viejo. Salía sin nada de mi casa. Y me iba a cambiar a lo de mi tía. Era chico, tenía 10 ó 12 años y mi vieja era compinche mía. Simultáneamente, cuando estaba en Ciclón, también jugaba en la Federación. En barrio Candioti estaba el club Tifón y en el Diario El Litoral sacaban la crónica del partido con las formaciones. Yo tenía que jugar con otro apellido, porque si mi viejo llegaba a ver el apellido me “cagaba a palos”.

- Pero supongo que en algún momento se debe haber enterado...

- Y sí... Mi vieja me tenía que lavar la ropa, supongo que algo raro habrá visto. Pero bueno, pasó el tiempo y cuando llegué a primera estaba chocho porque mi nombre salía en el Diario. Él no iba a la cancha, pero tenía varios tíos futboleros que me seguían.

- ¿Y además de Ciclón...?

- Gimnasia... Mirá, Gimnasia tenía muy buenos equipos y llevaba técnicos de categoría. Había un militar que venía de ser técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata, de apellido Farisano. Como lo habían trasladado, logró ser técnico de Gimnasia. El me enseñó a pegarle a la pelota, al igual que Aníbal Cabrera que le pegaba como los dioses. Esos son los que me marcaron, al igual que Delfidio Giménez, al que tuve como técnico en la selección de la Liga. En Gimnasia había grandes jugadores, algunos de ellos llegaron como el Negro Edgar Fernández, Daniel Borgna, Horacio Daniel Rojas. También recuerdo a Loyarte, que triunfó en Chicago y murió hace poco. También podemos hablar de Bugliolo que jugó en Colón, de Pujato y otros, porque fueron muchos los que pasaron de Gimnasia a Unión o a Colón.

- Esto era en la década del 60, ¿cómo era Santa Fe en esos tiempos?

- Jugar en la Liga era un privilegio, porque había equipos poderosos. Las canchas se llenaban. A nivel ciudad, estaban de moda los bailes de los clubes, no había confiterías. Sargento Cabral, Villa María Selva, República del Oeste y Unión, al que venían los espectáculos más importantes. En el verano estaba Regatas y por ahí se enganchaba Colón también. Los viajes eran una aventura, a San Javier había camino de tierra, salíamos a la mañana temprano y volvíamos a la noche; la ruta a San Carlos tenía mitad asfalto y mitad tierra.

- ¿Y cómo surge lo del periodismo?

- Cuando Ricardo Porta empezó a trabajar en una productora que tenía Audición Deportiva, su primera tarea era cubrir partidos de Liga, y no sé por qué iba siempre a Ciclón Racing cuando jugaba en la cancha de Agua y Energía. Yo era amigo del hermano de Ricardo, en ese momento vivían en el barrio Villa Dora. Cuando vino la concesión de LT 9 en 1970, además de jugar al fútbol, jugaba al tenis con Luli Alvarez, a quien pusieron de director artístico. LT 9 hizo un gran equipo periodístico y se armó un grupo para cubrir la Liga, bajo la conducción de Raúl Sabaté. Como yo tenía vínculos con Luli, me invitaron a integrar ese equipo, pero no salía al aire, me quedaba en el estudio a redactar la formación de los equipos y hacíamos un programa de media hora. Ese trabajo lo hice un año y después el equipo se fue diezmando y entré a hacer otras actividades aparte de la Liga.

- ¿Cuándo se empezaron a dar tus salidas al aire?

- Lo primero que hice fue la cuarta de Deport9, que iba a las 23.30. Después se dejó de hacer y pasé a la tercera, que iba a las 19. Pero como me levantaba temprano, me pusieron a la mañana y ahí estuve durante 27 años.

- ¿Cómo te fuiste acomodando en el equipo?

- Muchísimo le debo a Enrique Miguel Cruz, porque éramos vecinos y tenía una bondad enorme para enseñarnos. Además, Ricardo Porta, que era el líder del grupo, le hacía mucho caso. En una época hacían vestuarios Covelli y Larriera; cuando ellos dejaron, entré yo y luego Hugo Sánchez, que había llegado de estudiar en Buenos Aires. Después, Quique me entusiasmó para comentar, llegó Raviolo que era otro gran comentarista y después Eduardo Rodríguez. Recuerdo una charla con Quique en el pasillo de la radio, él me decía que tenía que comentar y yo le decía que no, que no me animaba. Y era así, te lo juro, no me animaba. Esto fue pasada la mitad de la década del 70. Y me largué en un partido de Unión contra Instituto en Córdoba, varios años después. Recuerdo que atajaba Tocalli en Unión. Y desde 1983 empecé a hacer televisión y ahí comenté. Se me hacía más fácil.

- LT 9 tuvo un problema serio con Colón en ese entonces, creo que allá por 1973.

- Unión había jugado con Banfield un partido definitorio en Santa Fe, en el torneo de la B, y a la semana siguiente, Colón jugaba con Independiente en Santa Fe. La dirigencia de Colón entendió que nosotros le dimos mayor difusión al partido de Unión que al de Colón. Entonces, ellos rompieron relaciones y no nos dejaron entrar a la cancha, se hizo causa común en todo el país y luego fue un conflicto que lo tuvo que solucionar Sylvestre Begnis, que era el gobernador. El principal gestor fue Armando Lombardi, que era el presidente del Círculo de Periodistas Deportivos.

- ¿La mejor entrevista?

- Entrevisté a Maradona cuando explota en Argentinos Juniors, antes de que lo vendan a Boca. El presidente era Próspero Cónsoli y le hicimos la nota con el Negro Godoy en el lugar que ahora está el estacionamiento de Unión. Pero tengo muy presente una nota que le hice a Guillermo Vilas, en el momento de mayor apogeo.

- ¿Un momento malo o para olvidar?

- No tuve decepciones o sensaciones malas. Tuve angustias personales, como cuando falleció mi señora y me quedé solo con los chicos, no tenía ganas de hacer nada.

- ¿Cómo fue el momento de tomar la decisión de decirle “basta” a la profesión?

- Fue una decisión personal, mis hijos me pidieron que siguiera y yo me dí cuenta de que era el momento de decir basta. Laburé más de 55 años, era demasiado. Charlé con Hugo Sánchez y se lo planteé, le dije que estaba cansado, fue una decisión personal, nada raro. Por ahora no extraño, no sé qué pasará con el tiempo.

- ¿Y despuntar el vicio escribiendo un libro, por ejemplo?

- Una biografía no, ¿a quién le puede interesar mi vida? Eso sí, cuando la Liga cumplió 80 años tomé conocimiento y tengo apuntes de cosas increíbles de la historia de la Liga y eso me está dando vueltas en la cabeza. La historia de la Liga no está escrita en ninguna parte y hay cosas increíbles, pero están ahí adentro, nadie las ha sacado.

- Metido tanto tiempo en una profesión competitiva como la nuestra, ¿te dio algún amigo de verdad o sólo buenos compañeros?

- Buenos compañeros. Mis amigos siguen siendo los que se criaron conmigo, tengo una peña de veteranos con los cuales me encuentro a menudo. No tengo diferencias con nadie del ambiente y los ubico a cada uno en su lugar, tengo un ranking íntimo, obvio, pero me lo guardo para mí.

El “Cabezón”, “Pucho” o simplemente Facundo, es de esos tipos difíciles de encontrar. Conserva la misma bonhomía de aquel muchacho de barrio que ha sabido mantener a esas amistades de la infancia, que son las que nunca se debieran abandonar y las que se forjan desde la pureza y complicidad de las primeras experiencias en la vida. Un buen tipo el “Cabezón”. Dos palabras, apenas, pero un concepto enorme para definirlo.

CORRAL, GHIANO, EL TOTO Y EL GITANO

En tantos años de profesión, es inevitable que Facundo haya cosechado amistades en el ambiente, tanto futbolístico como a nivel de los dirigentes, máxime en una ciudad como Santa Fe, con dos equipos a los que se los sigue permanentemente.

- ¿De qué técnicos te hiciste amigos?

—De Juan Eulogio Urriolabeitia, Humberto Zuccarelli, Carlos Alberto Trullet, Reynaldo Volken y el Gitano Juárez. Yo viajaba con los planteles en ese momento, aunque el Toto Lorenzo no lo permitía, pero con el Gitano no había problemas. El Vasco vivía en 4 de Enero y Santiago del Estero e iba a comer a la casa de él. También me hice amigo de Nito Veiga y de Miguel Ignomiriello, era una relación cercana y diferente a la de hoy.

- ¿Quiénes te sorprendieron por su capacidad y conocimientos?

- El Toto Lorenzo y el Gitano me marcaron. No podíamos creer los jugadores que llegaban. Una cosa era tener contacto con Resquín o con Volken y otra con Lorenzo. Los dirigentes nos ayudaron para que el Toto se tornara accesible. Venía de dirigir a grandes equipos. Me acuerdo de la presentación en el Galeto de Oro y recuerdo que uno de los que más hablaba con nosotros era el Lito Bottaniz, que era un jovencito llegado de River. Con el tiempo, los otros también nos dieron bolilla. Se hablaba de ser campeones, de reformar el estadio y de jugar la Libertadores, yo no lo podía creer. Y Colón tenía un equipo altamente competitivo.

- ¿Y de los dirigentes?

- El mejor, por el lado de Unión, fue Súper Manuel Corral. Y por el lado de Colón, no puedo dejar de hablar de Ghiano y de Italo Giménez. A Ghiano no lo conocí como presidente, lo conocí después y me enteré de lo que había hecho. Cuando Unión se afilia en 1940, la Afa lo invita a Gimnasia de Ciudadela porque había vendido a René Pontoni y a Magán. Tenía mucho poderío. Francisco Ghiano era directivo de Gimnasia y cuando Gimnasia dice que no, se va a Colón y es uno de los gestores del lugar que hoy tiene Colón y de su afiliación a Afa. Y Giménez lo sacó de la C a Colón. Y viniendo para acá, después de Italo, lo pongo a Vignatti. Y en Unión, después de Corral lo pongo a Malvicino.

- ¿Con cuáles te llevabas bien y con cuáles tuviste problemas?

- Me llevaba bien con todos, pero llegué a discutir feo con el ingeniero De Bianchetti, que era secretario en la presidencia de Salerno. Después lo seguí viendo a De Bianchetti, lo conocí en otro ambiente y era un flor de tipo.

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Varias generaciones se acostumbraron a escucharlo muy temprano en LT 9. Fue un sello distintivo del periodismo deportivo santafesino.